'Puro Vicio', Paul Thomas Anderson se chuta en vena a Thomas Pynchon
- El director estrena la primera adaptación de una novela de Thomas Pynchon
- Joaquin Phoenix es un detective inmerso en la alucinada California de 1970
FICHA TÉCNICA
Título original: Inherent Vice
Año: 2014
Duración: 148 min.
País: Estados Unidos
Director: Paul Thomas Anderson
Guion: Paul Thomas Anderson, adapatación de la novela de Thomas Pynchon.
Música: Jonny Greenwood
Fotografía: Robert Elswit
Reparto: Joaquin Phoenix, Josh Brolin, Katherine Waterston, Owen Wilson, Reese Witherspoon, Benicio del Toro, Joanna Newsom, Martin Short,
Cincuenta años ha costado ver en pantalla una novela del esquivo Thomas Pynchon. El autor estadounidense abandona la lista de ‘inadaptables’ cinematográficos con Puro vicio, la visión que el no menos admirado Paul Thomas Anderson ha dirigido de su séptima novela. Este 13 de marzo se estrena en España tras pasar un poco de puntillas por la temporada de premios de EE.UU., solamente nominada en los Oscar al mejor guion adaptado y mejor diseño de vestuario.
Un detective privado algo pasado llamado Larry ‘Doc’ Sportello (Joaquin Phoenix) recibe un encargo de su exnovia (Katherine Waterston) para investigar la desaparición de un amante suyo casado (Eric Roberts). Hasta ahí (y van cinco minutos de película) los clichés de novela negra. Comienza entonces un alucinado fresco en el que caben prostitutas orientales, una organización secreta de dentistas, moteros nazis, sectas new-age, seguidores de Nixon y policías corruptos. Estamos en el sur de California en 1970. No es una mera contextualización, Puro vicio es un espejo grotesco de un tiempo y lugar esperpéntico en sí mismo.
Desde que estrenó Boogie Nights (1997), Paul Thomas Anderson lleva colgado el cartel de ‘mejor director estadounidense de su generación’. Pero tras el éxito mundial de Magnolia (1999), su cine se aleja del gran público y, sorprendentemente, mantiene un estatus de cine de autor que maneja grandes presupuestos y lujosos repartos, privilegio que comparte únicamente con Terrence Malick. Pozos de ambición (2007), The Master (2013) y, ahora, Puro vicio componen una tríptico de la sociedad estadounidense como enferma mental. La novedad, para Anderson, es la comedia, empastada en el relato con la melancolía.
La corrosión de los ideales utópicos
Muerto Salinger, Pynchon ocupa el trono de celebridad literaria recluida y huraña. Puro vicio, publicada en 2007 es la séptima novela del eterno aspirante al premio Nobel.
Inevitablemente, adaptar el caleidoscópico mundo de Pynchon termina en exceso. El peaje es, por un lado, la reducción de personajes aparentemente fascinantes (ese abogado que da vida Benicio del Toro) a meros bosquejos. Y, por otro, la compleja presencia de una voz en off narradora que no añade información, sino profundidad literaria: consciente de que reducir Puro vicio a una trama negra era una traición, Anderson aprovecha la prosa de Pynchon que dispara agudezas en todas las direcciones.
Además, la digresión narrativa es la respuesta lógica a la geografía desparramada de la ciudad de Los Ángeles. Ya sea por la corrupción urbanística (Chinatown), corrupción policial legendaria (L.A. Confidential), o corrupta atmósfera en general (El largo adiós), el contraste de luz y trama negra siempre ha funcionado. Un laberinto soleado, en el que ya se perdía Phillip Marlowe en las novelas de Raymond Chandler, y que el cineasta aprovecha para reverenciar y referenciar clásicos del género.
Puro Vicio, una vez asimilado que el policíaco es un señuelo, vuela muy alto con el talento natural de Anderson para crear atmósferas, la perfección de sus encuadres y la minuciosa combinación de fotografía y banda sonora. Su pasión retro sin embargo parece suspender su cine en un limbo setentero, varado en referencias culturales, entre la rabia estética de Scorsese, la tendencia coral de Altman, y la voluntad de cine intrahistórico de Michael Cimino. En ese sentido, el intenso Joaquin Phoenix (que repite tras The Master) es el perfecto actor para Anderson, con su aroma a torturado actor del método.
La traducción de Puro vicio, tan agradecida en evocaciones de sexo y drogas para rascar taquilla, oculta el original Inherent Vice o 'Vicio inherente', que explica más gráficamente el tema, es decir, el elemento corrosivo que oxidó la utopía sesentera hasta terminar con ella o, al menos, vaciar de contenido sus ideales.
En palabras de la voz narradora de película y novela: “¿Es posible que, tras cada congregación de gente - concierto, manifestación por la paz, con asistentes raros, aquí, en el norte, en el este, dónde sea- unas bandas oscuras hayan estado ocupadas reclamando la música, la resistencia al poder, el deseo sexual desde lo épico a lo cotidiano, todo lo que pudieran conseguir para las fuerzas antiguas de la codicia y el miedo?”.