Abdalá bin Abdelaziz, el monarca absoluto que sobrevivió a la primavera árabe e inició reformas
- Fue un firme aliado de Estados Unidos
- Se empeñó en contarrestar la influencia de Irán en Oriente Próximo
- El régimen sigue sin respetar los derechos humanos
El rey de Arabia Saudí, Abdalá ibn Abdelaziz al Saud, ha fallecido este viernes en Riad a la edad de 90 años afectado por una neumonía que le dificultaba la respiración.
Aliado de Estados Unidos, partidario del acercamiento a Occidente y enemigo de Irán, con el que Arabia Saudí compite por el liderazgo en Oriente Medio, durante su reinado accedió a algunas tímidas reformas en materia política en un reino ultraconservador con un largo historial de violaciones de los derechos humanos, especialmente en lo referente a libertad de expresión y derechos de la mujer.
Hijo del fundador de la dinastía
Hijo del rey Abdelaziz ibn Saud, fundador de la dinastía, lo mismo que sus antecesores (Saud, Faisal, Jaled y Fahd), Abdalá fue nombrado en 1962 jefe de la Guardia Nacional.
Trece años después, en 1975 el rey Jaled añadió al cargo el de vicepresidente segundo del Consejo de Ministros.
Más tarde, en 1982 el rey Fahd le designó príncipe heredero. El 1 de enero de 1996, tras ser hospitalizado por un derrame cerebral, asumió el control de los asuntos de Estado y en 2005, a la muerte de Fahd, le sucedió en el trono.
Abdalá ha sido sustituido por otro de sus hermanos, Salman bin Abdelaziz al Saud, nacido en 1935 y que hasta ahora ocupaba los cargos de viceprimer ministro y titular de Defensa.
Abdalá era amigo personal del rey Juan Carlos I, con el que compartía visitas de estado y vacaciones en Marbella. Durante su reinado, empresas españolas consiguieron la concesión de la construcción del AVE de Medina a La Meca.
Aliado de Estados Unidos y enfrentado a Irán
La política exterior de Abdalá ha estado caracterizada por tres grandes líneas: mantener la alianza con EE.UU., forjada entre su padre y el presidente de EE.UU. Franklyn Delano Roosevelt; competir con Irán por el liderazgo de Oriente Medio y garantizar la unidad y la estabilidad de las monarquías del Golfo.
En marzo de 2013, soldados saudíes constituyeron el grueso de las tropas enviadas por el Consejo de Cooperación del Golfo para sostener al Gobierno de Baréin frente a las protestas de la mayoría chií.
Más tarde, aconsejó a la administración de Obama a tomar una posición más determinante contra el gobierno sirio de Bachar al Asad, aliado de Teherán, mientras armaba a los rebeldes sirios, en su mayoría suníes.
En el Líbano, Abdalá apoyó también a los suníes contra Hezbolá, aliado de Irán, mientras mantuvo una posición de dureza contra la República Islámica en lo concerniente a su programa nuclear.
Arabia Saudí promociona en el exterior el wahabismo, una escuela fundamentalista del Islam que se convirtió en la ideología oficial de la dinastía practicamente desde su nacimiento. Su apoyo a grupos islamistas suníes no ha impedido a Abdalá apoyar incondicionalmente el golpe de estado en Egipto en 2013 contra los Hermanos Musulmanes, o sumarse a la coalición liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico en Siria e Irak.
Entre los asuntos que deja pendientes, destaca la resolución del conflicto palestino-israelí. En 2002, Abdalá presentó una propuesta de negociación en la que se ofreció a Israel la normalización de relaciones con los países árabes a cambio de la retirada completa de los territorios ocupados. La iniciativa saudí fue adoptada por la Liga Árabe en 2007 pero ha quedado en el tintero.
Limitadas reformas internas
En 2011, la "primavera árabe", que puso en jaque a los regímenes totalitarios de varios países árabes de la región, obligó a Abdulá a introducir algunos cambios en política interior, en un país donde más de la mitad de la población (sobre un total de 20 millones) está por debajo de los 25 años.
La revuelta que sacudió Túnez, Egipto, Libia y otros países le sorprendió recibiendo atención médica en el extranjero. A su vuelta, prometió ayudas sociales y subsidios, y convocó elecciones (solo para hombres) a los consejos locales, las únicas permitidas en el reino.
Abdelaziz fue el único de la familia Saud al que se conocen contactos con la oposición integrista interna, que rompió con la Casa Real después de que esta permitiera el establecimiento de tropas estadounidenses en su suelo para invadir Irak durante la primera Guerra del Golfo. Desde entonces se han producido algunos atentados contra intereses extranjeros en el interior del país.
Hay que recordar que el fundador de Al Qaeda, Osama bin Laden era saudí, como lo eran la mayoría de los autores de los atentados del 11-S.
Bajo Abdulá, el régimen saudí ha reprimido a la minoría chií de las provincias orientales y a quienes, en opinión de los jueces, han sobrepasado las estrictas limitaciones de la libertad de expresión. El último de ellos, el bloguero Raif Badawi, condenado a 10 años de prisión y 1.000 latigazos por crear un sitio web opositor.
Gestos hacia las mujeres
La situación de sumisión de la mujer en Arabia Saudí es otro caballo de batala de las ONG internacionales. Las mujeres saudíes no pueden viajar, tener trabajos remunerados, cursar estudios superiores ni casarse sin el permiso de un tutor varón, como recuerda Amnistía Internacional.
Tampoco pueden conducir, lo que ha motivado una campaña interna de desobediencia y protestas que ha tenido amplio eco internacional.
La discriminación de la mujer en la sociedad saudí ha tenido incluso reflejo en el ámbito privado del monarca: cuatro hijas de Abdalá lanzaron en 2014 una llamada de auxilio tras 13 años sin poder salir del palacio real.
Sin embargo, Abdalá ha tenido también gestos inéditos en el país: nombró una viceministra en 2009; ha dado a las mujeres asiento en el Consejo de la Shura, una cámara consultiva designada por el propio rey, y prometió que las mujeres podrían votar a los Consejos Municipales en 2015.
Además, atletas saudíes compitieron por primera vez en los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, y un pequeño número de mujeres ha recibido licencia para desempeñar trabajos retribuidos, incluso como abogadas. En la universidad que lleva el nombre del rey fallecido, hombres y mujeres comparten aulas.