La escalera de la muerte recuerda el horror de Mauthausen 70 años después
- El campo albergó a 200.000 prisioneros, de los que la mitad murieron
- 4.761 republicanos españoles perdieron la vida en el campo
- El español Francisco Boix consiguió salvar las fotografías del horror
- Jefes de Estado han rendido homenaje a las víctimas
Jefes de Estado y representantes de distintos gobiernos han participado este martes en Mauthausen, Austria, en la conmemoración de los 70 años de la liberación del campo de concentración que los nazis instalaron en esta ciudad.
Por Mauthausen, liberado por el Ejército estadounidense el 5 de mayo de 1945, y por otros campos de concentración dependientes de él, como Gusen, pasaron unos 200.000 prisioneros de diferentes nacionalidades, de los cuales murieron la mitad.
Entre ellos había 7.200 republicanos españoles, de los que 4.761 murieron.
Entre los representantes políticos que han acudido al campo, convertido hoy en museo, se encontraban los presidentes de Austria, Heinz Fischer; Polonia, Bronislaw Komorowski; Hungría, Janos Ader y el presidente del Parlamento ruso, Sergey Naryshkin.
El acto ha consistido en una ofenda floral y en la inauguración de un memorial y de dos nuevas exposiciones permanentes.
Fotografía facilitada por la editorial RBA que pertenecía al Servicio de Identificación de Mauthausen, en el que trabajó el español Francisco Boix. Efe
El fotógrafo español de Mauthausen
Para el conocimiento de lo ocurrido en Mauthausen, y el juicio a los culpables, resultaron determinantes las fotografías robadas por un republicano español: Francisco Boix.
Apasionado de la fotografía y militante socialista, primero, y luego comunista, Boix (Barcelona, 1920-París, 1951) llegó al campo en 1941. Allí entró a trabajar en el servicio fotográfico que los alemanes tenían en Mauthausen y que servía para fotografiar la vida y la muerte en el campo.
En 1943, tras la rendición alemana en Stalingrado, los SS dieron la orden de destruir los archivos fotográficos. Según declaró más tarde Boix, se lograron salvar unas veinte mil fotos de las sesenta mil que se habían hecho.
Los republicanos españoles, con la ayuda de una vecina de Mauthausen, Anna Pointner, consiguieron sacar unas mil que sirvieron para ilustrar el horror y acusar a los responsables en los juicios de Nuremberg, en los que declaró el propio Boix.
La escalera de la muerte
La peripecia de Boix y de otros españoles prisioneros en Mauthausen ha sido recogida en numerosos reportajes y, recientemente, en el libro "El fotógrafo del horror" (RBA) del historiador Benito Bermejo.
En el libro también se recoge la historia del campo del que quedan, entre otros restos arquitectónicos, los hornos crematorios, la cámara de gas o la llamada "escalera de la muerte": una escalera de 186 peldaños de granito.
“El trabajo era una excusa para matarlos“
Por esta escalera subían los prisioneros cargados con bloques de granito de las canteras del campo. "El trabajo era una excusa para matarlos", ha indicado Bermejo a Efe en un recorrido por Mauthausen. "La historia del campo calcula un hombre muerto por losa de peldaño", escribió Francisco Boix en una fotografía.
En ocasiones, cuando llegaban arriba, los guardianes de los SS empujaban a los reos y los hacían caer en cadena.
Los guardianes se ensañaban de forma especial con los judíos. En una ocasión, y según escribió en sus memorias el anarquista Lope Massaguer, los SS lanzaron a perros policías contra un centenar de judíos que bajaba por la escalera y que intentaron huir. Los más fuertes atropellaron a los más débiles y los perros hicieron el resto.
“La muerte se había convertido en parte de nuestras vidas“
"La muerte se había convertido en parte de nuestras vidas. Olíamos a muerte, pensábamos constantemente en la muerte y convivíamos con la muerte", indica Massaguer.
El campo de concentración de Mauthausen, en Austria.Foto: AFP/ Joe Klamar
También la cantera se convirtió en instrumento de ejecución: desde el borde, a 70 metros de altura, los SS arrojaban con frecuencia a los prisioneros y los que no morían en el acto se ahogaban en la pequeña laguna del fondo. Los alemanes llamaban "paracaidistas" a los asesinados de esa forma.
Gracias a la labor de las asociaciones de expresos se conserva también el campo crematorio del cercano subcampo de Gusen. La casa de los oficiales de los SS, por el contrario, es hoy un lujoso chalet.