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Los ecos del Impresionismo en EE.UU. llegan al Museo Thyssen

  • El museo inaugura el 4 de noviembre la muestra 'Impresionistas Americanos'
  • Desde Mary Cassatt, la impresionista americana, a aquellos que importaron el estilo

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"Impresionismo Americano" es la nueva exposición del Museo Thyssen

Fue en EE.UU. donde comenzó la fiebre impresionista. Cuando en 1886 el marchante Paul Durand-Ruel se plantó en Nueva York con las obras de unos cuarentones artistas franceses sistemáticamente rechazados en París, algunos de ellos, como Monet o Pisarro, sobrevivían a duras penas. Pero allí no solo prendió el reconocimiento del grupo. Su estilo inspiró también a una generación de artistas estadounidenses que celebraron y asimilaron su estilo. El Museo Thyssen de Madrid recoge ahora aquellos ecos en la exposición Impresionismo Americano, que podrá verse desde el 4 de noviembre al 1 de febrero de 2015.

Entre las 77 obras de la muestra hay obras de Mary Cassatt, la única artista estadounidense que perteneció al grupo impresionista original. También obras de artistas tan populares como John Singer Sargent y James McNeill Whistler. Pero, sobre todo, descubre a aquellos que viajaron a Francia e importaron el impresionismo a las ciudades y paisajes estadounidenses.

“Muchos de estos pintores no son muy conocidos en Europa y algunos de ellos empiezan a ser conocidos en Estados Unidos”, dice Katherine Bourguignon, comisaria de la exposición, a RTVE.es. “Fueron artistas muy viajeros, cosmopolitas. Gente como Childe Hassam o William Merrit Chase vinieron a Francia, viajaron por Europa durante un año y luego volvieron a Estados Unidos. En su vida fueron artistas muy conocidos, ganaron premios y luego fueron olvidados por el camino. Les tomó tiempo aprender el estilo porque muchos de ellos habían acudido a Francia a estudiar pintura tradicional. Y todo lo que era muy modero les asustaba”.

En un principio fue Mary Cassatt, la artista que formó parte de cuatro de las exposiciones impresionistas parisinas. “Es la única que podemos llamar verdaderamente impresionistas americana. Mantuvo una relación de estrecha amistad con el grupo, especialmente con Degas. Pero no fue influyente en los impresionistas americanos. Fueron Sargent y Whistler los que tuvieron seguidores: artistas jóvenes que quisieron conocerles”.

Americanos tras Monet

Una vez los impresionistas franceses conocieron el éxito, fue Monet quien acaparó la perenigración. Los artistas estadounidenses comenzaron a agruparse en el pequeño pueblo de Giverny, donde Monet construyó su célebre refugio de jardines, estanques de nenúfares y puente japonés.

“Incluso a Sargent le gustaba visitar a Monet. En tres años pasaron a ser un grupo de siete artistas estadounidenses a un grupo de 15 pintando en la villa”, dice Bourguignon. “Monet permanecía en su jardín, no quería enseñarles, ni estar junto a ellos. Y creo que lo que aprendieron de él es intentar mirar el cambio de luz, la atmósfera”. John Leslie Breck pintó toda una serie de cuadros inspirados en la obra de Monet.

Theodore Robinson fue otro de los artistas que planataba su lienzo junto al de Monet, que solo dejaba a un artista permanecer a su lado mientras trabajaba. Un día, Monet le dijo: “¿Por qué pintas tanto Giverny? Vuelve y pinta tu propio país”. Y así lo hizo.

En busca del paisaje impresionista americano

Robinson sufrió en el intento. Escribió en sus diarios que no encontraba algo bonito en su propio país. “Fue William Merrit Chase el primero que empezó a pintar Central Park y parques cerca de Brooklyn. Pequeños cuadros que luego envío a Francia y la gente descubría que Estados Unidos también tenía encanto”, explica Bourguignon. “Había un llamada de la prensa a los artistas, en el final de la década de 1890, a pintar su propio país. Tuvieron la decisión consciente de pintar EE.UU. usando el estilo moderno que habían aprendido. Le pasó a muchos artistas, como a Sorolla en España”.

Claire Durand-Ruel, bisnieta del marchante y comisaria habitual de exposiciones impresionistas, decía en una entrevista que el éxito del movimiento en todo el mundo se debe a su “colorismo, luminosidad y facilidad para el espectador”. Bourguignon sube la apuesta. “Creo que los americanos son todavía más alegres. En Francia, Degas pintaba en cafés, teatros, incluso escenas en el baño. Los americanos evitan todo lo que es urbano, peligroso o demi monde. Y es especialmente cierto cuando vemos lo que pintaron en EE.UU: parques, clase alta. No pintaron la pobreza o los inmigrantes”.

Organizada por el Musée des impressionnismes Giverny y la Terra Foundation for American Art, en colaboración con las National Galleries of Scotland y el Museo Thyssen, la exhibición ha podido verse ya en Giverny y Edimburgo.

Bourguignon no duda en cuál ha sido el mayor descubrimiento para el gran público. “John Henry Twachtman es una verdadera revelación. No es lo que pensamos cuando pensamos en Impresionismo. Fue capaz de tomar esas ideas y transformarlas”. Sus cuadros, pintados al aire libre, de paisajes soleados y nevados, dialogan con algunas obras de Manet, Monet, Morisot o Pisarro de la colección permanente del Thyssen. Una oportunidad única para conocer las ramificaciones del movimiento más popular de la historia del arte.