Las elecciones en Grecia reavivan el debate sobre una solución definitiva a su problema de deuda
- Tanto Syriza como los conservadores pedirán condiciones más favorables
- Su endeudamiento supone el 177% del PIB, muy por encima del 130% de 2010
- Casi el 80% de la deuda del país está en manos de la troika (UE, BCE y FMI)
- Los socios europeos, predispuestos a perdonar intereses y alargar plazos
Sea cual sea el desenlace de las elecciones del domingo en Grecia, el gobierno resultante intentará negociar con sus acreedores de la troika un alivio a la deuda del país, que ronda ya el 177% del PIB (en 2010 era del 130%) y es una de las más altas del mundo desarrollado.
Así lo asumen las autoridades de la UE y la mayoría de los analistas, conscientes de que el grado de exigencia de esa petición dependerá del vencedor: si gana Syriza, intentará renegociar las condiciones de la deuda, así como los recortes y reformas impuestos, mientras los conservadores solo solicitarían cierta suavización en los pagos a sus acreedores de la troika (integrada por UE, BCE y FMI).
Los socios europeos parecen predispuestos a cierta flexibilización en los intereses y los plazos de los pagos, pero siempre a condición de que continúen las reformas exigidas hasta ahora.
Sin embargo, Syriza ya ha dicho que -si gana- cambiará el rumbo y que las reformas aplicadas hasta ahora –que han derivado en drásticos recortes sociales- se sustituirán por otras como la lucha contra el clientelismo y la corrupción, y una política de inversiones que sirva para impulsar el crecimiento y crear empleo.
La deuda, impagable con la economía actual
“La deuda de Grecia es impagable. Lo único que se ha hecho hasta ahora es mover la pelota hacia delante. Si una economía pierde y casi nunca gana, su deuda no se puede pagar”, señala a RTVE.es Jaime Díez, analista de X-Trade Brokers.
Para poder pagar el total de la deuda, Grecia tendría que registrar superávits primarios (saldo entre ingresos y gastos antes del pago de los intereses de la deuda) del 7,2% todos los años hasta 2030, según los cálculos de los economistas Barry Eichgreen y Ugo Panizza. Y todo el mundo coincide en que eso no se va a lograr con la actual estructura económica del país y, menos aún, en el actual contexto económico internacional.
Además, como explica a RTVE.es Pedro Aznar, profesor del departamento de Economía de ESADE, “cuando un país tiene deuda muy elevada, tiene que ir refinanciándola: cuando vence la deuda, se pide un nuevo préstamo para pagarla. Así se puede mantener el valor nominal de la deuda si se van pagando los intereses de los préstamos, y eso podrá pagarse si existe crecimiento económico. En Grecia, la deuda será sostenible mientras el mercado u otros países estén dispuestos a prestarle para ir refinanciando”.
Pero el problema heleno es que los engaños gubernamentales sobre el gasto y el endeudamiento del país que desencadenaron la crisis en 2010, dispararon la desconfianza de los inversores –con la consiguiente subida de intereses- y llevaron a que la UE marcara unas duras exigencias para prestarle ayuda, unos recortes y reformas que han agravado la recesión griega.
Rescates con elevado coste social
Desde el primer rescate en 2010, la economía griega ha perdido más de un cuarto de su tamaño, la producción industrial se ha desplomado un 30%, la economía está en deflación técnica desde febrero de 2014, las rentas de los ciudadanos se han hundido un tercio, a muchos trabajadores no se les paga su salario, uno de cada cuatro griegos están en paro (uno de cada dos si analizamos el colectivo de menores de 25 años), familias enteras sobreviven con las varias veces recortadas pensiones de sus mayores, miles de personas acuden a los bancos de alimentos y los hospitales sufren escasez de medicinas.
A mediados de 2013, el FMI reconoció que “una reestructuración de la deuda más temprana habría reducido el coste del ajuste en el país y habría permitido que la contracción de la economía fuera menos dramática. El retraso permitió a los acreedores privados reducir su exposición y deslizar su deuda en manos públicas”.
Además, la mayor parte de los dos rescates de Grecia se ha destinado a pagar esas deudas. Según Macrópolis, un instituto griego de análisis, casi la mitad del total de esos préstamos se ha dedicado a pagar intereses.
