Adrián Lastra es Jorge VI en 'El discurso del rey', una fábula sobre el cambio de los tiempos
- Principal reclamo de la obra, el actor intenta desprenderse de su rol cómico
- La historia del rey inglés tartamudo que evidencia la teatralización del poder
- El montaje puede verse en el Teatro Español de Madrid hasta el 28 de junio
Un rey que no quiere serlo y un príncipe que sí pero no puede, una esposa que ama a su marido y otra que ama su poder, un padre estricto y un médico relajado, un hermano sensato y otro fuera de control; el blanco y el negro de un tiempo de cambio. Estas son las piezas que componen El discurso del rey, una obra de David Seidler, versionada por Emilio Hernández y dirigida por Magüi Mira, que puede verse en el Teatro Españolde Madrid hasta el 28 de junio.
Protagonizada por Adrián Lastra y Roberto Álvarez, la obra presenta a un rey tartamudo que pierde su poder por la falta de elocuencia en una reflexión sobre la evolución de los tiempos y el papel de la monarquía que traduce al castellano los convulsos años entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial y el declive del Imperio británico.
Hermana de la cinta dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Colin Firth ganadora de cuatro Oscars en 2010, El discurso del rey de Mira no huye de los códigos del cine clásico, que pueden verse desde su inicio, y utiliza la fama televisiva de Adrián Lastra como moneda de cambio para atraer al público en una oportunidad no del todo aprovechada de desencadenar al actor de su faceta de secundario gracioso.
El hombre y el rey
Junto a su inseparable esposa Isabel (Ana Villa), el futuro rey Jorge VI (Lastra) se embarca en una lucha médica contra su tartamudez que se vuelve reflejo externo de su propia lucha interna al verse abocado a suceder en el trono al díscolo de su hermano ante la inminente guerra contra Alemania.
Todo sale a la luz cuando el príncipe se pone en manos del terapeuta Lionel Logue, un experto farsante interpretado de manera soberbia por Roberto Álvarez, que exorcizará los demonios del monarca con técnicas poco convencionales que derrumbarán la fachada para dejar ver al hombre.
En un inusual papel dramático que no se desprende de la característica vis cómica del actor, Lastra hace gala de un inmenso repertorio de sonidos guturales e inexpresivo hieratismo para interpretar al futuro rey de Inglaterra, un hombre escondido detrás de su condición de noble que busca desesperadamente y sin saberlo la cercanía del ciudadano de a pie.
La función teatral de la monarquía
Sutilmente, el teatro se incluye dentro del teatro en una profunda reflexión sobre el papel de la monarquía en el inicio de un nuevo siglo. Con la llegada de la radio, la familia real británica acaba de descubrir su fragilidad y se ve convertida en "una familia de cómicos" a los que nunca antes se ha escuchado hablar.
Desde el inicio, y en una clara referencia al star system del Hollywood dorado, Jorge VI es presentado de espaldas al público, desnudo como un hombre, y el espectador no llega a ver su rostro hasta que no se ha planteado la acción y ha quedado vestido como rey.
Sin perder de vista la mejor película de 2010, en la obra abunda el minimalismo escénico, a veces excesivo, el uso del color, verde para el universo de los sueños, o la elipsis, mediante juegos de luces y bailes, que vuelve a hace hincapié en las contraposiciones que dan la medida de un hombre como si fueran las dos caras de un chelín.
La fábula del pingüino y el albatros
Pingüinos cuyas alas están preparadas para nadar pero no para vivir en la superficie, reyes que no están listos para reinar en un tiempo nuevo.
En sus cerca de dos largas horas, El discurso del rey del Español es un acertado reflejo de la crisis finisecular que ahora vivimos. Un espejo en el que la transparencia del micrófono, siempre presente en la escena, ha sido sustituida por las cámaras de televisión, internet y el streaming.
"Ser o no ser" rey. Ese es el dilema.