Herzog en la Berlinale, un canto al desierto entonado por Kidman y Franco
- La Berlinale aborda la segunda jornada de competición
- Herzog compite con Queen of the Desert, con Nicole Kidman y J.Franco
- Se estrena Taxi del director iraní Panahi, retenido por su gobierno en Irán
- En 45 Years Charlotte Ramplig explora 45 años de vida conyugal
El director alemán Werner Herzog ha dejado en la Berlinale un canto al desierto africano fílmicamente perfecto, con los estelares Nicole Kidman y James Franco sobre su alfombra roja, según informa la agencia EFE, en una jornada cuyo héroe "en ausencia" fue el iraní Jafar Panahi.
"Es un homenaje al desierto y los beduinos, a unos escenarios y seres demonizados por los conflictos actuales, pero que encierran una poética deslumbrante", afirmó Herzog sobre Queen of the Desert, una superproducción rodada en inglés con la que el maestro del cine alemán concurre en esta Berlinale.
El vehículo transmisor del tributo es Gertude Bell, la escritora y exploradora británica determinada a cabalgar sobre las dunas mientras su Imperio busca repartir África como un pastel entre las potencias colonizadoras, por supuesto sin contar con sus habitantes.
"La química entre nosotros y el paisaje funcionó al instante. Contamos con el buen hacer del director. Pero también con la fuerza de la naturaleza. La nuestra y la del desierto", resumió Kidman, reina del film y también de esta jornada de la Berlinale. "Con Nicole es casi imposible que algo pueda salir mal o que la química no funcione", completó Franco, muy en su papel de galán.
Decadencia colonial y poética cinematográfica
The Queen of the Desert recrea los tópicos de la pasión entre dos seres perfectos -Kidman y Franco-, que en lugar de apoderarse de la inmensidad de Oriente Medio aprenden su poética, mientras quienes les rodean se mueven en la cursilería colonial británica.
Ella es una heroína que, sin su amado, entregará su corazón al desierto y su intelecto al estudio de los beduinos, para tropezarse con un Lawrence de Arabia interpretado por Robert Pattinson, un actor que no logra desprenderse de su imagen de vampiro disfrazado.
Herzog muestra a una elite británica que, en tiempos del imperio otomano, ignora las reglas del juego y las diferencias entre drusos, suníes, alauitas o chiítas, por lo que quedará condenada a perder sus batallas en tierra ajena. Fue un paseo fílmico, con una Kidman cruzando el desierto en caravanas de camellos, con porte parecido al de Juliette Binoche atravesando los hielos árticos en su trineo en Nadie quiere la noche, la película de Isabel Coixet que inauguró el festival.
Desde Irán a Berlín en taxi, de milagro
La alfombra roja ha tenido así su desembarco de seres estelares en la segunda jornada de competición, donde además se ha celebrado el último filme de Panahi, Taxi, que rodó burlando la inhabilitación dictada por Teherán contra uno de sus directores críticos. "Soy un cineasta. No puedo hacer otra cosa que películas", ha afirmado Panahi en la declaración escrita que acompañó el estreno de Taxi, como único pronunciamiento posible del director al que una vez más no se autorizó a salir de Irán.
Panahi brilló en la pantalla como el taxista que interpreta en la película, diseñada como un falso "reality" con pasajeros que suben y bajan del vehículo, a modo de mosaico o retrato del Teherán de hoy.
Es un amable taxista, pero también el cineasta prohibido cuya identidad algún pasajero "descubre" sin dificultad. Por su automóvil discurrirá todo aquel que le parece relevante para su retrato, incluida la abogada defensora de activistas y críticos al régimen.
Un especial papel tiene la sobrina del director, una niña que también quiere hacer su cortometraje, pero acorde a las consignas manipuladoras de su maestra, con la regla de la autocensura. El filme pretende dejar en el aire si se trata de pasajeros reales o de actores, aunque a media película apenas nadie cree ya en la casualidad, puesto que deja de disimularse la existencia de un guión construido al milímetro para que todo encaje.
La idea británica de la infidelidad
Taxi recibió el aplauso de la Berlinale, tanto en lo fílmico como a modo de saludo solidario al héroe al que en 2010 Teherán condenó a 20 años de inhabilitación profesional.
Ello no le impide estar presente puntualmente en un festival que le mima; en 2011 participó en la sección oficial con Offside, mientras que en 2013 lo hizo con Courtain Close, asimismo rodada burlando la prohibición, en ese momento aún más estricta que ahora.
El tercer filme a competición, 45 Years, presentó a una Charlotte Rampling que pasa de ser la esposa perfecta y consagrada a preparar su 45 aniversario de su boda, a la mujer amargada que no perdona un amor nunca confesado de la remota juventud de su marido.
El filme, dirigido por Andrew Haigh, es pura contención e ironía maligna británica, con una Rampling absolutamente impecable y, como siempre, bordando su papel.
Una intrusa real en el mundo de heroínas intrépidas
45 Years es un filme que explora 45 años de vida conyugal en el que la actriz Charlotte Rampling aportó este viernes a la Berlinale un retrato de mujer real con que actuó de contrapunto a sucesivas intrépidas aventureras mostradas en este festival.
De las dunas africanas en que se mueve Nicole Kidman o los hielos árticos de Juliette Binoche, ambas convertidas en exploradoras de principios de 1900, Rampling pasó a las neblinas del presente en alguna provincia británica.
"Mi película investiga en lo recóndito que puede persistir en una pareja de largo recorrido conyugal, que cree saberlo todo uno del otro, hasta que aparece un factor esencial del que nunca hablaron", ha explicado Andrew Haigh, director de 45 Years, uno de los 19 filmes a concurso.
En ese contexto de neblinas se mueven Rampling y su esposo en el filme, Tom Courtenay, ambos presentes en Berlín junto al cineasta británico, nacido en 1973, que de alguna manera más bien parecía el hijo del dúo de veteranos actores que su director.
Mujeres del pasado y del presente
Rampling es una esposa que cree "saber todo del otro, dominar el escenario", pero que de pronto se aterra al pensar que siempre hubo una presencia ajena y concluye que esa fue quien determinó las decisiones de ambos "incluida la de casarse". El detonante es una carta, donde se comunica al marido que fue hallado el cadáver de una mujer, su novia, fallecida en un accidente en los Alpes suizos 50 años atrás.
Kate, la mujer que interpreta Rampling, pasa del papel de perfecta esposa, consagrada a preparar la fiesta de su 45 aniversario de boda, al de amargada mujer incapaz de creer en su larga relación conyugal.
Desconfía y espía al marido, mientras este se pierde hurgando en el desván en busca de los recuerdos de ese amor de juventud.
Ambos actores están impecables y dotados a partes iguales de la maligna ironía británica que convierte una frase soltada al aire en una proclamación.
Rampling, sin embargo, brilló especialmente en esta jornada, tal vez porque su mujer real se sitúa en las antípodas de la Josephine Peary, la exploradora ártica que es Binoche en el filme de la española Isabel Coixet, o Gertrude Bell, su homóloga del desierto, a las órdenes del alemán Werner Herzog.