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Jean-Luc Godard, tutorial de uso y manejo

  • El veterano director de 84 años estrena Adiós al lenguaje
  • Consiguió el Premio Especial del Jurado en el último Festival de Cannes
  • Vuelve a situarse en los extremos más experimentales del cine

Por
Jean-Luc Godard, en el rodaje de 'Adiós al lenguaje'
Jean-Luc Godard, en el rodaje de 'Adiós al lenguaje'

FiCHA TÉCNICA

Título original: Adieu au langage

Año: 2014

Duración: 70 min.

País: Suiza

Director: Jean-Luc Godard

Guión: Jean-Luc Godard

Reparto: Héloise Godet, Zoe Bruneau, Kamel Abdelli, Richard Chevalier, Jessica Erickson

Cuando en el último Festival de Cannes se apagaron las luces para comenzar la primera proyección de Adiós al lenguaje, una voz gritó “Godard Forever!”. Una anécdota que ilustra la pasión cinéfila (a veces ciega) por el director francés de 84 años, junto a Jacques Rivette único superviviente de la Nouvelle Vague, cuya nueva obra podrá verse en tres salas españolas (Madrid, Barcelona y Málaga) a partir del 28 de noviembre. Eso sí, no ha aparecido un exhibidor que respete el 3D original.

Advertencia para no iniciados: Adiós al lenguaje, de 70 minutos, se asemeja más a algo que encontrarías en una sala vacía y perdida del MoMA proyectándose en bucle. Pero Adiós al Lenguaje es la obra de una leyenda, tal vez la que cuenta con mayor desproporción entre películas vistas/reconocimiento, ¿o existen seguidores con arrestos para ver toda su filmografía? En todo caso, el jurado de Cannes, compartiendo la pasión de aquel grito, le otorgoó el Premio Especial del Jurado, segundo en importancia tras la Palma de Oro. Era la primera vez que Cannes premiaba a Godard.

¿Es Adiós al lenguaje un Godard nuevo? No, es el de siempre. Pese al que el título tenga apariencia de testamento, encajaría en buena parte de sus películas. Porque Godard lleva revolviendo en las mismas obsesiones más de 50 años: destrucción de la gramática y sintaxis cinematográfica, experimentación de apariencia caótica, marxismo y mujeres.

Un cine de vocación rebelde y absolutamente intelectual en el sentido más francés: pretendidamente ininteligible. Tan personal que en ocasiones parece compartir un único emisor y receptor. Tan autoconsciente que, pese a los hallazgos, cabe preguntarse: ¿es la frangmentación del lenguaje cinematográfico el medio más apropiado para su cosmovisión nihilista?

Narcisismo y cine del 'yo pienso'

Que Godard siga reverenciado tiene todo el sentido. La sobredosis cinéfila de la segunda mitad del siglo XX se debe en buena parte a la pasión de Godard y sus camaradas que desde Cahiers du cinema alumbraron la 'Teoría del autor' para idolatrar a los directores de cine.

Más de medio siglo después, el propio Godard reflexionó sobre aquellos excesos: “Una de las herencias negativas de la Nouvelle Vague es la perversión de la teoría de auteur. El termino auteur ya no significa nada. El problema fue que insistimos en la palabra auteur, aunque deberíamos haber insistido en la palabra teoría”, declarara en un libro-entrevista de Laurent Tirard.

Para presentar Adiós al lenguaje, Godard ha elaborado un poema a modo de sinopsis que comienza así: !La idea es simple/ Una mujer casada y un hombre soltero se conocen/ Se aman, discuten, los puñetazos vuelan / Un perro está entre la ciudad y el campo". O, como alguien dice en la película: “Llegará un día en que todos necesitaremos un intérprete, aunque no sea más que para entendernos a nosotros mismos”.

Voz en off escupiendo citas

Aunque Godard se considere un anarquista cultural, gusta de arroparse de alta cultura. La voz en off de Adiós al lenguaje (la del propio Godard), incluye citas de Duchamp, Dostoyevski, Cocteau , Faulkner o Rodin. Aunque, como ya han detectado sus exégetas, juega al despiste atribuyendo a Monet una frase de Proust. Él mismo es el rey de la cita-boutade, como sus célebres “el travelling es una cuestión moral” o “Lo único que se necesita para hacer una película es una mujer y una pistola”.

En Adiós al lenguaje todo versa de la relación entre naturaleza y metáfora: la imposibilidad del lenguaje para reproducir la imagen. “Algo está pasando con el lenguaje”, dice Jean-Luc. Mientras, el perro protagonista, fascinado por una imagen de un tren que llega como aquella locomotora primigenia de los Lumiere, habita en un bosque (representación del mundo entero según una tribu india) y filosofa. ¿Es el propio Godard? Paso en falso. “No hay nada autobiográfico”, dijo a Le Monde.

Demolición de la gramática

Quizá derribar de un plumazo la tradición centenaria de coherencia narrativa y estudio psicológico de personajes no sea del todo difícil. “No hay leyes en el cine”o “¿Por qué hace falta una historia?” son frases de Pasión, su película sobre el rodaje de una película. En Adiós al lenguaje añade: “detesto los personajes”.

Lo más llamativo de Godard es que combina esa ambición absoluta con la chapucería visual, con el desorden como norma en su puesta en escena. Adiós al lenguaje indaga en esa técnica collage que mezcla texturas, que atomiza el audio, que destruye todo.

Su cine da la impresión de meterse en callejones sin salida una y otra vez, instalado en el postmodernismo desde hace 50 años. En todo caso, estaría atrapado en la paradoja que, citando a T.S. Elliot, Godard recordaba en Una banda aparte: “Todo lo nuevo es de hecho automáticamente tradicional”.

Marxismo y mujeres

Para un intelectual hetero de los 60 una cosa conducía a la otra (y viceversa). Las etapas de Godard están marcadas por sus parejas. Con la actriz Anna Karina (1961–1964) disfrutó su época desenfadada, mezclando su intelectualismo con la frescura de los primeros años de la Nouvelle Vague. Con Anne Wiazemsky (1967–1970) se introdujo en el maoísmo e ingenuamente pensó que unas películas experimentales podrían cambiar el mundo, aunque solo predicaba a los ya convencidos. Y con Anne-Marie Miéville renació su vocación… hasta ahora.

Nada queda del marxismo en Adiós al lenguaje, aunque una letanía repite “Abracadabra, Mao Tse-tung, Che Guevara”. Pero las mujeres, jóvenes y desnudas como siempre en sus cintas, no fallan. Mientras, el hombre permance sentado en el váter como pensador de Rodin.

¿Godard maestro?

Peso a su vocación de novedad y originalidad, su cine no ha generado una corriente. Si Godard es un maestro, ¿dónde están sus discípulos? Aunque su influencia se pude rastrear, fragmentada aquí y allá, como los cortes de planos de Al final de la escapada o la frescura de la voz en off, la gratuidad de sus planteamientos no ha germinado en herederos claros.

Tarantino llamó a su productora Band Apart en homenaje a Una banda aparte. Godard, que acostumbra a castigarle, no perdió la oportunidad en el vídeo-carta que envío a Cannes para compensar su ausencia en la rueda de prensa: “Tarantino no me interesa, es un sinvergüenza, un pobre chico. Bueno,... Él es feliz. Anteriormente era el tipo de gente que odiábamos”.

Puro Godard. Patológicamente a la contra. O como su mujer Anne-Marie Miéville dice que debería rezar su tumba: “Al contrario”.