Malala, la niña que plantó cara a los talibanes para poder estudiar
- Fue tiroteada en la cara por los islamistas cuando iba a la escuela
- Se ha convertido en un icono de la lucha por la educación universal
- Es la persona más joven galardonada con el premio Nobel de la Paz
Los talibanes paquistaníes intentaron acallarla a tiros a Malala Yousafzai hace un año, pero solo han conseguido hacerla mundialmente conocida y convertirla en un icono de la libertad, la igualdad de la mujer y el derecho a la Educación.
Su lucha incansable por el derecho de las niñas a estudiar le ha merecido los reconocimientos más importantes. Es la premiada más joven con el Nobel de la Paz y el Sájarov a la libertad de conciencia.
Malala ha recibido el Premio Sajarov con el que el Parlamento europeo destaca la lucha por la libertad de conciencia. Y es candidata al Nobel de la paz.
Diario de la discriminación
La historia de Malala comienza en 2009, cuando la niña tenía 12 años y los talibanes paquistaníes controlaban el valle del Swat, en el noreste de Pakistán, e imponían su versión rigorista del Islam. Una de sus medidas fue prohibir que las niñas acudieran a la escuela.
El 70% de sus compañeras había dejado de acudir a clase por miedo o por indicación de sus familias, pero Malala acudía de manera casi clandestina, sin uniforme, escondiendo sus libros. Y comenzó a narrar sus experiencias en un blog diario en la página de la BBC en urdu (una de las lenguas que se hablan en Pakistán), bajo el seudonimo Gul Makay.
“En el mundo - escribía la joven - las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo, pero en Swat cuando vas a la escuela tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacer cualquier cosa”.
“En mi camino a la escuela he escuchado a un hombre diciendo ‘Te mataré’. Aligeré el paso y un momento después miré si estaba detrás de mí pero para m ialivio estaba hablando por el móvil y debía estar amenazando a otro”, decía en otra entrada, el 3 de enero.
La historia llamó la atención del periodista del New York Times, Adam B. Ellick, que entrevistó a Malala y le puso cara, para el mundo pero también para sus enemigos.
Al borde de la muerte
En 2010, el Ejército paquistaní expulsó finalmente a los talibanes del Swat y Malala volvió a su escuela, como ella misma se encargaba de contar contenta a la BBC.
El Gobierno, incluso, decidió convertirla en icono y darle un premio nacional a finales de 2011. Pero desde que su identidad había sido revelada, Malala y su familia sufrían amenazas contínuas.
El 6 de octubre de 2012, finalmente las amenazas se convirtieron en realidad. Un grupo de hombres armados llegó a la escuela. Preguntaron por ella y la esperaron a la salida. Después, subieron al autobús escolar y le dispararon a bocajarro en la cabeza y el cuello, dejándola al borde de la muerte.
El portavoz de los talibanes paquistaníes, Ehsanullah Ehsan, confesaba que el grupo estaba tras el ataque. "Es pro-occidental, estaba hablando contra los talibanes y decía que el presidente Obama era su ídolo. Era joven pero estaba promoviendo la cultura occidental es las zonas pastunes", dijo.
La joven activista fue trasladada en un avión ambulancia desde Islamabad al hospital Queen Elisabeth de Birmingham, en Reino Unido, donde se sometió a dos intervenciones quirúrgicas.
En sus primeras declaraciones tras recuperar el habla, Malala reafirmó su compromiso con el derecho de la mujer a la Educación.
Influencia mundial
Desde entonces, Malala se ha convertido en una de 100 personalidades más influyentes del mundo, según la revista Time.
En noviembre de 2012, la ONU dedicó un día en su nombre al derecho universal a la Educación. Durante su discurso, la joven afirmó que no estaba en contra de nadie, ni siquiera de los talibanes en su país, y aseguró que incluso si tuviera una pistola "no dispararía" a la persona que la atacó.
"Es algo que aprendí de Mahoma, el patrimonio que recibí de Martin Luther King y de Nelson Mandela, la filosofía de la no violencia que aprendí de Gandhi y la madre Teresa, el perdón que aprendí de mi padre y de mi madre", aseguró entre aplausos.
Quizá por ello ha pedido, recientemente, que se negocie con los talibanes, los mismos que intentaron matarla y le prohibieron ir a clase.
Sin embargo, el predicamento de Malala en el exterior no es correspondido en su país, donde la celebración de la ONU pasó desapercibida.
Los talibanes la han vuelto a acusar de abandonar el Islam y de "convertirse al laicismo", quizá para recordarle que su recién ganada fama internacional no es ningún seguro de vida en la convulsa sociedad paquistaní.