'Los niños cantores', un cuento sobre el poder liberador de la música
- Se basa en el exilio de los Niños Cantores de Viena durante la II Guerra Mundial
- Es obra de la escritora Elena Alonso Frayle y el ilustrador Adolfo Serra
- El libro ha ganado el premio Ala Delta de Literatura Infantil
Tomando como partida el hecho real del exilio forzoso del Coro de Niños Cantores de Viena en Australia, durante la Segunda Guerra Mundial, la escritora Elena Alonso Frayle ha escrito Los niños cantores (Edelvives), una novela infantil-juvenil sobre el poder liberador de la música, con la que ha conseguido el premio Ala Delta de Literatura Infantil. Un precioso libro que cuenta con las fantásticas ilustraciones de Adolfo Serra.
“Se trata –asegura la escritora- de una novela que narra dos historias que tienen lugar en épocas y lugares distintos, de manera que pasado y presente se alternan en el relato hasta que terminan por confluir al final. La primera historia, la de Gustav, se basa en un hecho real: la peripecia que vivieron los miembros de los Niños Cantores de Viena en los años treinta. La historia de Nacho, por contra, se desarrolla en la actualidad. Nacho es un niño que vive en Madrid y se siente solo porque sus padres le acaban de cambiar de colegio. No tiene amigos y su tiempo libre lo emplea en amaestrar a su petirrojo Amadeus y enseñarle a cantar. Cuando conoce la historia de Gustav en el pasado, Nacho aprende una lección de vida que le ayudará a resolver sus propias dificultades”.
Una historia que, como comentábamos, se basa en hechos reales: “Sí –nos comenta Elena- en los años treinta, los Niños Cantores de Viena viajaron hasta Australia en una gira internacional de varios meses. Justo cuando estaban a punto de embarcar de regreso, estalló en Europa la Segunda Guerra Mundial. Ellos en principio eran austriacos, pero dado que unos meses antes Hitler había anexionado Austria, fueron considerados como alemanes en suelo australiano. No pudieron regresar a su país y tuvieron que iniciar una nueva vida al otro lado del mundo. Es una historia poco conocida, excepto en Australia, claro está. Yo me topé con ella durante una visita al Museo Nacional de Australia, en Canberra. Me llamó mucho la atención y se quedó dando vueltas en mi mente, hasta que, años después, terminó por plasmarse en Los niños cantores".
Gustav y Nacho, dos niños unidos por la música
La autora describe así a los protagonistas preincipales: “Gustav asiste con perplejidad a un periodo de la historia que sacude de manera inclemente su existencia. El único asidero que encuentra para no perder pie es el de la música. A lo largo de la novela lo vemos crecer, madurar y envejecer, y en todas las etapas de su vida es la música lo que le proporciona las claves para entender su destino“.
“Nacho –continúa la autora- es un niño tímido, introvertido, bueno «en el buen sentido de la palabra», pero demasiado volcado en sí mismo y en su desventura. El vínculo que establece con Amadeus y el encuentro con la historia de Gustav le ayudarán a abrir los ojos y a salir de su propia jaula“.
Tanto la jaula como el petirrojo son metáforas, como nos explica la autora: “La jaula de Nacho es el ensimismamiento, la incapacidad que a veces mostramos los seres humanos para ver más allá de nuestros prejuicios, nuestros estereotipos y nuestras ideas preconcebidas. La obcecación cerril. La falta de apertura. Todo aquello contra lo que trato de luchar en mi vida diaria. El petirrojo también vive en una jaula, pero finalmente Nacho le permite salir de su encierro y al final de la novela lo vemos emprender el vuelo en dirección al infinito”.
Por cierto, que esta novela también tiene algo de autobiográfico, ya que Elena también canta en un coro: “En Los niños cantores trato un tema recurrente en mi narrativa: cómo acontecimientos del pasado tienen la fuerza de incidir en el presente, en el destino concreto de personas concretas. También aparece una cuestión que me afecta muy personalmente, dada mi biografía: las dificultades a las que se enfrentan quienes se ven obligados a renunciar al entorno geográfico en el que crecieron, al mundo que siempre consideraron como suyo. Y, por supuesto, la música y, en concreto, el cantar en un coro, que es algo que yo también hago. Para un escritor, volcado día a día en el tan solitario oficio de escribir, un coro propociona la valiosa experiencia del esfuerzo conjunto, del salir un poco de ti mismo, del aislamiento, de la prisión interior que impone la escritura, en la que te encuentras a solas con tus obsesiones, tus anhelos y tus miedos. El cantar en un coro supone para mí, en ese sentido, una especie de ventana abierta, una especie de liberación”.
Ilustraciones evocadoras
Otra de las cosas destacadas del libro son las evocadoras ilustraciones del artista Adolfo Serra, que nos comenta lo que le atrajo de esta historia: “En general me gusta ilustrar relatos que tengan un trasfondo histórico. Y en particular, me gusta cuando esos relatos se centran en personas, pequeñas, simples y ánonimas, y cómo esos grandes acontecimientos afectan a sus vidas. En Los niños cantores, la Segunda Guerra Mundial es una protagonista en la sombra, pero es la gran causante de las aventuras y desventuras de Gustav. Me gustó mucho cómo Elena entrelaza presente y pasado, jugando con la vida y sentimientos de dos niños. A pesar de las distancias de espacio y tiempo, son niños y se sienten de una forma similar al crecer y enfrentarse al mundo que les rodea“.
Un libro que le supuso un desafío: “ El desafío para ilustrar esta historia era no caer en típicos recursos de blanco y negro frente a color para hablar del pasado y el presente respectivamente. Creo que la intención de Elena al estructurar su relato y alternar los tiempos era justamente mostrar al lector los puntos en común entre los dos personajes. A pesar de la distancia temporal, los sentimientos son similares y nos ayudan a entender qué están viviendo Gustav y Nacho a traves del reflejo del uno en el otro. Yo juego con el color para establecer una conexión y una evolución. El libro comienza poco a poco con manchas y va evolucionando en colores a medida que avanza la historia. En ambos planos: pasado y presente, hasta llegar al punto en que ambos coinciden“.
Adolfo nos comenta cómo le inspiró la metáfora de los niños cantores y el petirrojo: “Al leer el texto de Elena me dio la sensación que el petirrojo era una metáfora de cómo se sentía Nacho, encerrado en sí mismo. Solo cuando se abre a los demás es cuando esos barrotes desaparecen. La música es un punto de unión para Nacho y Gustav. Es algo que les hace libres, que les transforma“.
En cuanto a la técnica, Adolfo asegura: “Me gusta mucho trabajar de forma manual. En este libro he trabajado con lápiz, tintas y acuarelas sueltas para el color. El color me sirve para plasmar estados de ánimo, acentos en las emociones o situaciones de los personajes. Al principio del libro el color está más apagado, poco a poco va ganando en intensidad“.
Sus proyectos
Por último, ambos nos avanzan sus proyectos: “Muy pronto -asegura Elena- va a aparecer en España mi último libro de cuentos, Cambios de última hora. Además, en estos momentos estoy volcada en mi próxima novela, que también tiene que ver con un hecho histórico del pasado y su reflejo en el presente”.
En cuanto a Adolfo: “Acabo de viajar literariamente a una tribu masai en un libro ambientado en África, que también plantea las diferencias y similitudes entre dos niños. Y en este momento estoy intentando dedicar más tiempo a mis projectos personales“.