Arturo Pérez-Reverte reúne barcos y hombres de leyenda en el Museo Naval
- Una exposición repasa los barcos y marinos más célebres
- El Museo Naval explora la historia a través de barcos legendarios
- Pérez-Reverte dirige una muestra de claro carácter didáctico
Seguramente, ninguna imagen simboliza mejor la libertad que la del pirata al timón de su barco, la mirada en el horizonte y su voluntad como única ley. Es tan evocadora esa propuesta que se ha impuesto a la realidad. Sobre ella, la literatura y el cine han construido la visión romántica de un oficio, el de marino, asentado sobre la renuncia, el sufrimiento, la soledad y, casi siempre, el peligro extremo.
Hombres y barcos llevan miles de años protagonizando sueños, fracasos, éxitos y tragedias. Y muchos de ellos, además, han dado un salto de calidad para grabarse de forma perpetua en el imaginario colectivo de nuestras sociedades. Son embarcaciones y marinos cuyos nombres invocan la grandeza y también la miseria de nuestra especie.
Un puñado de esos nombres ha sido seleccionado por el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte para formar parte de una exposición que se podrá ver en el Museo Naval de Madrid desde el día 15 de abril.
Titulada ‘Hombres de la mar, barcos de leyenda’, la muestra que comisaría Pérez-Reverte supone un emotivo paseo por esos nombres que erizan la piel de todos los amantes de la aventura, la historia naval y, en general, las grandes epopeyas de la Humanidad.
Pérez-Reverte, navegante vocacional, es bien conocido por su habitual defensa de la tradición marina española, muy decaída en los últimos tiempos, pero jalonada por hechos y personalidades cubiertos de gloria y prestigio, algunos claramente olvidados, como Blas de Lezo.
Además, el escritor cartagenero tiene en su haber una serie de títulos en los que despliega su conocimiento técnico de la navegación y su dominio de la historia naval y militar de nuestro país. Son títulos como ‘Trafalgar’, ‘Corsarios de Levante’ o la recopilación de artículos ‘Los barcos se pierden en tierra’.
Por eso, el Museo Naval de Madrid le ha confiado la organización de una muestra que lleva al visitante a las cubiertas de naves muy reales como la ‘Victoria’, de Juan Sebastián Elcano; la ‘Bounty’ del capitán Bligh; o el desgraciado ‘Titanic’. Pero también a bordo de barcos que solo existen en las páginas de los libros: el ‘Pequod’ del capitán Ahab; la ‘Hispaniola’, que llevó a Jim Hawkins a la Isla del Tesoro; o la mítica Argo, con la que Jasón y los Argonautas buscaron el vellocino de oro en una época de dioses y oscuridad.
El académico ha elegido un total de 11 naves. Forzosamente, ha tenido que dejar fuera de esta alineación embarcaciones que merecerían estar. Como la 'Victory' de Nelson o las carabelas de Colón, que fueron descartadas por ser mucho más conocidas que su casi coetánea 'Victoria'.
Lección de historia
La exposición del Museo Naval es, por tanto, un festín para los amantes del género: aficionados a los barcos y a la literatura de inspiración naval disfrutarán por igual con las maquetas, los grabados, los cuadros y los textos de la muestra. Pero la idea es que, además, sirva de material didáctico. Orientada a colegios y públicos en edad escolar, la exhibición propone también un recorrido por la Historia a través de los barcos y la navegación, sea auténtica o literaria.
Así, el visitante puede descubrir el universo homérico a través de la Argo, y entender cómo eran la cosmovisión de los antiguos griegos y su forma de expandir la cultura a través del Mediterráneo.
O puede navegar junto a Miguel de Cervantes en “la mayor ocasión que vieron los siglos”, la batalla de Lepanto, que decidió la suerte de nuestra civilización en un momento crucial en el que el ascenso de los turcos ponía en peligro la idea de Europa.