"Los rescates se han prestado para garantizar la estabilidad del sistema financiero, para garantizar que los bancos de otros países no pierdan, mientras que los ajustes los ha pagado la población. Pero hay que preguntarse qué habría pasado si no hubiera habido rescates... También habrían sufrido los ciudadanos por las consecuencias de la salida del euro", explica Pedro Aznar.
Según el analista de X-Trade Brokers, “las medidas aplicadas en Grecia no están sirviendo y eso será así mientras la base económica del país no cambie”.
“Hay que dejar de consumir tanto y exportar más, y los bienes que se exporten deben ser de calidad, de alto valor añadido, para obtener más ingresos que con sus motores actuales, el turismo y la agricultura. Además hay que acabar con la economía sumergida, lo que en parte implica un factor cultural, y eso no se cambia con una ley, sino con un período de 30 a 40 años para conseguir que el Estado, las empresas y las familias dejen de pensar que se puede pedir prestado para hacer cualquier cosa”, añade Díez.
El reparto de una deuda que no deja de aumentar
Grecia debe ahora casi 230.000 millones de euros a sus socios europeos (142.000 millones al fondo de rescate temporal, 53.000 millones por préstamos bilaterales de Estados de la eurozona, 27.000 millones por los bonos en manos del BCE y otros bancos centrales del euro) y otros 24.000 millones al FMI, con lo que la troika posee cerca del 80% del total de la deuda helena, que roza los 320.000 millones de euros.
Aparte de la deuda en manos públicas, el país heleno debe unos 68.260 millones de euros a bancos de todo el mundo (tanto en deuda pública y privada como en derivados y otras garantías), según los datos del Banco Internacional de Pagos (BIP) correspondientes a junio de 2014. Esa cantidad supone menos de la mitad de lo que tenía la banca internacional cuando empezó la crisis griega en 2010.
Mediado el año pasado, la banca europea absorbía el 71% de esa exposición bancaria y, solo la alemana, el 39%. Así, los bancos germanos son los que menos han reducido su tenencia de deuda helena (-15%), mientras que los franceses, italianos, belgas, irlandeses y portugueses la recortaron en un 90%. Las entidades financieras españolas rebajaron en un 53% su exposición a Grecia, hasta dejarla en junio pasado en 372 millones de euros, según los datos del BIP.
El órdago de Syriza
Syriza, la formación política a la que los sondeos electorales dan como vencedora de los comicios de este domingo, ha asegurado que pagará a esos acreedores privados, la mayoría de los cuales asumieron una quita en 2012 que redujo en 100.000 millones la deuda griega de ese momento.
El líder de ese partido, Alexis Tsipras, mantiene que sí tratará de renegociar las condiciones de los dos rescates recibidos de sus socios de la eurozona y asegura que las únicas medidas de su programa que aplicará sin negociación con ellos serán las destinadas a hacer frente a la crisis humanitaria, que costarían 2.000 millones de euros, según sus cálculos.
Así, Syriza propone convocar una conferencia internacional para abordar el problema de la deuda en la zona euro –“de forma global, no solo para Grecia, y a largo plazo”, como ha explicado el director del equipo económico del partido- y menciona como ejemplo la celebrada en Londres en 1953, que condonó la mitad de la deuda acumulada por Alemania en las dos guerras mundiales.
Pero esa propuesta divide a la UE: por el momento, Irlanda se ha mostrado favorable (sería otro de los países beneficiados), mientras que Finlandia ha rechazado rotundamente cualquier tipo de quita. Además, la mayoría de los europeos quiere evitar la comparación con lo sucedido con la República Federal de Alemania y tampoco quiere hacer visible todo el dinero público prestado a los países de la eurozona (en el caso de Grecia, España suma más de 25.000 millones de euros entre créditos bilaterales y aportación a través del fondo de rescate).
Para evitar esa visibilidad de las negociaciones, existe la alternativa de negociar a través del Club de París, una asociación informal que agrupa desde 1956 a los principales acreedores mundiales (entre los que están las nueve mayores economías del euro, incluida España) y que ya ha sacado adelante reestructuraciones de deuda de 90 países.
Advertencias desde la UE
Ante la intención mostrada por Syriza, se han multiplicado las advertencias desde las instituciones de la troika y, sobre todo, desde Alemania.
