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Las divisiones sociales que marcan las elecciones brasileñas

  • La inflación preocupa para la llamada "clase C", la mitad de la población
  • Las luchas feministas y LGTB aparecen enfrentadas al auge evangélico
  • El modelo productivo del país amazónico es clave para indígenas y ecologistas

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La favela de Santo Amaro frente al barrio de Flamengo, en Río de Janeiro
La favela de Santo Amaro frente al barrio de Flamengo, en Río de Janeiro

Brasil celebrará este domingo la primera vuelta de unas elecciones presidenciales que se presentan muy abiertas, consecuencia en cierto modo de los importantes cambios socioeconómicos que ha vivido en los últimos años.

Estas son algunas de las claves para entender lo que se juega la población del gigante suramericano:

La 'clase C'

Desde 2001, según avalan las estadísticas de la ONU, más de 30 millones de brasileños han abandonado la pobreza y han pasado a engrosar lo que en el país se denomina como “clase C” gracias en buena parte a los programas de distribución de renta impulsados por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y por su sucesora y ahijada política, Dilma Rousseff.

Forman parte de esta categoría (a la que muchos economistas se refieren como clase media) aproximadamente la mitad de la población, unos 100 millones de personas con ingresos mensuales que varían entre 320 y los 1.120 reales, es decir, entre los 100 y los 355 euros.

Según un estudio del Instituto Data Popular citado por Efe, este grupo gastó cerca de 500.000 millones de dólares (el equivalente al PIB de un país del G-20) y la “preponderancia de este mercado es tal que marca el camino de la economía brasileña”, según ha declarado a esa agencia Christian Travassos, responsable de la patronal del comercio de Río de Janeiro Fecomercio.

Por eso, desde esta perspectiva, hay mucha preocupación por el aumento de la inflación, que ronda ya el 6%, muy por encima del objetivo del 4%. Eso está ralentizando el consumo y, obviamente, reduciendo el poder adquisitivo de todos los brasileños. Porque más allá, aún quedan más de un 11% de pobres, de los cuales un 3% en situación extrema precariedad.

El año pasado Brasil se agitó con grandes protestas (de un alcance inédito en la historia reciente) protagonizadas por esta “clase C” que tuvieron su origen en el encarecimiento del transporte público. Además, cuestionaron también la política económica del Gobierno y en particular el coste de las infraestructuras para el Mundial de fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, la desviación del presupuesto y la acumulación de casos de corrupción.

La corrupción centra el último debate electoral en Brasil

La mujer

A pesar de que dos mujeres han copado la atención en la campaña electoral, entre ellas la primera presidenta en la historia del país, las feministas denuncian que todavía están muy marginadas en la política brasileña y lamentan que sus reivindicaciones sociales no sean escuchadas.

Según datos del Centro Feminista de Estudios y Asesoría (CFMEA), en los comicios municipales de 2012 solo fueron elegidas un 13% de concejalas (y un 11% de alcaldesas), pero en estas elecciones generales (también se renueva el Parlamento) han aumentado casi en un 50% el número de candidatas respecto a 2010.

También se quejan de la falta de avances los colectivos LGTBI. Este sí que ha sido un tema del que se ha hablado mucho en la campaña después de que la candidata del Partido Socialista, Marina Silva, rectificara su programa electoral en lo referente al matrimonio homosexual. Según dijo un día después de su publicación, la propuesta de legalización del mismo había sido “un error técnico”, pero casi todos sospechan que se debió a la gran presión ejercida por los grupos conservadores, especialmente las iglesias evangélicas.

La religión

En una generación, Brasil ha dado un vuelco y ha pasado de una mayoría de cristianos católicos a evangélicos, pese a lo cual sigue siendo el país con más fieles del mundo a la Iglesia de Roma. Y con vitalidad, como se vio en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en 2013 en Río, que supuso un auténtico bautismo de masas del papa Francisco en su primer viaje al extranjero.

En Brasil, la iglesia evangélica ha crecido mucho en los últimos años. Con más de 43 millones de fieles, un 22% de la población, tendrá mucha influencia en las elecciones del próximo domingo. Algunas encuestas sugieren que la candidata socialista, Marina Silva evangélica reconocida, podría captar el voto del 54% de evangélicos.

Con todo, la atención en la campaña se ha puesto en los evangélicos por la atracción que puede ejercer sobre ellos Marina Silva, que profesa esa religión. Según algunos sondeos, más del 50% de los 43 millones de miembros de estas iglesias van a votarla. La cuestión preocupa tanto que en las últimas semanas Dilma Rousseff se ha esforzado por hablar de religión en sus discursos, visitar iglesias y reunirse con pastores, informa la corresponsal de TVE en Brasil, María Oña.

Indígenas y ecología

En Brasil viven unos 900.000 indígenas (casi el 1% de la población) de 305 etnias. Las fierras indígenas ocupan el 12% del territorio, en buena parte en la Amazonía (considerado el pulmón del planeta), pero la titularidad de muchas están pendientes de reconocimiento, sobre todo en áreas pobladas y ocupadas por colonos para la agricultura.

En el Parlamento no hay ningún indígena, pero sin duda muchos se sentirán más cercanos a Marina Silva, quien se crió en una comunidad de colectores de caucho en plena Amazonía, fue compañera de luchas del líder ecologista Chico Mendes (asesinado en 1988) y dimitió del Gobierno de Lula precisamente por sus discrepancias en esta materia.

No obstante, otros colectivos ambientalistas y de campesinos critican la creciente “complicidad” de Silva con las grandes corporaciones del sector argroindustrial y destacan como simbólico que su jefa de campaña sea la socióloga María Alice Neca Setúbal, heredera del Banco Itaú.