Actores grandes para papeles de todos los tamaños
- Las interpretaciones masculinas se presentan este año más sugerentes
- Javier Gutiérrez, Raúl Arévalo, Luis Bermejo y Ricardo Darín, aspirantes
- Entre los secundarios, Karra Elejalde y José Sacristán parten como favoritos
- Jesús Castro, David Verdaguer, Israel Elejalde y Dani Rovira, actores revelación
- Consulta todos los nominados a los Premios Goya 2015
Por una vez, y sin que sirva de precedente, las interpretaciones masculinas del cine español de este año. Ya es una particularidad casi insólita que dos actores de una misma película compitan entre sí en la misma categoría, como pasa con Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo, que comparten protagonismo en La isla mínima.
Ambos tienen a sus espaldas carreras incontestables que les habilitan y legitiman entre los grandes de la profesión, pero quizás el trabajo de Javier Gutiérrez contenga en esta ocasión unos quilates más que el de su compañero, seguramente porque su personaje, el del policía de turbio pasado, superviviente de los estratos más oscuros del franquismo, tenga más a lo que agarrarse, una espesura que le permite insinuar sus miedos y sus resentimientos sin necesidad de expresar directamente lo que atenaza su estómago o despierta en él una sed insaciable.
Raúl Arévalo es el complemento perfecto en su interpretación de un policía de la nueva hornada en aquel año ochenta en el que transcurre la película, de hombre joven concentrado en su trabajo, apartado de su inminente paternidad, obligado a sostener un doble juego equidistante entre una imprescindible confianza profesional y la intranquilizadora sospecha de lo peor. Uno y otro funcionan como un único mecanismo perfectamente sincronizado avanzando entre el laberíntico paisaje moral de ese pueblo de caciques sempiternos y placeres inconfesables, en consonancia con la orografía casi africana de las marismas.
Los otros dos nominados quedan en cierto modo eclipsados por esa doble presencia de los protagonistas de La isla mínima. De una parte, Luis Bermejo, que encarna en Magical Girl a un pobre hombre normal y corriente, un profesor en paro, enredado en una peripecia insospechada por intentar satisfacer el deseo de su hija aquejada de leucemia, un hombre solo que reconvierte su vulgaridad en una fuerza inesperada, mezcla de perplejidad y desesperación, confrontado por el destino y el azar a la atracción fatal de la enigmática mujer que encarna Barbara Lennie, reinventado en una nueva dimensión de si mismo, seducido no tan ingenuo como aparenta, improvisado chantajista por un buen fin, que parece cogerle el gusto a la eficacia de esos mecanismos marrulleros con los que doblega voluntades y descubre su propio valor para enfrentarse dialéctica y violentamente a quién se interponga en su camino. Como todo en la película de Carlos Vermut, la interpretación de Luis Bermejo es puro minimalismo, encapsulada en una apariencia casi imperceptible que deja surgir el magma de sus emociones por los resquicios de su contenida gestualidad.
En el otro extremo se sitúa Ricardo Darín, como protagonista de uno de los seis episodios que componen la energética Relatos salvajes, que además juega por partida doble en la liga de las películas de ficción de producción española y en la de las Iberoamericanas. Poco o nada nuevo puede decirse de este actor magnético, capaz de aportar equiparable credibilidad a un galán seductor que al más perverso de los malvados, dotado igualmente para encarnar, como aquí, la airada normalidad de un hombre cualquiera, la indignación tan compartible del ciudadano de a pie maltratado, ninguneado, pisoteado, por la inconmovible maquinaria burocrática de la administración, en la situación sangrante de intentar recuperar su automóvil, incautado por la grúa por aparcar en un lugar de la vía pública en el que la pintura de la prohibición de estacionar se ha desdibujado.
Darín concita la solidaridad del espectador en su condición de contribuyente, de amoroso padre que intenta llegar a tiempo con la tarta de cumpleaños de su hija, de marido sospechoso de irresponsabilidad, pero sobre todo de su ánimo vengativo como dinamitero profesional, materializando lo que a casi todos se nos ha pasado alguna vez por la imaginación. En su contra juega la duración de su presencia en pantalla, compartida sucesivamente con Leonardo Sbaraglia, sobre todo, con Dario Grandinetti y los demás componentes del reparto, sobresalientes cada uno en sus respectivos capítulos.
Veteranos a por el Goya de reparto
En el apartado de las interpretaciones de reparto todo se presenta de manera muy diferente. Las opciones están muy repartidas pero a priori hay dos nominados de evidente peso específico por distintas razones. José Sacristán acapara misterio y solidez en su personaje de maestro ligado de por vida, por oscuras razones, a la figura de una de sus antiguas alumnas en Magical Girl. A su favor juega el de no haber conseguido nunca el Goya en esta categoría y a su favor de haberlo conseguido en la categoría mayor, la de interpretación masculina protagonista, hace nada por su trabajo en El muerto y ser feliz.
Karra Elejalde, que siempre está a la altura, incluso a veces por encima, de los papeles que le caen en suerte, borda un extenso personaje de comedia, el de padre de la novia, en la popularísima Ocho apellidos vascos, emotivo y atrapado en sus contradicciones, decidido a reconquistar el corazón de su hija, aunque sea al precio de rebajar el listón de sus exigencias abertzales frente al sevillano que encarna Dani Rovira o de consolar su soledad con Carmen Machi. Premiarle a él sería como tender un puente de entendimiento entre los gustos de la Academia y los de los espectadores de a pie.
Antonio de la Torre siempre cuenta entre los grandes y en su participación en La isla mínima cumple de sobra con su atormentado y complejo personaje de padre de las niñas desaparecidas, pero su presencia en pantalla es demasiado escueta respecto a la de la mayoría de sus contrincantes.
Eduard Fernández, al que se le escamoteó el Goya que mereció por su apabullante trabajo en Todas las mujeres, no necesita de premios para hacer valer su talento y lo sensato es pensar que tiene pocas posibilidades de lograrlo por su papel de policía corrupto, presunto amigo del protagonista, en El niño.
Castro, Verdaguer, Elejalde y Rovira, aspirantes a revelación
Los actores revelación de este año han corrido distinta suerte desde que se estrenaron las películas en las que participaron. Jesús Castro, al que ya hay quien identifica como el Paul Newman español, asume en El niño un papel de peso, de intrépido conductor de “gomas”, las lanchas rápidas para transportar cargamentos de droga, en el tráfico clandestino del Estrecho, pero además su año se ha completado al alza con su aparición también en La isla mínima.
David Verdaguer asume un verdadero reto de protagonista como la parte de la pareja que se queda en 10.000 kilómetros, aguantando con temple de veterano larguísimos planos secuencia y el envite de compartir plano con Natalia Tena.
Israel Elejalde, bien curtido en los escenarios teatrales y más anónimo pero no menos intenso en la gran pantalla, tiene el papel más efímero, como marido psiquiatra de Bárbara Lennie en Magical Girl.
Dani Rovira, el divertidísimo protagonista de Ocho apellidos vascos, se ha convertido en un personaje de gran proyección popular, rostro recurrente de campañas publicitarias, que será incluso el conductor de la Gala de esta edición número 29 de los premios de la Academia de Cine, lo que, si resultase premiado, daría lugar a un curioso desdoblamiento sobre el escenario y en las pantallas de televisión. Todo se andará.