Enlaces accesibilidad
Especial 'Éxodo sirio' (I)

Mustafá, refugiado sirio: "Nosotros respiramos pero no vivimos, vivir es otra cosa"

  • Jordania ha acogido ya a cerca de 700.000 sirios huidos por el conflicto
  • Más del 83% de los sirios viven fuera de los campos de refugiados
  • El trabajo infantil se ha convertido en el principal sustento de mucha familias

Por
Moustafa Aljbra junto a su familia en su vivienda de Mafraq, Asentamiento irregular (Jordania)
Moustafa Aljbra junto a su familia en su vivienda de Mafraq, Asentamiento irregular (Jordania)

Jasem, ¿echas de menos Siria? "Sí. Me acuerdo de muchas cosas, de cuando iba a visitar a mis tíos, me acuerdo de mis amigos, y de los profesores de mi colegio. Eran muy buenos conmigo. Me acuerdo de mi casa. Pero a quien más echo de menos es a mi madre". ¿Dónde está? "Está muerta. Murió en Siria. El estrés y la ansiedad de la guerra le provocó un infarto al corazón. Mi padre decidió sacarnos de allí. A mí y a mis 4 hermanos. Han pasado ya 4 años".

A Jasem le cuesta hablar de su madre. Todavía le hace daño recordar todo lo que le ha arrancado la guerra en su país. Demasiados traumas y horrores para un niño que solo tiene 11 años, y que ha pasado sus últimos cumpleaños huyendo como refugiado sirio. Sin embargo trasmite esperanza y sonríe al hablar. Quizá porque los niños, a diferencia de los adultos, no se quedan atrapados en el pasado, y todo en ellos es futuro. Jasem entonces, ¿ya sabes lo que quieres ser de mayor?, ¿por qué quieres ser periodista?: "Porque hay que contarle al mundo las injusticias, injusticias como la que vive el pueblo sirio".

Por desgracia nadie sabe que será de Jasem, ni lo que le deparará el destino siendo uno de los más de dos millones y medio de niños sirios que viven exiliados en Jordania. Este país ya ha acogido a unos 700.000 refugiados de los cerca de cuatro millones de sirios huidos por el conflicto.

Como Jasem, su padre y hermanos, muchas familias sirias se asentaron en las afueras de Amman, la capital de Jordania, pensando que en unos meses volverían su país. Pero han pasado cuatro años y no ha sido así. Según el Gobierno jordano, antes de la llegada de los refugiados sirios el país registraba 11 bolsas de pobreza extrema. Ahora, según sus datos, ya son 27. Jordania, posiblemente uno de los países más estables de la zona, vive de manera silenciosa la presión de esta crisis de refugiados, aunque la tensión entre jordanos y sirios se respira en la calle. Nadie estaba preparado para esto. Cada día que pasa son más las dificultades que tienen unos y otros para sobrevivir.

Jasem y su familia, refugiados en Jordania

" La situación está empeorando. Los precios han subido. Hay menos trabajo para todos. Los servicios públicos de Jordania soportan todo ese peso. Es como una olla express. Lo raro es que esto no haya estallado ya. Los países occidentales también tienen que asumir su responsabilidad y deberían fomentar programas de reasentamiento para que los refugiados sirios tengan la posibilidad de aspirar a un futuro mejor en sociedades más ricas. Turquía, Líbano, e Irak son sociedades frágiles que no pueden seguir absorbiendo más población refugiada. Este es un factor desestabilizador de toda la zona. En Jordania, el 10% de la población ya es refugiada". Es el testimonio de David Andrés Viña, un politólogo español que lleva medio año viviendo en Jordania y que está encargado del área de incidencia política de Save The Children en la región.

Las desigualdades sociales de muchos jordanos se juntan ahora con la miseria y exclusión de la inmensa mayoría de los refugiados sirios. Un lugar que muestra bien esa realidad es la ciudad jordana de Mafraq, precisamente donde vive Jasem y su familia. Se encuentra a sólo 10 kilómetros de la frontera con Siria.

Preferimos vivir en esta casa derruida que en un campo de refugiados

"Por las noches se escuchan los bombardeos a lo lejos, pero nos sentimos más seguros aquí, y preferimos vivir en esta casa derruida que en un campo de refugiados. A pesar de los problemas que tenemos para sobrevivir y conseguir dinero, aquí tenemos más independencia y dignidad", nos dice el padre de Jasem, Mohamad Mousa.

Mohamad Mousa tiene 44 años aunque aparenta muchos más. Han sido unos años muy duros que, mezclados con la falta de perspectivas, han tenido un grave impacto en su salud. Sufre muchos problemas en la espalda y ni siquiera puede trabajar de manera regular.

"Jordania ha abierto sus puertas a la población siria de una manera muy generosa. Sin embargo, a ningún refugiado sirio se le permite trabajar legalmente. No tienen papeles ni permisos. El argumento que mantiene el Gobierno es que provocaría conflictos importantes entre las comunidades de jordanos y sirios, y que amenazaría la estabilidad del país", añade David Andrés Viña de Save The Children.

No poder trabajar en condiciones legales no ha echado para atrás a una gran mayoría de refugiados sirios, que ha abandonado los campos de refugiados para probar suerte lejos de allí. De hecho, según datos de ACNUR, más del 83% de los sirios viven fuera de los campos de refugiados, a pesar de que no cuenten con tantos servicios, ni el entorno sea tan seguro.

Mohamad Mousa vive con sus 5 hijos en una infravienda que comparte con otros familiares que huyeron de Siria como él. Tienen que pagar unos 150 dinares jordanos al mes, lo que equivale a 240 euros. Cómo conseguirlos es un rompecabezas día tras día. Uno de sus hijos Ahmad, con 16 años, es el encargado de mendigar por las calles de Mafraq.

