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La vida en una secta: "Controló mi pensamiento, mis hábitos, mis relaciones. Estuve presa"

  • Las sectas destructivas controlan al individuo en todos los ámbitos
  • Los especialistas hablan de unas 200 sectas de este tipo en España
  • Captación, adoctrinamiento y retención, las tres fases del adepto
  • La vulnerabilidad es el rasgo común de todos los que entran en ellas
  • Salir de una secta supone un tratamiento de entre uno y tres años

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LLEGA A LOS JUZGADOS EL FUNDADOR DE LA PRESUNTA SECTA DE OIA
Feliciano Miguel Rosendo da Silva, líder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, en los Juzgados.

Manipulación psicológica, control de la personalidad, ruptura de las relaciones afectivas anteriores, anulación de la crítica, control económico, explotación laboral, modificación de las relaciones sexuales y de los hábitos alimenticios y del sueño. Son algunas de las prácticas utilizadas en las sectas destructivas o coercitivas que provocan en los adeptos la dependencia total de ese grupo, normalmente de estructura piramidal, donde por encima de todo se sitúa la figura de un líder carismático autoproclamado.

La Red de Prevención del Sectarismo (RedUNE) y la asociación Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS) destacan estas formas de control en las sectas que "pueden llegar a controlarlo todo, abolutamente todo".

Así lo asegura Ana (nombre falso), que ha conseguido abandonar la secta en la que ha estado "presa" 14 años. En un momento de su vida, con 26 años, todo se vino abajo: ruptura de pareja, crisis existencial y laboral y problemas familiares. Fue carne de cañón para quien la captó, una amiga que la introdujo en una secta espiritual y terapeútica.

"Me sentía sola, triste, sin apoyos y al entrar allí pasé a estar muy arropada. De cada charla y de cada sesión de terapia que me daba el líder salía fortalecida. Me hizo sentir bien en un momento muy complicado para mi. Me repetía lo maravillosa y especial que era, me decía lo que yo quería oir", relata a RTVE.es esta actriz y cantante, que ahora tiene 46 años.

Poco a poco, con un trabajo que define como "minucioso, lento y muy cuidadoso" por parte del líder de la secta, fue saliendo de su entorno familiar y de amigos. Comenzó a trabajar en la empresa vinculada a la secta espiritual y cerró su círculo en torno al concepto de vida que le proponía quien para ella era el gurú a seguir.

"Entré en una microsociedad donde no tenía contacto alguno con nada que no estuviera vinculado a ese grupo. Solo las llamadas aisladas a mi madre me sacaban de esa realidad", cuenta.

Cada mes pagaba, como mínimo, 500 euros en concepto de charlas, talleres y seminarios que siempre impartía el líder, pero las cantidades fueron ascendiendo. Llegó a priorizar el pago de las "cuotas" a la mensualidad del alquiler.

Le costó 6.000 euros asistir a la ceremonia de iniciación espiritual bajo la tradición de los indios americanos, uno de los momentos culmen en el ritual sectario.

"Cuatro mujeres nos desnudábamos y bailábamos en torno al líder en estas ceremonias sagradas y le abrazábamos. Ahora lo pienso y es tan ridículo", explica esta exadepta. Asegura que nunca le invitó a practicar sexo, como en el reciente caso de la Orden y Mandato de San Miguel Arcangel, cuyo líder Feliciano Miguel Rosendo da Silva ha sido enviado a prisión por presunto abuso sexual, asociación ilícita y estafa.

"El objetivo principal es el objetivo del líder"

La Red de Prevención del Sectarismo y la asociación Atención e Investigación de Socioadicciones, perteneciente a la Federación Europea de Investigación sobre Sectarismo (Fecris), hablan de la existencia de unas 200 sectas coercitivas en España, aunque dicen que es difícil de cuantificar porque proliferan grupos cada vez más pequeños y "muy difíciles de identificar".

Desenmascarar las sectas con ayuda de los adeptos

"Son grupos en los que el objetivo principal es conseguir el objetivo del líder, sea el que sea, pero normalmente muy vinculado al beneficio económico", explica a RTVE.es la presidenta de la asociación Atención e Investigación de Socioadicciones y psicóloga clínica, Vega González.

Existen sectas religiosas, filosóficas, científicas, terapeúticas, esotéricas, satánicas, comerciales o de crecimiento personal, entre otras muchas. Estas últimas, las de ayuda o terapeúticas, son las que más aumentan, según el presidente de la Red de Prevención del Sectarismo, Juanxo Domínguez, quien cree que el 80-85% de estos grupos tiene esta "deriva sectaria destructiva" y "pueden llegar a controlar el día a día del adepto".

Tres fases: captación, adoctrinamiento y retención

"Controlan los afectos, el pensamiento, la alimentación, la sexualidad, el sueño...todo", coindice Vega González, que enumera las tres fases en la relación sectaria: la captación, el adoctrinamiento y la retención.

Las sectas coercitivas "agotan" física y psicológicamente al adepto para que la manipulación sea más efectiva. Así, según relata la presidenta de la asociación Atención e Investigación de Socioadicciones, en muchos de estos grupos les obligan a prescindir de determinados alimentos o a despertarse cada tres horas para rezar o meditar, lo que provoca una mala alimentación y que el sueño no sea reparador.