También los turcos –y su dominio de la ruta de las especias- son el origen de otro de los grandes motivos de la exposición, el asombroso viaje de Magallanes y Elcano, que se propusieron dar la vuelta al mundo en barcos poco más grandes que un autobús. Su gesta, lograda a costa de la muerte de 219 de los tripulantes originales, incluido Magallanes, es una de las mayores aventuras emprendidas nunca por el ser humano. Tras más de dos años de navegación, la nao ‘Victoria’ llegó a Sanlúcar de Barrameda con 18 hombres a bordo y un imperio en su estela.
Con viajes como el de Elcano se comprende una época, la de los descubrimientos, que hizo más pequeño el planeta y más vasta nuestra imaginación. El impulso de aquellos hombres llevó las fronteras del ser humano a los lugares en los que aún siguen: el espacio y el fondo del mar. El resto fue conquistado por aquellos navegantes y dibujado en sus mapas.
Ese ánimo por conocer nuestro planeta estaba también en los navegantes de la Ilustración, posiblemente la mejor generación de científicos de la historia de España hasta nuestros días. Hombres que describieron el mundo con su flora y su fauna, que investigaron en todo tipo de ciencias, desde la balística a la biología. Y que también supieron luchar sobre cubiertas ensangrentadas con las banderas clavadas a los mástiles.
Como no podía ser de otra forma, Pérez-Reverte ha elegido para explicar ese tiempo único al ‘San Juan Nepomuceno’, el navío mártir que mandó Churruca en Trafalgar.
La época de las guerras napoleónicas prefigura el mundo que conocemos hoy en día, con su equilibrio de poderes, su fe en las leyes y en el conocimiento científico. Churruca y otros muchos capitanes de aquel tiempo son un ejemplo perfecto de la España que pudo ser y nunca ha sido.
La travesía por la historia no puede soslayar hitos como el de la fragata ‘Numancia’, primer barco acorazado que dio la vuelta al mundo en 1867, o, claro, los rumbos trágicos del ‘Titanic’ y el ‘Bismarck’, con su rastro de muerte. El hundimiento de este último fue uno de los grandes hechos de armas de la II Guerra Mundial y marcó el declive de la poderosa ‘kriegsmarine’ nazi.
Literatura con el viento en la aleta
Más allá de las páginas de la historia, barcos inolvidables navegan las páginas de la literatura. ‘La Hispaniola’, la goleta soñada en la que todos quisimos navegar alguna vez, parece el modelo literario por excelencia. Con ella visitamos ‘La Isla del Tesoro’, de Robert Louis Stevenson, en un viaje que es, con seguridad, el más bello de la literatura marinera, y también conocimos la época de la piratería en el Caribe y su influencia en la configuración de la América de hoy en día.
Los viejos piratas de parche en el ojo ya solo abordan barcos en la imaginación de los lectores, pero la muestra del Museo Naval tira del hilo que los conecta con la piratería marítima actual, acaso menos romántica y mucho más cruel.
Y si ‘La Hispaniola’ es el buque insignia de la literatura de aventuras, el ‘Pequod’ representa lo mismo para la literatura en general. El ballenero de Ahab es, además de un tratado sobre la pesca de la ballena, un submarino que bucea en la turbia profundidad del alma humana. Los hombres que lo tripulan se enfrentan a sus miedos, quizá más temibles que la propia Moby Dick que persiguen.
A caballo entre la historia y la literatura, la historia de la ‘Bounty’ ha sido motivo de películas, novelas y tratados. Sublevados contra el despótico capitán Bligh, parte de los marineros tomaron y quemaron la fragata antes de irse a vivir a una isla paradisíaca. Pero dejaron en libertad a su capitán y unos cuantos oficiales, que, en un viaje alucinante, remaron hasta la extenuación a lo largo de 4.000 millas de mar para encontrar ayuda y volver para vengarse…
Paradójicamente, la muestra que anuncia el Museo Naval está situada muy lejos del mar, en el centro de Madrid. Estará abierta hasta el 15 de julio y, aunque no huela a salitre, es una ocasión única para profundizar en el conocimiento de nuestro mundo a través de las leyendas de hombres y barcos que, para siempre, son parte de nuestra historia.