Mujeres refugiadas sirias en Mafraq, Jordania

Con un carrito construido con trozos de la chapa abandonada de los vertederos recorre las calles vendiendo pequeños dulces caseros. Al día saca 7 dinares jordanos. El dinero que falta lo consigue gracias a las donaciones que realizan organizaciones de caridad islámica. "Me gustaría que mi hijo pudiera ir a la escuela como Jasem o mis otros niños más pequeños, pero estamos en una situación tan crítica que ya no tenemos alternativas. Me entristece mucho la vida que le ha tocado vivir a Ahmad", explica Mohamad muy afectado.

Una generación perdida de niños sirios

Aunque no hay datos de cuántos niños sirios trabajan en el mercado ilegal, muchos refugiados reconocen que esa fuente de ingresos se ha convertido en el principal sustento económico para las familias que han emigrado a países como Jordania o Líbano. También crece la práctica del matrimonio forzoso, niñas menores obligadas a casarse para dejar de ser una carga económica para las familias.

"Entendemos que como en muchos otros lugares, hacer trabajar a los hijos o casar a las hijas cuanto antes es una salida para muchas familias sirias que están desesperadas. Pero el gran riesgo que corremos es perder a una generación de niños y niñas sirios. No hablamos únicamente sobre su supervivencia. Ellos son el futuro de Siria, quienes tendrán que reconstruir su país", dice Andrés Conde, Director General de Save The Children España.

Es un reto que no pueden conseguir solas las grandes organizaciones humanitarias, aunque la Iniciativa "No a una generación perdida de niños y niñas en Siria" impulsada por Save The Children, Unicef, ACNUR y World Vision, entre otras entidades, se lo ha puesto como meta.

"Nosotros sabemos que tenemos que trabajar con esas familias, ver cuáles son sus necesidades, y proporcionarles más ayudas económicas para que no tengan que enviar a sus hijos a trabajar a la calle. El problema es que las necesidades humanitarias siguen siendo enormes y debido a la cronificación del conflicto de Siria los países donantes han reducido sus aportaciones. A día de hoy los programas educativos para los niños sirios sólo cuentan con la mitad de la financiación necesaria", denuncia Andrés Conde, de Save The Children.

El trabajo infantil en Jordania

Algunas tardes si Hassan, otro niño sirio refugiado, logra dinero suficiente su padre le deja asistir a los espacios para la infancia creados por Save The Children. Son pequeñas escuelas con talleres infantiles que según los expertos, los niños necesitan aunque solo sea para estar con otros niños. Allí juegan y aprenden intentando no perder su infancia para siempre. Sin embargo el caso de Hassan es muy duro. Llega exhausto después de haber trabajado todo el día y la mayoría de los días se duerme encima de una mesa.

Hassan tiene 12 años y al ser el mayor de sus hermanos tiene la obligación de mantener a sus padres y a sus 6 hermanos pequeños. Removiendo entre la basura que se agolpa en las calles de Mafraq, consigue plástico y chatarra. Después la vende por la ciudad.

En Siria iba a la escuela como sus otros hermanos pequeños. Proviene de una familia humilde pero su padre tenía un buen trabajo en una empresa de transportes, cerca de Alepo. "Ha sido una de las ciudades más castigadas por la guerra y la destrucción. Nos fuimos de allí hace dos años. Era insoportable. Por las noches dormíamos fuera en la calle. Teníamos miedo a que las bombas cayeran encima de nuestro edificio. Mis hijos no paraban de llorar y gritar", nos cuenta Moustafa Aljbra.

Tensión por la llegada de refugiados a la ciudad de Mafraq en Siria

El padre de Hassan no está bien y sus ojos trasmiten una tristeza absoluta. También una gran desesperanza. Cuando hablamos con él sobre el cansancio físico de su hijo Hassan rompe a llorar junto a su mujer. Sus otros hijos pequeños, Osama de cinco años, y Farah de dos, están sentados a su lado, y observan el sufrimiento de sus padres en silencio. Parece como si también ellos hubieran dejado de ser niños.

"Nunca pensé que mi familia y yo seríamos refugiados. Como padre es terrible tener que decirle a un hijo, sal a la calle a trabajar, pero si yo y mi mujer no trabajamos en el mercado negro es porque al ser adultos pueden detenernos. La policía es más permisiva con los niños. Pero si nos detienen a nosotros nos pueden deportar a Siria. Allí entraríamos en las listas negras del régimen de Asad. Los que hemos huido somos considerados unos traidores y nos podrían ejecutar", dice Mustafa.

Por si no fuera poco el sufrimiento de esta familia, el techo de este apartamento derruido donde viven se ha terminado de romper y se ha venido abajo. Los restos de cemento y escayola se esparcen por el suelo. Podría haber aplastado a los niños aunque la mayoría se encontraban fuera del apartamento. Excepto la pequeña Farah. Estaba muy cerca de allí durmiendo y se ha despertado llorando.

"La podría haber matado. Nuestra situación es insostenible. Nosotros respiramos pero no vivimos. Vivir es otra cosa. No vemos luz al final del túnel, ni la esperanza. Las ayudas cada vez son menores porque esta guerra se está olvidando. A veces pienso que nos están forzando a volver a Siria para morir. ¿Por qué ni siquiera nos tratan como a refugiados? ¿Por qué estamos nosotros pagando esta guerra? No se dan cuenta que los sirios estamos en medio de una guerra que no queremos?, grita Mustafa.

Son las preguntas que muchos refugiados sirios se hacen desde la rabia y la desesperación, y para las que la comunidad internacional no parece tener prisa en responder.

@nuriamejias_tve