Ricardo Darín: "Sin condicionamientos seríamos más salvajes, pero más auténticos"
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- TVE participa en la producción que se estrena el 17 de octubre
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Al mismo tiempo que Relatos Salvajes se proyectaba en el reciente Festival San Sebastián, su director Damián Szifron, y los actores Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín, atendían a la prensa. Y empezaban a llegar mensajes de entusiasmo en las redes sociales. Sbaraglia suspiraba dichoso: “Esta película es taaaan agradecida”. Desde que se presentó el pasado mayo en el Festival de Cannes, el rito se repite: el público en las salas estalla en una comunión catártica cuando acude a ver la película argentina más vista de los últimos 25 años. Relatos salvajes es, sencillamente, liberadora. Coproducida por los hermanos Almodóvar, y con la participación de TVE, deja de ser el runrún cinematográfico del año para llegar al fin a las salas el 17 de octubre.
“Los espectadores se transformaron en los principales promotores de la película y eso es algo que no se puede anticipar”, describe Ricardo Darín sobre el éxito de la película. “Te puede gustar una historia, pero de ahí a ponerse tan fervoroso… Se apropiaron de la película. Eso, cuando ocurre, es un fenómeno que trasciende el hecho cinematográfico. Tiene que ver con otro tipo de concitaciones, cuando los temas te tocan profundamente”.
Szifron (ya no más) puede ser relativamente desconocido para el espectador español, aunque es creador de las series Los simuladores y Hermanos y detectives, ambas versionadas en España. Con Relatos salvajes, su tercera película, destroza el tabú de que las películas de relatos independientes son veneno para la taquilla. Inspirándose en Cuentos asombrosos (la serie de relatos fantásticos que Spielberg produjo en los 80) escarba en el animal que guardamos a través de seis historias aparentemente desfasadas, pero inquietantemente verosímiles.
“Lo que la película aborda es primitivo, los conflictos son ancestrales”, dice el director, de 39 años. “En el caso de Ricardo (Darín): el hombre versus el sistema. En el caso de Sbaraglia, dos hombres luchando en una ruta, la lucha descarnada por la supervivencia del más apto que nos conecta directamente con el inicio de nuestra especie. O el casamiento una novia que durante su boda intuye que su marido le engaña con una invitada a la fiesta, es decir, la traición amorosa, el desengaño. Algo visceral que puede ser comprendido en cualquier parte. Y creo que es la razón por la que la película está viajando tanto”.
Darín versus el sistema
En su segmento, Darín interpreta a un ingeniero enfrentado a la muralla burocrática tras una multa de tráfico que activa una indignación descontrolada. El actor, que se reconoce un “cascarrabias” que utiliza el humor para decir “sin filtros” lo que le pasa por la cabeza, comparte algo de su personaje.
“No puedo mostrarme indiferente ante la desidia, al abulia o la burocracia injustificada. Y entiendo que nuestra especie necesitamos un reglamento para llevarnos bien. Pero me sacude la falta de atención, la falta de consideración con los demás. Estamos siempre mucho más cercanos a la crítica que a la comprensión”, reflexiona el actor. “Somos sectarios, calificamos a la gente por cómo se viste, cómo se peina, por la música que escucha, por sus gustos sexuales, religiosos o políticos. Estamos plagados de condicionamientos que son heredados más que genéticos, alimentados por la educación que hemos recibido, por el ambiente en el que nos hemos criado. ¿Cómo seríamos sin tantos condicionamientos? Seguramente un poco más salvajes, pero probablemente más auténticos”.
Sbaraglia, entre el correcaminos y el coyote
Leonardo Sabaraglia interpreta a un joven adinerado que tiene un encontronazo verbal con el conductor de un destartalado auto en una solitaria carretera. Por supuesto, es solo el principio.
“Quizá desde afuera esa lucha del coyote y el avestruz se ve como algo divertido, pero dentro se vivió de una manera descarnada y asfixiante”, recuerda Sabraglia. “Había que ir decodificando al espectador cada uno de los pliegues de los personajes en 20 minutos, ir contando una escalada a un lugar de la identidad bestial. Y había que hacerlo creíble y verosímil para que la gente pudiera seguir a los personajes. Me parece que estaba todo tan preciso y orquestado que, en ese sentido, muy lindo poder vivirlo”.
Sabraglia incide en que su profesión también es catártica en sí misma. “Absolutamente. Los personajes también son una posibilidad de drenarte, de contarte a través de metáforas. Y, en el trabajo, uno se tiene que convertir en una especie de salvaje, no puede ser civilizado como actor”.
Una llamada subversiva
El familia, el matrimonio, el poder, la corrupción o el Estado. Nada queda a salvo de la gozosa crítica de Relatos salvajes. Una cinta que casi es un llamamiento a la subversión. “Sí, es verdad”, sostiene Darín. “Tiene una mezcla de subversión, pero también de reflexión. Te empuja necesariamente a que revisemos nuestros comportamientos, nuestras conductas, a tratar de detectar dónde nace la violencia”.
Fue Tiempo de Valientes (2005), la segunda cinta de Szifron, la que llevo a El Deseo, productora de los hermanos Almodóvar, a interesarse por su siguiente proyecto. A Szifon ya no le faltan novias, Relatos salvajes es una de las favoritas para colarse en las selección del Oscar de habla no inglesa en 2015, y hasta se habla de un remake estadounidense. Tampoco anda escaso de ideas y habla con especial cariño de una futura trilogía de ciencia ficción. “Fantaseamos con una segunda parte: «Más relatos, más salvajes»”, bromea. “Pero no va a ser lo siguiente seguro. Con el tiempo soy más genuino y cada vez respondo más según lo que pienso, según lo que siento, hago lo que quiero”. Ya estamos todos en guardia.