Milagros al fondo del plano
- Alberto Rodríguez es un director con un estilo claramente diferenciable
- Monzón demuestra dominio técnico y el perturbador Vermut se confirma
- Marques-Marcet y Curro Sánchez destacan entre los noveles
En un curso en el que muchos pondrán el foco en las cifras (insospechadamente espectaculares) toca aquí fijarse en lo que hay al fondo del plano, en lo que nos deja 2014 en cantidad de propuestas estimulantes, no en cantidad de euros. ¿En qué punto nos encontramos? ¿Qué pistas nos deja este año acerca del futuro próximo?
Tomemos como referencia la siempre (obligatoriamente) estrecha selección de los académicos, concretamente en las categorías de mejor dirección y mejor dirección novel, un termómetro razonable para sacar algunas conclusiones e intuir algunas tendencias.
Constatamos en primer lugar que, desde aquella sorprendente edición de 2008 que encumbró a La soledad, en los premios Goya, las apuestas del gran público con las aventuras más autorales, la corriente central con las orillas. De este modo ya no extraña ver nominadas juntas a Magical girl y El niño, o a 10.000 km y Musarañas. En los dos extremos de esa cuerda busca desde hace años el cine español un término medio que le haga sentirse sólido en el nuevo contexto.
Nominados a mejor dirección
Y ahí encontramos La isla mínima, la película que va a marcar la pauta de lo que aspira a ser la producción media española en los próximos años. Una película de presupuesto no muy elevado, fruto de la colaboración de varias productoras, capaz de cautivar al público a través del género a la vez que lanza cargas de profundidad sobre nuestra historia reciente, todo ello sin renunciar a la marcada identidad de su creador. Un auténtico ejercicio de equilibrismo.
Alberto Rodríguez, artífice del milagro, lleva años demostrando que es uno de los más brillantes directores de nuestro país y uno de los pocos que tienen un verdadero estilo reconocible. El creador de una pieza magistral como After, tan injustamente apartada en su año, merece ya el máximo reconocimiento y agradecimiento por parte de todos.
Celebremos también el dominio técnico de Daniel Monzón. Toda cinematografía necesita de realizadores tan potentes y solventes como él, la salvaje irrupción de Damián Szifron, y la feliz confirmación de Carlos Vermut como uno de los más inquietantes, oscuros y perturbadores creadores que ha dado nuestro cine en muchos años.
Nominados a mejor dirección novel
Entre los noveles encontramos tal variedad de intenciones que resulta imposible trazar una línea que los vincule o que nos permita atisbar el cine español a corto plazo. A saber: el terror, de Musarañas, el drama psicológico de Todos están muertos, la intimidad a distancia de 10.000 km y la intimidad sin distancia de Paco de Lucía. La búsqueda.
Todas ellas llenas de buenas noticias: atmósferas, interpretaciones, retos técnicos…, pero quisiera destacar la osadía de Carlos Marques-Marcet que llena de humanidad e imaginación un proyecto imposible sobre el papel; y el enciclopédico trabajo de Curro Sánchez Varela que construye un delicioso retrato de su padre, Paco de Lucía. Un documento imprescindible, que se ve llorando, y que rinde un inesperado homenaje al genio a partir de un gozoso e ingente archivo editado aquí con exquisita inteligencia.
Fernando Fernán Gómez tenía la sensación de que el cine, en España, se hacía siempre de milagro. En ese sentido, el día 7 de febrero tenemos muchos, muchos milagros que celebrar.