Condenado a diez años de prisión el ladrón del Códice Calixtino
- El tribunal también le ha impuesto una multa de 268.425,11 euros
- Su mujer ha sido condenada a seis meses y a una multa por el mismo importe
- Consulte la sentencia íntegra
El electricista gallego Manuel Fernández Castiñeiras, juzgado por el robo del Códice Calixtino, ha sido condenado a diez años de prisión y al pago de una multa de 268.425,11 euros según la sentencia divulgada este miércoles por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia. Ha quedado absuelto, no obstante, de los delitos contra la intimidad de los que fue acusado.
Los magistrados consideran probado que Fernández Castiñeiras, quien trabajó como electricista en la catedral de Santiago durante años, cometió un delito de hurto por la sustracción del manuscrito del medievo, un delito continuado de robo con fuerza en las cosas por la apropiación de diversas cantidades de dinero y documentación y un delito de blanqueo de capitales por la compra de inmuebles con dinero de procedencia ilícita.
Su mujer, la costurera Remedios Nieto, ha sido condenada a seis meses de cárcel por un delito de blanqueo de capitales y a una multa por el mismo importe que la impuesta a su marido. El hijo de los condenados, Jesús Fernández Nieto, ha sido absuelto.
Fincas urbanas para lavar dinero robado
Los magistrados consideran que Fernández Castiñeiras planeó utilizar el dinero sustraído en el tráfico mercantil, invirtiéndolo en la adquisición de fincas urbanas, para lo cual se puso de acuerdo con su mujer, quien era conocedora de la ausencia de medios de vida lícitos que justificasen la posesión de grandes cantidades de dinero en efectivo.
Sin embargo, el hijo ha sido absuelto al entender que no existen indicios suficientes de los cuales se pueda inferir su participación en el delito de blanqueo. El fallo judicial indica, además, que se decreta también el comiso de los dos pisos, situados en Sanxenxo (Pontevedra) y en Milladoiro (A Coruña), que el acusado y su mujer adquirieron con dinero robado, y condenan al acusado a indemnizar a la catedral con cerca de dos millones de euros, dinero que la sala considera que le fue sustraído.
Parte de este dinero, cerca de 1.700.000 euros, ya ha sido entregado a la catedral por la Audiencia, al tratarse de dinero intervenido al ahora condenado.
Un ejemplar de valor incalculable
El documento, del siglo XII, el ejemplar más antiguo y completo de esa obra denominada Liber Sancti Iacobi, de la que existen unas doscientas copias en distintos puntos de Europa, desapareció misteriosamente del archivo de la catedral compostelana en julio de 2011.
El canónigo archivero responsable de la custodia del manuscrito y deán de la catedral de Santiago, José María Díaz, afirmó entonces que "el que se lo llevó sabía de qué se trataba, sabía del incalculable valor, y sabía cómo llegar a él, y si no, lo averiguó para poder llegar".
Las críticas a las insuficientes medidas de seguridad en la catedral se mezclaron durante meses con especulaciones sobre posibles tramas de sofisticados ladrones y hasta el temor al deterioro de ese tesoro patrimonial, mientras los investigadores analizaron horas y horas de grabaciones de las cámaras de seguridad.
Robado y guardado en el garaje
Justo un año después, a principios de julio de 2012 fue detenido el electricista de la catedral y recuperado el manuscrito, hallado en una zona de un garaje propiedad suya entre ladrillos y cemento, envuelto en papeles de periódico dentro de una bolsa de plástico junto a otros facsímiles y documentación sustraída de la catedral y en perfecto estado, según los expertos.
La investigación policial permitió descubrir que el electricista disponía de llaves de diversas dependencias y que se había apoderado durante años no solo de documentación, sino de dinero y objetos valiosos de la catedral.
Las medidas de protección del manuscrito han sido reforzadas desde entonces con un dispositivo de videovigilancia de cuarenta cámaras y un equipo estable de ocho personas.
Fernández Castiñeiras, que consiguió empleo de electricista en la catedral porque su madre había sido la lechera que suministraba al arzobispo, reconoció entonces a los investigadores: "Sí, fui yo quien robó el libro. Me lo llevé el 4 de julio del año pasado, sobre las 12 de la mañana".