Yann Tiersen deja a Amélie en casa para presentar su último trabajo en Madrid
- El compositor francés ha presentado en Madrid su último trabajo, Infinity
- Tiersen vuelve a la experimentación en busca de los límites del instrumento
- Tras pasar por Gerona y Madrid, viajará a San Sebastián el 21 de octubre
De los pequeños sorbos de la taza de té en la que bebían los músicos entre canción y canción a las grandes bocanadas de vitalidad, así ha caminado la música ecléctica del francés Yann Tiersen (Brest, 1970). Conocido por componer la banda sonora de la película Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), en esta ocasión se ha dejado a la joven Poulain en casa para dar a conocer al público madrileño su mezcla de estilos y tendencias sobre el escenario de la sala La Riviera junto al Manzanares.
Cinco hombres y una mujer han pisado esta noche el escenario ante un público espectante que no tenía muy claro lo que venía a ver. "¿No sería mejor que lo viésemos sentados?" se preguntaban algunos que, poco a poco, han ido abandonando la idea de un concierto de música clásica para adentrarse en un recital de un compositor experimental que fusiona el rock con los ritmos electrónicos, los violines y la percusión para ofrecer un producto único no apto para todos los gustos.
Un trabajador de la música
"La inspiración es un concepto que no me gusta, no confío en ella, es una estúpida idea romántica. Creo en el trabajo y en el juego con los sonidos", explica el compositor que estrena este año su décimo álbum de estudio, Infinity, y ha agotado las entradas para su visita a la capital de España tras su paso por Gerona y su futura visita a San Sebastián el próximo 21 de octubre.
Aunque asegura no tener nunca "nada bajo control", Tiersen sabe lo que se hace. Él y sus colaboradores se mueven por el espacio como una maquinaria perfectamente engrasada que se coloca frente a los instrumentos de metal, viento, percusión, los sintetizadores y los teclados para hacerlos sonar de una forma precisa, defininda, que proporciona evocadoras melodías.
La clave es que el espectador perciba la libertad creativa del artista, que parezca que sobre el escenario se está produciendo una suerte jam session continúa, en la que la música se separa de la linealidad de una partitura para hacer viajar el espíritu sin un rumbo fijo pero con un destino muy bien definido.
Naturaleza o sociedad más allá de la chanson française
Pese al rechazo que provoca París en el composior, y la aseveración de que su música es todo menos urbana, lo cierto es que las notas de sus partituras reflejan todas las caras de lo que al menos desde fuera parece que es la sociedad francesa: una mezcla bien fraguada de tendencias y culturas, ritmos y clases sociales, que va más allá de la chanson française.
Por el contrario, bien es cierto que la música de Tiersen está plagada de referencias naturales que hacen al auditorio sentirse en contacto con los elementos. Una sensación que se rompe cuando interpreta los temas con más 'sabor francés' que provocan un despliegue de cámaras de móviles para imortalizar al autor de la banda sonora de Amélie.
La película ha sido "una buena puerta de entrada", reconoce el compositor, natural de la Bretaña francesa. Pero le molesta que su música se relacione con la cultura parisina. Para él significa "todo lo contrario".
Sentir los instrumentos
Poco atento al público, al que solo ha regalado con escuetos y continuos agradecimientos en un rudo castellano, Tiersen se abstrae ante los instrumentos. No los toca, los siente y rara vez abre los ojos cuando está inmerso en la melodía.
Tras un bloque de canciones encadenadas mediante la distorsión y los sintetizadores, la banda ha hecho un pequeño receso del que solo ha vuelto Tiersen par ser protagonista absoluto primero ante el piano con "La Longe Route" y luego con el violín con "Sur Le Fil" que ha arrancado una gran ovación.
Luego el resto de músicos se ha incorporado para interpretar otros temas que también han sido muy aplaudidos como "Summer 78", parte de la banda sonora de Goodby, Lennin! (Wolfgang Becker, 2003) y "Dispute", incluída en el álbum The Lighthouse (2013).
Con una escenografía fría, solo apuntalada por varias bombillas desnudas que salpicaban el escenario, Tiersen ha demostrado su habilidad jugando con los instrumentos embelesando a un público que pedía más y se ha quedado con ganas de otro bis.