Pastores, los árbitros de los encierros de San Fermín
- Once pastores se relevan en el recorrido para proteger a reses y corredores
- La mayoría han sido corredores y recortadores y la afición les viene de familia
"Miedo al animal no, es a la gente que tengo alrededor, a extranjeros que vienen y no saben lo que es un toro y se meten sin saber nada", asegura Vicente Martínez, alias Chichipán, uno de los once pastores que protegen a toros y corredores en los encierros de San Fermín. Chichipán habla desde la voz de la experiencia después de que un corredor valenciano le denunciara en los últimos sanfermines por haber recibido un varazo que le causó una fractura en la nariz.
Tras la denuncia, el Ayuntamiento de Pamplona ha reforzado a estos árbitros de los encierros en el bando municipal de las fiestas de 2015 obligando a los participantes a "prestar especial atención a las órdenes dadas por los pastores, personal técnico encargado de guiar a la manada, no interfiriendo en su labor, atendiendo sus indicaciones y evitando cualquier situación que pueda interferir en su arriesgada tarea". Una medida que se suma a la ordenanza sobre los encierros aprobada en los últimos sanfermines.
Los pastores son grandes conocedores de los toros de lidia y antes de empuñar la vara de fresno en la fiesta pamplonica ya han sido recortadores en plazas de toros o han corrido delante de los astados. La empresa que les contrata no exige pruebas específicas, pero confía en ellos para uno de los papeles más difíciles de los encierros después de conocer su trabajo con ganaderías de toros bravos.
Miguel Reta es, además de pastor, ganadero y organiza encierros por toda España, pero el de Pamplona es algo "diferente" y supone "mucha responsabilidad". "Los sanfermines son la cátedra de los festejos populares en España, una atracción inmensa para los mejores corredores y aficionados del toro, no solo de España, sino de todo el mundo", afirma.
Los pastores se relevan para completar los 850 metros del recorrido, aproximadamente cada cien metros, detrás de los seis toros de lidia y de otros tantos mansos que hacen de guía para los morlacos. El turno de Miguel, de 48 años, llega en la calle Mercaderes con Estafeta.
Si el toro se detiene y se vuelve generando peligro el grupo de pastores forma una barrera detrás para contenerlo y el encargado del tramo siguiente "tira" del animal colocándole su vara en la testuz para que siga adelante.
Entre el toro y la multitud
Uno de los pastores más veteranos es Miguel Araiz, alias Rastrojo. Tiene 43 años de experiencia a sus espaldas y asegura que para hacer ese trabajo no vale cualquiera: "Tiene guasa estar en la calle Estafeta delante de un toro y con 300 personas delante". Rastrojo trabajó durante cinco años como recortador con la ganadería de Macua antes de trabajar en los encierros con 20 años y su gran afición en las tardes de verano eran las vacas.
Los toros bravos han evolucionado mucho y llegan cada vez más preparados después de haber entrenado dos o tres días por semana una distancia media de unos dos kilómetros en los correderos de las fincas. No obstante, pueden alcanzar una velocidad de hasta 24 kilómetros por hora y han llegado a completar el recorrido de los encierros en menos de dos minutos.
"Son el producto de la selección realizada a lo largo de más de quinientos años de los animales más ariscos de la raza bovina, se les selecciona no solo por su morfología sino también por su bravura, su acometividad, su comportamiento", explica Miguel Reta. "Antes eran más manejables, hoy en día un toro suelto tiene mucho peligro, mucha rapidez, cuando un toro se queda, alguna cornada cae", vaticina.
El hecho de que los toros lleguen con ese fondo físico hace que cuando pasa algo genere situaciones de mucho más peligro, como la ocurrida hace dos años cuando se formó un tapón humano en las puertas de la plaza, recuerda.
La protección del toro
Los toros salen "asustados", arropados por los bueyes y si pierden la estela y se quedan solos se defienden, dice Chichipán. En esos momentos, cuando el toro, un animal salvaje de 600 kilos, se siente amenazado el riesgo se multiplica. "Es muy importante estar atento para que no quede ningún toro descolgado", coincide en señalar Miguel Reta, para evitar situaciones del peligro.
A pesar de esa fiereza del animal, una de las misiones del pastor es proteger al astado del contacto con los corredores, conseguir que llegue a los toriles sin haber "aprendido", para que el torero se encuentre por la tarde en la plaza con un animal bravo, tan salvaje como salió de la dehesa.
Dependiendo de la velocidad a la que lleguen los toros, es difícil que los pastores consigan seguir a la manada. A la preparación física del toro se suma el problema de la multitud que impide muchas veces a los pastores ver si han llegado los seis toros hasta el siguiente tramo del recorrido. Por eso, Jesús Merino, pastor desde hace más de 40 años, emplea una fórmula infalible: "Si ves llegar a tu compañero sabes que vienen los seis" y a pesar de su experiencia, todavía considera "un milagro" que "con tanta gente" no haya más desgracias.
Los encierros cuentan cada vez con más medidas preventivas y de seguridad, como la utilización de un vallado, materiales antideslizantes en la curva de Mercaderes, todo un dispositivo con más de 450 profesionales, incluida la asistencia sanitaria, y la aprobación de una ordenanza municipal con sanciones a conductas imprudentes, que empezó a aplicarse en 2014.
Sin miedo, con confianza
Sin embargo, ninguna de estas medidas de seguridad puede contener la combinación explosiva de un toro salvaje y una multitud de 2.000 personas. "Algo tiene que pasar", dice Rastrojo, quien desea "que no sea nada grave", pero reconoce que "el límite no sabes nunca cuál puede ser" y aboga por que los encierros no pierdan el ingrediente de la emoción "por el buen funcionamiento y porque siga habiendo gente".
Su compañero Miguel Reta coincide en que puede hacerse "un encierro perfecto, maquillarlo, protegerlo que sea ideal", pero "nunca puede perder la emoción, el riesgo que transmite al espectador, porque es algo libre, popular".
Los pastores, como Jesús, Miguel, Chichipán y Rastrojo, se aproximan a los toros con la confianza de haberlos conocido de cerca. Dicen que hay que tener respeto, pero no miedo. Se preparan físicamente saliendo a correr varias veces a la semana meses antes de los encierros y algunos como Chichipán van al gimnasio el resto del año.
Necesitan una fortaleza mental para afrontar los encierros. Cuando preguntas a Rastrojo su vivencia más traumática ninguna le viene a la memoria, él se queda con lo positivo, y después de ver sangre en un encierro hace borrón y cuenta nueva: "Si te estás acordando te paralizas y te frena cuando puedes salvar a alguien".
Miguel Reta recuerda como cuando era pequeño tenía "muchos problemas, mucho miedo" y su hermano en cambio se atrevía más que él a meterse con los toros. Su madre le animó, fue cogiendo confianza y los astados se han convertido para él en "la droga más dura". Todavía aprovecha si tiene tiempo para correr delante de ellos si hay algún encierro cerca de Estella. "Acercarse al toro, controlar la distancia, una experiencia que no es ni para la foto ni para el recuerdo, sino para ti", asegura.