Además de imponer un cambio de vida radical, usan las denominadas “bombas de amor”, muestras constantes de cariño, abrazos, besos, caricias y mensajes constantes que buscan que el nuevo seguidor se sienta arropado, querido y en una "falsa seguridad psicológica" para que no necesite a su antiguo entorno.

"Demonizan a la familia, a los amigos y a la sociedad en general. El líder es el poseedor de la verdad y el único que puede resolver lo que nos pasa. Repetía constantemente: 'Es más importante la familia del alma que la familia de la sangre", señala Ana, que llegó a "despreciar" a todo aquel que no perteneciese a su secta.

En la fase del adoctrinamiento se centran en el "lavado de cerebro". En la última fase de la retención, cuando el adepto ya vive en una "realidad paralela", el líder puede pedir dinero o cometer abusos sexuales, que no son vistos como tales en las víctimas.

"En estas sectas cambian el esquema de las relaciones sexuales sanas. Relativizan y reinterpretan el sexo hasta el punto de que si el líder pide una felación esto no se percibe como un abuso, sino como que el adepto es el elegido porque tiene un don", asegura a RTVE.es Vega González.

Los adeptos aceptan lo indecible. No ven los abusos sexuales como tal

Miguel Perlado, psicoterapeuta especializado en dinámicas de sectarismo y abuso psicológico, explica que son personas tan debilitadas psicológicamente que "aceptan lo indecible". "Se endeudan para dar grandes cantidades de dinero y en los casos de los abusos sexuales, no lo consideran una humillación, sino una forma de evolucionar junto al líder", explica. En las sectas, añade, el fin siempre justifica los medios.

Ana afirma que el líder le decía cuándo podía o no tener relaciones sexuales con su pareja, a quien conoció dentro de la secta y con quien tuvo un hijo. Ver a su pequeño en "ambientes extraños" y rodeado de gente desnuda y tomando drogas alucinógenas como la ayahuasca en las ceremonias fue una de las señales de alerta que le hizo plantearse, hace dos años, qué estaba haciendo con su vida.

La expresión máxima de la manipulación psicológica está en llevar a alguien a su muerte de forma voluntaria. En España no se ha dado ningún caso de suicidio colectivo vinculado a una secta. El mayor suicidio colectivo de la historia fue en 1978 cuando más de 900 personas se suicidaron con veneno siguiendo las directrices del líder Jim Jones en EE.UU. Más reciente, en 2000, más de 800 seguidores de la secta ugandesa de Joseph Kibweteere se encerraron en una iglesia, tapiaron las ventanas y se prendieron fuego.

La vulnerabilidad, el rasgo común de los adeptos

Los expertos señalan que "cualquiera" puede entrar en una secta destructiva "en un momento concreto de su vida" en el que la vulnerabillidad ocupe un papel protagonista.

No hay perfiles concretos, dicen. Hay adeptos de todas las clases sociales, de todos los niveles culturales y educativos y de todas las religiones e ideologías. El único rasgo común es que la gran mayoría de las personas que se vinculan a una secta destructiva lo hacen en momentos de crisis en sus vidas.

Cualquier persona puede entrar en una secta en un momento puntual

El doctor Perlado asegura que la muerte de un familiar, una ruptura de pareja, el paro, la soledad, la insatisfacción o la desesperación pueden llevar a una persona a buscar una "nueva ilusión". "Quieren sentir que han encontrado un nuevo lugar y aquí la figura del captador manipulador ataca directamente", añade.

Vega González considera, además, que las personas sumisas, dependientes, ingenuas e idealistas tienen mayor propensión a ser captados.

Los expertos explican que normalmente es un familiar o un amigo el que introduce a un nuevo adepto en este tipo de grupos, por lo que la percepción del riesgo o peligro es mucho menor. Se les llama "cazadores" a los que introducen en el grupo sectario a nuevos fieles. El anonimato que ofrece internet también convierte a la red en herramienta básica de captación.

Más de un año de tratamiento después de salir de una secta

Los psicólogos hablan de un tratamiento que puede ir de uno a tres años para recuperarse después de dar el paso de abandonar una secta.

Explican que muchos ni siquiera salen de ella por el convencimiento propio de que es algo destructivo para su vida, sino que son expulsados del grupo tras obtener el líder el rendimiento que buscaba.

González resalta que en el 99% de los casos son los familiares los que acuden a pedir ayuda. "Son personas anuladas, desorientadas, sin confianza, con gran sentimiento de culpabilidad y sin relación con su antiguo entorno. Y en muchos casos, arruinadas", apunta la psicóloga clínica.

"Hemos tratado a personas que nos han dicho que es más fácil dejar las drogas que salir de una secta", relatan desde la Red de Prevención del Sectarismo, donde ofrecen asesoramiento jurídico y ayuda terapeútica y psicológica.

Ana cuenta cómo su hermana, a pesar de que perdió el contacto con ella, le mandaba mensajes de vez en cuando en los que le alertaba de dónde había entrado, pero nunca le hizo caso. Ahora ha recuperado a su familia y a algunos de sus viejos amigos. "Me han perdonado pero les hice mucho daño", lamenta.

Su lucha ahora es ayudar tanto a su expareja y padre de su hijo como al resto de personas que siguen dentro para que "puedan salir del agujero" y asegura, convencida: "Fuera hay una vida. Una vida libre".