El 'no' rotundo en el referéndum de Grecia divide a Europa
- Syriza se siente reforzada por el rechazo de la propuesta de los acreedores
- Berlín se muestra reticente a negociar con Atenas tras el resultado
- París y Roma piden retomar las conversaciones
- El BCE debe decidir si mantiene a flote a los bancos griegos
El pueblo griego ha dicho 'no' de forma mayoritaria a las últimas medidas exigidas por sus acreedores para continuar prestándoles ayuda, y su negativa abre innumerables preguntas -aún sin respuesta- sobre qué puede pasar a partir de ahora. Además, el resultado del referéndum griego ha revelado una Grecia más unida de lo que se pensaba hasta ahora, también ha dejado en evidencia que la posición del resto de la eurozona no es monolítica: algunos países -como Francia e Italia- quieren sentarse a negociar de nuevo con Atenas, y otros -con Alemania al frente- se muestran reticentes a volver a sentarse a la mesa.
Como muestra de lo inédito de la situación, los analistas anglosajones ya han acuñado una nueva expresión para describir la situación resultante: Grimbo, acrónimo del inglés Greece in a state of limbo, es decir, Grecia en el limbo.
Al rechazar nuevos recortes, los griegos han decidido lanzarse al vacío y falta ver si eso les llevará al abismo de la salida del euro -con el consiguiente empeoramiento de su aguda recesión económica y crisis social-, o si sus socios europeos les tenderán una red para evitarlo en el último momento.
Nada está claro ni hay procesos definidos para actuar en una situación así, ya que los Tratados de la UE no contemplan que un país pueda salir de la moneda única y, por tanto, no establecen ni motivos ni procedimientos que se puedan aplicar en este caso. Por eso, en la UE se admite que se ha entrado en aguas desconocidas.
Syriza sigue en el poder e insiste en reestructurar la deuda
Lo único que parece claro, por el momento, es que el Gobierno de Syriza se mantendrá en el poder y lo hará reforzado, al considerar que su población ha respaldado sus tesis en la negociación.
Ahora, su mayor problema inmediato, es que su visión sea aceptada por la eurozona y los acreedores, que hasta ahora la han rechazado. Atenas insiste en que la respuesta de los griegos no es un rechazo al euro ni a Europa, sino un 'no' a la austeridad.
Por eso, repiten en todas sus intervenciones que las negociaciones deben reanudarse de inmediato y, crecidos por el claro resultado de la consulta, aseguran que su propuesta para ello se basará en el último informe del Fondo Monetario Internacional, que reconoce que la deuda griega es insostenible y debe reestructurarse.
"Nuestros acreedores deben enterarse de que la realidad ha cambiado", ha declarado uno de los principales negociadores griegos en las conversaciones con la troika, Euclides Tsakalotos, en la cadena británica Sky News.
Así, el riesgo para su estrategia sería que los socios del euro dijesen 'no' a una nueva negociación que incluya el alivio de la deuda helena.
Además, nada garantiza que, si vuelven a sentarse en la mesa, las instituciones acreedoras y los países del euro vayan a mantener algunas de las concesiones que hicieron a Atenas en lo últimos meses, y no intenten negociar un tercer paquete de ayuda desde cero, con exigencias aún más duras que las contenidas en la propuesta rechazada por los griegos, tal y como insinuó el presidente del Eurogrupo.
Divergencia de opiniones dentro de la eurozona
Esa es la espada de Damocles que habían mantenido hasta ahora al unísono los gobiernos del euro y las instituciones acreedoras, que repetían que el rechazo a sus propuestas haría muy complicada la permanencia de Grecia en la eurozona.
Sin embargo, una vez conocido el resultado de la consulta griega, esa unidad parece haberse roto, y varios gobiernos han mostrado diferentes visiones sobre el abismo abierto.
Desde Berlín, el vicecanciller y ministro de Economía, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, ha juzgado "difícilmente imaginable" que vuelva a haber negociaciones con Atenas después del 'no', ya que considera que Alexis Tsipras "ha cortado los últimos puentes" entre Grecia y Europa.
Por contra, su homólogo francés, Emmanuel Macron, no esperó ni al cierre de las urnas en Grecia para reclamar la reanudación de las conversaciones con el Gobierno heleno.
Esa misma posición ha defendido el primer ministro italiano, Mateo Renzi, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Paolo Gentiloni, corroboraba después de conocer el triunfo del 'no' que "es justo reiniciar la búsqueda de un acuerdo".
Para aclarar el camino a seguir y, sobre todo, qué argumentos legales puede haber detrás de cada paso que se puede dar a partir de ahora, se multiplican las reuniones a todos los niveles, desde los más altos -con una reunión este lunes entre el presidente francés y la canciller alemana en París y una cumbre extraordinaria y Eurogrupo el próximo martes- hasta los más técnicos, con una convocatoria del Grupo de Trabajo del Euro, donde se sientan los números dos de los ministros de Finanzas de la eurozona.
En la actitud que adopten los países del euro tendrá mucho que ver la reacción de los mercados en los próximos días. Si los inversores se dejan llevar por el pánico, el euro se hunde frente al dólar y resurgen los ataques especulativos contra los miembros más débiles de la moneda única, los líderes europeos se verán obligados a tomar una rápida decisión.
El BCE, la clave a nivel financiero
De forma simultánea al plano político se mueve el plano financiero. Y ahí, el Banco Central Europeo tiene en sus manos la clave para que Grecia siga dentro del euro, ya que esa pertenencia depende de los bancos griegos y su capacidad de mantener a flote el sistema de pagos de su país y, en el momento actual, eso sólo será posible si el BCE mantiene abierto el grifo de liquidez para las entidades helenas.
Ese papel crucial se demuestra en el primer anuncio del Gobierno griego tras conocerse los resultados: la petición del Banco de Grecia al BCE de que aumente la línea de emergencia disponible para sus bancos para evitar que colapsen por una salida de depósitos más fuerte aún a la vivida en los últimos meses.
Si esa ampliación no se produjese, el Ejecutivo heleno se vería forzado a endurecer el corralito que puso en marcha el 29 de junio, manteniendo los bancos cerrados y limitando aún más los límites de efectivo disponibles para los griegos. Además, la falta de liquidez bancaria haría muy difícil el pago de salarios, pensiones y deudas, y conduciría a Grecia a una suspensión de pagos efectiva que pondría en solfa su permanencia en el euro.
La indefinición en el lado político deja en el aire el veredicto decisivo para mantener a Grecia dentro del euro: qué hará el BCE respecto a la liquidez que ha mantenido a flote a los bancos griegos durante los cinco meses de negociaciones. Según su mandato, el banco central del euro no debe adoptar decisiones políticas y, en este momento, cerrar el grifo a la banca griega podría interpretarse como tal.
Para despejar cualquier duda sobre sus intenciones, el Gobierno griego se ha apresurado a asegurar que no quieren ni oir hablar de una nueva moneda. "No vamos a hablar de una moneda paralela", ha afirmado el coordinador de las negociaciones con los acreedores del Gobierno griego, Euclídes Tsakalotos, quien en declaraciones a Star TV ha asegurado: "No creo que vayan a echarnos".