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Cómo se fabrica un Julio Cortázar

  • La Casa del Lector de Madrid conmemora el centenario del escritor
  • Una exposición recorre los libros que escribió y que leyó el argentino
  • Poe, Verne, Cocetau, Borges o Keats lo marcaron como autor

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Julio Cortázar jugando con su gata Flanelle, una de las fotografías que pueden verse en la exposición de la Casa del Lector.
Julio Cortázar jugando con su gata Flanelle, una de las fotografías que pueden verse en la exposición de la Casa del Lector.

"Lo leí a los 9 años y, por Poe, viví el espanto sujeto a terrores nocturnos hasta muy tarde en la adolescencia. Pero me enseñó lo que es la gran literatura y lo que es el cuento". Así se refería Julio Cortázar a la colección de relatos Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe, que el argentino devoró en la niñez y le marcaría para siempre hasta convertirse en el escritor que revolucionó la literatura hispanoamericana.

Esos relatos fantásticos de Poe, La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, Los mosqueteros o El vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas... libros que el Cortázar niño leía de forma compulsiva y que le acabarían definiendo como escritor. Libros que pueden descubrirse en la exposición Cortázar. Lector del mundo que se inaugura este jueves y puede verse hasta el 11 de enero en la Casa del Lector, en la única muestra que conmemora en Madrid el centenario del escritor nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914 -hijo de padre diplomático, poluló por varias ciudades europeas, incluida Barcelona, hasta que se trasladaron a Buenos Aires cuando tenía 4 años-.

La exposición permite "hacer un recorrido por su vida a través de sus libros, de los que escribió y los que leyó y que influyeron en su obra", explica a RTVE.es Raúl Manrique, uno de sus comisarios, junto a Claudio Pérez, ambos directores del Centro de Arte Moderno de Madrid. Primeras ediciones, sus traducciones, libros dedicados, correspondencia, originales de ilustraciones para sus obras, fotografías de la época y objetos personales, como su inseparable pipa y sus gafas, componen esta pequeña pero completa muestra conmemorativa.

Almanaques de niñez, lecturas de adolescencia

Entre las rarezas exhibidas, encontramos los denominados almanaques, unos libros con ilustraciones muy populares en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX, que recopilaban todo tipo de información que pudiera ser de provecho todo el año, desde la receta de un dulce a las constelaciones o calendarios solares. Uno de estos, el Almanaque del Mensajero, lo citaría e "inspiraría" a Cortázar en dos de sus libros más importantes, La vuelta al día en 80 mundos (1967) y Último round (1969), revela Manrique.

El tesoro de la juventud es el título de un texto incluido por Cortázar en Último round que versa sobre los avances de la técnica, y también su particular homenaje a la enciclopedia para niños homónima que el argentino consultaba en casa y le permitía acceder a todo tipo de información.

Y de las lecturas de niñez, a las de adolescencia y juventud: Ficciones y El Aleph, de Jorge Luis Borges, u Opio, de Jean Cocteau, con introducción de Ramón Gómez de la Serna, uno de los pocos libros que Cortázar se trajo a Europa desde Buenos Aires y que "él reconoce que le cambió la vida", señala el comisario. También le marcaron para siempre sus profesores de la época del instituto, Arturo Marasso y Vicente Fantone -"de los ochenta y pico maestros que tuvo, los dos únicos que le habían enseñado a pensar y a ser mejor persona"-, de cuyas obras también se muestran ejemplares, como Melampo.

Un Poe bien vale un piso en París

Al escritor romántico estadounidense que le alimentó las pesadillas de su niñez, volvería Cortázar en su etapa de traductor durante las décadas de los 40 y los 50, labor que comenzó por razones puramente económicas -"necesitaba vivir de algo", dice Manrique-. Por encargo de Francisco Ayala, a través de la Universidad de Puerto Rico, tradujo en 1953 Obras en prosa, de Edgar Allan Poe, y con la paga que recibió pudo comprar junto a su compañera, Aurora Bernárdez, su primer apartamento en París. "Ahora es la traducción de referencia en español de la obra de Poe", subraya el comisario.

A través de la traducción, sobre la que Cortázar también teorizó, llegó además a John Keats, al encargársele traducir Vida y cartas de John Keats. El poeta británico le fascinó tanto que realizó un ensayo fundamental sobre su obra que quedó inédito y Aurora publicó tras su fallecimiento.

Otras curiosidades que se pueden contemplar en la Casa del Lector son uno de los cien ejemplares firmados y numerados por Cortázar de Les discours du Pince-Gueule (1966), uno de los pocos textos que escribió en francés; la carpeta Les cahiers de l'espace, que combina textos suyos con grabados de artistas como Tápies, Antonio Saura o Roberto Matta; o el libro que el argentino dedicó a su compatriota, la poetisa Alejandra Pizarnik, fingiendo la firma de los personajes de Rayuela un año antes de la publicación del libro, que acaba de cumplir 50 años.

La exposición tampoco obvia la influencia de la música en su obra, sobre todo el jazz, su labor como crítico literario, e incluso deportivo, y su compromiso con la realidad latinoamericana.

Todo ello permite al espectador conocer más profundamente a un escritor cuya clave del éxito es, para Manrique, su "cercanía con el lector" y su capacidad para llegar especialmente a los jóvenes, algo que al propio Cortázar no dejaba de sorprender, sobre todo con el caso de Rayuela, que escribió para "la gente de su edad y de su momento", los años 60, pero sus principales lectores eran las nuevas generaciones.

"La frescura que tiene en sus textos, ese niño que no deja nunca de ser Cortázar con el juego con el lenguaje y con esa cercanía que uno siente, hace que sea uno de esos escritores que, a pesar de uno no haberlo podido conocer personalmente, lo sienta parte de su familia intelectual", concluye el comisario de una muestra que nos acerca más al cronopio argentino.

Cómo aprendimos a leer

Junto a la exposición dedicada a Cortázar, la Casa del Lector inaugura otra titulada Cómo aprendimos a leer que muestra desde una perspectiva histórica cómo hemos aprendido a leer y nos hemos constituido en sujetos lectores. Comisariada por Agustín Escolano, director del Centro Internacional de la Cultura Escolar de Soria, y abierta hasta el 11 de enero, muestra cómo ha evolucionado el aprendizaje de la lectura desde la implantación de la imprenta. También se analiza el mito de la alfabetización universal -hoy en día aún hay 800 millones de personas analfabetas en el mundo, 800.000 de ellas en España- y los cambios que ha supuesto el mundo digital en el aprendizaje lector.