Cómo ser Casanova Malkovich
- Presenta en San Sebastián una vuelta de tuerca a su mito donjuanesco
- En Casanova Variations juega otra vez a interpretarse a sí mismo
- Phoenix, de Christian Peltozld, indaga en la herida de la culpa alemana
La hipnótica presencia de John Malkovich es la noticia del día en San Sebastián. El actor estadounidense de 60 años (Premio Donostia en 1998) compite en la sección oficial con Casanova variations, un juego de muñecas rusas sobre el célebre escritor, diplomático, espía y seductor italiano Giacomo Casanova. La película muestra los entresijos de un montaje operístico, sobre un cansado y adulto Casanova, alternado con reconstrucciones de sus últimos años. Casanova variations cruza los umbrales entre la representación teatral, la recreación histórica, y el trabajo de los propios actores. Es decir, metacine, metateatro y metamalkovich.
“Solo interpreto lo que tengo delante: si el personaje es alguien que quiere ser seductor, lo hago”, ha dicho el actor en rueda de prensa para sacudirse el recurrente papel de Don Juan de su carrera. “A Casanova o Valmont no les encuentro muy seductores porque son trágicos en general. Pero algunas personas sí los encuentran seductores”.
La película, dirigida por el prestigioso director teatral Michael Sturminger, se basa en Historias de mi vida, las memorias de Casanova, y los libretos de Lorenzo da Ponte que Mozart utilizó en Las noches de Figaro, Don Giovanni y Cosi fan tutte. “Michael y yo habíamos trabajado con anterioridad en una ópera, una experiencia que todos disfrutamos muchísimo y decidimos repetir. La idea de hacer algo sobre Casanova era de Michael, no mía”, dice.
Apoyado en una muleta, tras ser reciéntemente operado de su rodilla, Malkovich hace doblete en San Sebastián con The John Malkovich Paradox, un documental sobre el montaje que el actor hizo de Las amistades peligrosas en París. ¿Existe algún actor que haya sido él mismo tantas veces?
“Es difícil para mí pensar en mí mismo como un personaje, porque ¿Qué sería? ¿Quién es? No tengo ni idea, afortunadamente no pienso en ello. La gente piensa quela idea de Cómo ser John Malkovich cuando en realidad no conocía de nada a Charlie Kauffman (guionista de la película)”, explica el actor.
Pese a la distancia que ha construido respecto a su intimidad, reconoce que ya no existe la privacidad. “Pero a otro nivel -añade- vivo en un mundo privado y nadie puede hacer nada al respecto, aunque lo han intentado”. Y dibuja una sonrisa-enigma.
Con máscara o sin máscara, Malkovich ha mostrado una educación extrema sin rehuir ninguna pregunta, ni despachar respuestas gastadas. Como la que cita de un filme de Manuel de Oliveira con la que se ha despedido queriendo resumir su filosofía: “Para mí es una de las mejores frases de la historia del cine: ‘Nadie es tan bueno como yo a la hora de pretender que la vida es hermosa’. Es una buena definición para explicar por qué yo hago lo que hago".
Melodrama alemán sobre su culpa histórica
Phoenix, del director alemán Christian Petzold, venía precedida de su gran acogida en el Festival de Toronto. El realizador de Barbara sitúa su nueva película en la postguerra alemana, un período yermo en la cinematografía alemana. “Los americanos han hecho más películas dealemanes en la postguerra que nosotros mismos”, lamenta el director aludiendo al sentimiento de culpa generacional tras la II Guerra Mundial.
Una cantante de cabaret judía regresa de un campo de concentración con el rostro reconstruido. Su marido alemán no solo no la reconoce cuando se encuentran, sino que intenta hacerla pasar por su supuesta mujer fallecida para poder heredar sus pertenencias. Petzold, cinéfilo confeso y juguetón, construye un melodrama clásico con las convecciones narrativas de un melodrama de los años 50, en los límites de la verosimilitud para el espectador actual. “Las películas que amo son películas que no me creo, pero que cuando llego a casa tienen su propia realidad y son auténticas”, explica Petzold.
Petzold, cuyo abuelo murió en al asalto al búnker de Hitler a cargo del ejército soviético, ha explicado cómo se transmite la culpa. “Mis padres no me contaban historias de su infancia. Ellos solo tenían tres años en la época nazi, no eran responsables, pero no contaban nada. Eran como malos actores”.
Sobre las ruinas expresionistas de un Berlín que añora su pasado de cabaret y con la música de Kurt Weill o Cole Porter de fondo, Phoenix avanza hacia un final poderoso que, sin embargo, parece que llega demasiado tarde. Para los que opinan que llega en hora, que no son pocos en Donsotia, es la película del festival.