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¿De qué está hecho el pintalabios?

  • Ceras, aceites y pigmentos son los componentes principales
  • Hasta el siglo XX se dispensaban en pequeños botes o envueltos en papel

En EE.UU. se consideraba patriótico pintarse los labios de rojo durante la II GM

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Anuncio vintage de pintalabios
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La barra de labios es uno de los elementos del maquillaje femenino más populares y eficaces para mejorar la apariencia. Está hecho de cientos de compuestos químicos, pero a grandes rasgos los tres componentes básicos son ceras, aceites y pigmentos. La mezcla aplicada sobre los labios forma una excelente película brillante, coloreada y de suave textura.

Los pigmentos que se usan varían según el color que se quiera obtener. Para lograr el color rojo se pueden usar diversos pigmentos. Entre los de origen animal el más apreciado es el ácido carmínico, que proviene de unos insectos, las cochinillas del cactus. Se secan, se trituran y el polvo obtenido es el colorante.

También se usa eosina, que cambia de color al aplicarse y da lugar a un rojo intenso. Sucede en el momento de la aplicación porque se enlaza con las proteínas de la piel. Por este mismo motivo se usa para fabricar pintalabios de larga duración.

Los colores rosados se consiguen mezclando los pigmentos rojos con dióxido de titanio, que además proporciona brillos nacarados si se añade recubriendo pequeñas láminas de mica. Para los tonos marrones y anaranjados se usa óxido de hierro.

Las ceras dan forma y consistencia a la barra de labios. Se usan ceras de origen animal, como la cera de abeja o la lanolina, producida por unas glándulas de los animales lanudos. Las ceras de origen vegetal también se utilizan, como la de la palma carnauba, planta sudamericana, que solo se funde a muy altas temperaturas y brilla, o la cera de Candelilla, procedente de una planta mexicana. También se usan ceras sintéticas y de origen inorgánico.

Un toque distintivo para cada marca

Entre los aceites que se suelen usar para dar suavidad y brillo a la barra labial destacan el algunos vegetales como el de jojoba, macadamia y ricino y derivados del petróleo, como el aceite mineral.

Otros muchos compuestos completan la fórmula del pintalabios, como perfume, conservantes y protectores solares, además de otros detalles para dar un sello distintivo a cada marca. La composición también varía según el acabado deseado, que puede ser mate, con reflejos o gloss. Hay muchas variedades, las hay hasta con capsaicina, el compuesto que hace que algunos alimentos sean picantes, para irritar levemente los labios y que así se tornen temporalmente más carnosos.

Colorear los labios es una costumbre que se remonta a la antigüedad. En el antiguo Egipto lo hacían con henna y con un pigmento púrpura extraído del fucus, que hoy sabemos que es venenoso.

Las mujeres que se pintaban los labios eran condenadas por brujería

En la Europa Medieval era considerado demoniaco. Poco después, en el siglo XVI, en Inglaterra, aunque no bien visto por los demás miembros de la sociedad la reina Elisabeth I usaba carmín en los labios para contrastarlos con su palida piel.

Un par de cientos de años más tarde, en el siglo XVIII en Inglaterra se prohibió el maquillaje. Las mujeres que se pintaban los labios eran condenadas por brujería. En el siglo XIX la reina Victoria declaró el maquillaje como una falta de educación. Lo consideraba vulgar y propio de prostitutas y actores.

Mientras, a finales del siglo XIX en otros países, las cosas cursaban bien distinto. En París, los perfumistas ya vendían pintalabios. Y en Nueva York, las feministas Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman usaron la barra de labios roja como signo de protesta y emancipación durante la "Marcha por el Sufragio Femenino" en 1912.

Al principio el pintalabios se dispensaban en pequeños botes o envuelto en papel.  La barra insertada en un tubo regulador se inventó a principios del siglo XX. Maurice Levy de la Scovil Manufacturing Company patentó su invento en 1915.

Más tarde, durante la II Guerra Mundial las estrellas de cine se maquillaban con barra de labios roja y resaltaban la belleza de su piel con polvos. El pintalabios dejó de usarse tímidamente y se convirtió en algo patriótico. Tener buen aspecto ayudaba a salir de la tristeza de la guerra y las marcas empezaron a transmitir este espíritu alegre en sus anuncios.

Así, en la década de 1930 abrieron sus puertas los primeros salones de belleza, entre ellos los de Helena Rubinstein y Elisabeth Arden. Desde entonces el maquillaje y las barras de labios no han dejado de mejorar en calidad y en variedad.