El sólido desequilibrio de 'Medea' se alía con la fuerza dramática de Ana Belén
- Dirigida por José Carlos Plaza, ha inaugurado el Festival de Mérida
- La dramaturgia es de Vicente Molina Foix
Aunque Medea ha sido capaz de matar a sus hijos como respuesta a la traición sufrida, la actriz Ana Belén, que da vida a este mito, logra a través de la interpretación que el público entienda este acto horrible. No pide que la apoyen, pero sí que se comprenda que el desequilibrio degenera a veces en crueldad.
El mito de Medea, una de las mayores tragedias griegas, como lo es también para cualquier mujer que un día decide amputarse lo más sagrado de su condición, la maternidad, ha vuelto este miércoles por la noche al Teatro Romano de Mérida para abrir su Festival Internacional.
Este espacio, que respira historia y cultura por sus gradas y columnas, era el idóneo para que la dramaturgia de Vicente Molina Foix, la dirección de José Carlos Plaza y el embrujo escénico de una Ana Belén radiante se aliaran para ofrecer una Medea tan rebelde como abandonada, tan hastiada como impulsiva.
Volvía el mito a Mérida en una noche bastante calurosa, pero el público ha percibido la frialdad de Medea a la hora de ejecutar vidas y cortar las raíces de su pasado por un amor, y ha sentido los gélidos resultados que generan los instintos más básicos -entre ellos el amor o la venganza- cuando estos se vuelven mezquinos.
Una interpretación sólida
Si ya lo bordó en La bella Helena, Fedra y Electra en este mismo Teatro, donde también dio vida a mujeres claves de la tragedia griega, Ana Belén ha dado pespuntes con hilo de oro a la túnica de Medea merced a una interpretación sólida.
La actriz sabía quién era Medea y lo que hizo ésta con sus hijos, pero Medea -lógicamente- no sabía de lo que era capaz Ana Belén para decir con voz y gestos que la búsqueda del equilibrio como ser nos conduce muchas veces por el desequilibrio de las pasiones.
La escenografía de Plaza refleja que conoce el Teatro emeritense como la palma de su mano. Luces y proyecciones, un decorado sencillo y sonido de acompañamiento, y una enorme puerta. La puerta que divide el mundo esotérico que dejó atrás Medea -La Colquida- y el que le ofrece Jasón, interpretado en su etapa adulta por Adolfo Fernández.
El toque de Molina Foix
Se percibe el toque de Molina Foix al drama. El escritor ha introducido dos personajes que "alivian" tanto dolor y ha buscado espacios de diálogos que permiten al espectador ir y venir al pasado y presente de Medea.
De una mujer entregada a la tierra, Medea pasa a ser una hembra envuelta en la pasión por Jasón, lo que le hace abandonar el pasado en su país, donde nunca tuvo la vida que quiso vivir. Sin embargo, Jasón, que de héroe de mares pasa a convertirse en un hombre que opta por un matrimonio de conveniencia, traiciona a Medea.
Cada reproche entre ambos, cada ley de los hombres transgredida por Medea, es extrapolada por Ana Belén y Adolfo Fernández hacia los espectadores, entre los que se encontraban el Jasón fiel de la actriz, Víctor Manuel, y Concha Velasco, entre otras caras conocidas.
A ninguno de los dos ni al resto de argonautas ocupaban las gradas del Teatro se les ha pasado por alto el derroche de continuidad teatral que ha derramado la actriz Consuelo Trujillo, en el papel de nodriza de Medea.
Quien no conozca este mito creerá asistir a una obra sobre la crisis de pareja o le parecerá estar leyendo sobre la impunidad que muchos hombres aún mantienen en el seno de la convivencia con una mujer o, simplemente, reflexionará sobre lo que Molina Foix ha denominado "las pasiones imperecederas".