Ascensores sin cables que funcionan por levitación magnética
- Utilizan levitación magnética para subir, bajar y desplazarse lateralmente
- Cuentan con las mismas medidas de seguridad que los ascensores convencionales
- Permitirían más libertad arquitectónica y edificios más accesibles y cómodos
Pasamos una buena parte de nuestras vidas dentro de unas cajas que cuelgan de cables: los ascensores. Este invento, que tiene ya más de un siglo, es considerado uno de los "medios de transporte" más seguros -por encima incluso de los aviones- en cuanto a accidentes por persona y distancia recorrida. Curiosamente, España tiene además el récord mundial de densidad de ascensores por habitante (más de 20 por cada 1.000), por encima de cualquier otro país. Cosas de la época del ladrillo que vienen de hace más de 50 años.
La esencia de un ascensor es bien conocida: una cabina, un cable del que cuelgan -en algunos modelos de baja altura, elevadores hidráulicos- y unas puertas automáticas que se abren y cierran en las diversas plantas que recorre arriba y abajo el ingenio mecánico. Su importancia es tal que el diseño de los edificios ha de tenerlos en cuenta desde su concepción. Pero ahora el grupo alemán ThyssenKrupp está planteando popularizar un nuevo tipo de ascensores que cambian algunas de estas ideas preconcebidas.
Haciendo uso de la levitación magnética las cosas pueden cambiar. Esta poderosa fuerza que repele de forma magnética a ciertos materiales se utiliza desde hace años en los trenes de alta velocidad y otros aparatos. Aplicada a los ascensores básicamente permite crear algo que suena muy futurista: cabinas que se muevan sin cables.
Pero además de subir y bajar la levitación magnética abriría una nueva posibilidad: los ascensores también podrían viajar lateralmente, de izquierda a derecha, adelante y atrás. Esto permitiría, por ejemplo, que moverse por edificios arquitectónicamente "diferentes" no fuera un engorro. Hoy en día la altura de muchos rascacielos está precisamente limitada por la velocidad y capacidad de los ascensores, que difícilmente pueden absorber el ajetreo humano y de materiales que hay en horas punta: si se ponen más ascensores para más gente se reduce el número de metros cuadrados útiles; si se ponen menos, la gente tarda demasiado en llegar a las diferentes plantas.
Y es que una de las limitaciones más obvias de un ascensor convencional es que solo cabe una cabina en cada hueco. Esto hace que haya que esperarlos pacientemente mientras suben y bajan. Esta limitación desaparecería con el nuevo diseño. O, quizá, con otras fórmulas como las del grupo Hitachi: llevan años trabajado en una idea que convierte los huecos en una especie de «cinta transportadora de cabinas» haciéndolos más eficientes, aunque hay cierta complejidad en sincronizar la circulación y movimientos de forma adecuada.
Pero la pregunta del millón es: ¿Y si no tienen cable, qué sucede si falla el mecanismo y el ascensor cae al vacío? Los que tienen algunos conocimientos técnicos saben que esto es prácticamente imposible: cada ascensor cuenta no con uno, sino con varios sistemas de seguridad para evitar una catástrofe: cables por duplicado y triplicado, frenos de emergencia si se detecta que están en caída libre, modos de seguridad en caso de fallo de fluido eléctrico o terremotos…
De hecho los accidentes más comunes hoy en día se deben a problemas con el mal funcionamiento de las puertas y a gente que se cae por el hueco del ascensor sin que esté allí la cabina, algo inusual pero que puede ocurrir por algún tipo de error técnico (muchos de esos accidentes suceden durante las obras o labores de mantenimiento, pero se contabilizan junto a los demás).
Lo que está claro es que en ciudades cada vez más pobladas, con precios desorbitados para los terrenos y construcciones verticales más y más altas los ascensores seguirán siendo una parte importante de nuestras vidas. Y si esta nueva tecnología llega a buen puerto puede suponer otra pequeña revolución en la forma en que entendemos las ciudades y sus edificios.