La directora gerente del FMI ha avisado de que una reestructuración de la deuda griega tendría consecuencias en cuanto a condiciones al país y confianza en él. Desde el BCE, se ha advertido de que solo dará liquidez a los bancos helenos si el país se mantiene dentro de un programa de asistencia de la zona euro.
Por su parte, la canciller alemana y su ministro de Finanzas han reiterado que el Gobierno que salga de las elecciones tendrá que respetar lo pactado hasta ahora, y al mismo tiempo, la prensa germana ha dejado caer que una salida de Grecia del euro (algo que no defiende Syriza) sería asumible ahora para Berlín, porque las nuevas herramientas creadas en la unión monetaria frenarían el efecto contagio que paralizó al bloque en 2012.
Esa salida griega tendría como consecuencia “la debilidad de la eurozona porque detrás puede venir otro país”, advierte Díez.
En cuanto a la suerte que correría Grecia, Pedro Aznar añade que “el valor de su nueva moneda caería en picado, lo que ayudaría a la exportación, mientras que las deudas pública y privada se multiplicarían: si la divisa se deprecia un 30% frente al euro, el valor de la deuda se disparará un 30%, por lo que se produciría una suspensión de pagos y habría que hacer una fuerte quita. Así, sería un problema para Grecia, pero también para sus acreedores”.
Lo que Europa está dispuesta a ceder
Los gobiernos europeos parecen dispuestos a suavizar las condiciones de los pagos –tanto en intereses como en plazos de pagos-, tal y como consensuaron después de un tormentoso Eurogrupo en noviembre de 2012.
Así, según un informe del Instituto Bruegel, la deuda helena podría rebajarse en 31.700 millones (17% de su PIB) si se suprimiesen los intereses de los préstamos bilaterales y se prolongase 10 años el período de amortización de esos créditos nacionales y de los del fondo de rescate (que ya tienen, en algunos tramos, vencimientos para 2054).
Con estas medidas, el estudio afirma que los acreedores no tendrían ninguna pérdida y recuerda que, “en contra de lo que afirman algunos medios de comunicación, los prestamistas europeos no han sufrido todavía ninguna pérdida en Grecia”.
Ese alivio de la deuda sería “un mañana veremos”, según Jaime Díez, o “una huída hacia delante”, según Pedro Aznar, cuyo éxito dependería de la mejora económica de la eurozona y de Grecia. Tampoco es suficiente para Syriza, que aspira a una condonación de al menos un tercio de la deuda griega e insinúa que podría suspender el pago a la UE para forzarla a negociar algo mejor, apoyada en que su actual superávit primario permitiría a Grecia financiarse sin ayuda exterior hasta el próximo julio, cuando vence el grueso de la deuda de este año.
“Si Grecia deja de pagar a la UE de forma unilateral, sufrirá un ajuste económico muy brusco y, aunque siga pagando a los inversores privados, el mensaje que lanza llevará al mercado a no fiarse y no prestarle más”, señala el analista de X-Trade Brokers.
El tabú de la mutualización de deuda
La propuesta más ambiciosa que los políticos y economistas más europeístas han puesto sobre la mesa trataría de resolver el problema de la deuda en el conjunto de la zona euro, al mutualizar en un fondo común todas las deudas nacionales que sobrepasen el límite del 60% del PIB y amortizarlas entre todos durante 25 años.
Así se conseguiría un interés medio inferior al que pagan los países más débiles (como Grecia, Portugal o Italia), pero superior al que están pagando países como Alemania. El Parlamento Europeo ya se mostró a favor de esa vía en junio de 2012, aunque en ese momento se preveía dejar fuera a los países que ya había sido rescatados.
Según Pedro Aznar, “un alemán dirá: hemos cumplido nuestros compromisos, también hemos hecho sacrificios –en la época de bonanza, los salarios y pensiones germanas no crecieron como en otros países europeos-, y ahora pagamos la deuda de otros. Es lo que en economía se califica como ‘enviar un incentivo moral erróneo’: un gobierno puede comportarse de forma equivocada porque luego se paga entre todos”.
Aunque ese mismo profesor de ESADE admite que se trata de un debate “muy complicado, en el que no se puede apuntar como responsable a un solo país”, ya que “también es cierto que esos países fuertes se han beneficiado con la financiación a los países más débiles”, primero, a través de préstamos a costes elevados, y segundo, porque ese dinero se empleaba en gran medida para comprarles productos a ellos.