Las presidenciales de Túnez cierran un ciclo marcado por una creciente polarización
- Los comicios son reflejo de la creciente polarización entre laicos e islamistas
- Eligen entre Beyi Caid Essebsi (vencedor en la primera vuelta) y Moncef Marzuki
- La campaña ha sacado a relucir viejos demonios que parecían superados
Los 3.682.000 tunecinos inscritos en el censo electoral votan este domingo en la segunda y definitiva vuelta de las elecciones entre los dos candidatos a la presidencia, en otro reflejo de la creciente polarización del país entre laicos e islamistas.
La campaña electoral de estas presidenciales ha sacado a relucir viejos demonios y miedos que las élites políticas parecían haber superado gracias al diálogo nacional y al consenso que permitió consagrar la nueva Constitución en enero pasado.
En total, hay unos 11.000 colegios electorales, que permanecerán abiertos desde las 08:00 hasta las 18:00 horas para que los votantes puedan elegir entre Beyi Caid Essebsi (88 años, representante del laicismo) y Moncef Marzuki (66, apoyado por los islamistas).
Los horarios de voto se verán reducidos en 126 centros de votos de las regiones fronterizas con Argelia de Kaserín, El Kef y Yenduba, donde es frecuente la actividad de grupos terroristas, en los que se limita de 10:00 de la mañana a 15:00 horas locales.
Los colegios electorales cuentan con numerosa presencia de las Fuerzas Armadas y de la policía, que impiden el acceso en automóviles, entre otras medidas de seguridad decididas por el Gobierno después de las amenazas de un grupo terrorista salafista de cometer atentados hoy.
La cartografía electoral de la primera vuelta muestra un país dividido entre el norte, donde parece imponerse el modelo laico impulsado por Beyi Caid Essebsi, y el sur, mayoritariamente partidario del presidente saliente, Moncef Marzuki, y favorable a los islamistas del partido Al Nahda.
El candidato favorito vencedor de la primera vuelta, Essebsi, con 88 años, ha conseguido crear un movimiento político original, Nidá Tunís, que reintegra a adeptos del antiguo partido del dictador Zín El Abidín Ben Alí, derrocado en la revuelta de 2011 que dio origen a las llamadas “primaveras árabes”.
Recomposición del régimen de Bel Alí
Ahora estos "benalistas" se han disuelto en una nueva familia donde caben sindicalistas, comunistas y liberales, que carecían hasta hace poco de una maquinaria política para hacer frente a los disciplinados islamistas de Al Nahda.
En el otro lado, Marzuki ha logrado desde la primera vuelta reencarnar "la defensa de las esencias de la revolución" entre las bases de las diferentes familias del islam político tunecino, reagrupando a proislamistas y a seguidores antisistema de los medios desfavorecidos del sur y de las regiones desheredadas del interior del país.
Los votantes de Marzuki sospechan que la llegada de Essebsi al palacio de Cartago hará irreversible una "restauración autoritaria" que temen desde julio del 2013 tras el segundo asesinato político, el líder laico Mohamed Brahmi, atribuido a los islamistas.
Temen que Essebsi se haga con las riendas del Ejército, la Guardia Presidencial y de los servicios de información de la presidencia, lo que, con la formación del nuevo Gobierno también encabezado por Nidá Tunís, le daría además el omnipotente Ministerio de Interior, es decir: todos los resortes del poder.
Nidá, que canaliza a su favor a grandes sectores de la prensa, de empresarios y de desengañados de la "Troika" que gobernó los últimos tres años (con Al Nahda a su cabeza), ha formado así una coalición "contrarrevolucionaria", según opinan algunos simpatizantes de Marzuki.
Estos miedos son azuzados además por declaraciones incendiarias del propio Marzuki, cuando dijo: "Si no gano, es que las elecciones son fraudulentas".
Norte-Sur
El temor a la figura del jefe de Estado, forjado durante más de 50 años de presidencias vitalicias y autoritarias, ha reabierto heridas del pasado encabezadas por la erradicación brutal del movimiento islamista bajo Ben Alí al inicio de la década de los noventa.
A esto se une la reaparición de la antigua rivalidad entre las élites establecidas de la capital y la región industrial, Sfax, por un lado, y las emergentes del sur y del interior, por el otro.
Para el analista internacional Michel Ayari, "las inquietudes sobre el retorno de la dictadura y la represión, y la consagración de la fractura Norte-Sur, están sobre el tapete", por lo que aconseja que "el vencedor del primer escrutinio presidencial libre y pluralista de la historia deberá reconocer las inquietudes del electorado que haya apoyado al vencido".
Por otra parte, los analistas consideran que de los resultados de la segunda vuelta de mañana también dependen los cálculos políticos relativos a la formación del futuro Gobierno, las negociaciones sobre el cual están aparentemente paralizadas a la espera de lo que suceda este domingo.
Los resultados aclararán también la capacidad del país para acabar su transición y construir un nuevo régimen que deberá contener o relajar las divisiones ideológicas, sociales y regionales para consolidar la democracia.
La victoria de Essebsi aseguraría a su partido una unidad interna que facilitaría una alianza "de unidad nacional" con Al Nahda, idea aún rechazada por gran parte de su electorado, que votó "antiislamismo", según opinan dirigentes de Nidá.
Si esa alianza no cuaja, Al Nahda encabezará la oposición, desde la que puede optar entre continuar con la polarización o bien dedicarse a arreglar sus disidencias ideológicas internas para pasar de un movimiento islamista a un partido musulmán conservador y concentrarse en las próximas citas electorales, regionales y municipales, de 2015 y 2016.