Empieza la campaña electoral catalana, un desafío singular con la independencia de fondo
- El 27 de septiembre, 5,5 millones de catalanes votan en elecciones anticipadas
- Los comicios, autonómicos en la forma, se plantean como plebiscito en el fondo
- Mas y el soberanismo se juegan el futuro del proceso con la CUP como llave
- El desafío independentista ha sacudido los partidos, los liderazgos y el discurso
Las elecciones catalanas del próximo 27 de septiembre no van a ser unas elecciones cualesquiera. Son unas elecciones autonómicas, pero Artur Mas, presidente de la Generalitat y gran protagonista de esta cita, ha anticipado que en el fondo son un plebiscito. Son autonómicas, porque eligen a un Parlamento y la conformación de un gobierno, pero se han convertido en foco de atención nacional -son el último ensayo antes de las generales y por eso los líderes se dejarán ver a diario- e internacional -porque podrían cuestionar la integridad de un Estado miembro de la Unión Europea-.
En estas elecciones, en las que todos los cabezas de lista son nuevos respecto a 2012, CDC, el partido actualmente en el poder, ha roto con su socio de casi cuatro décadas (UDC) para aliarse con Esquerra, su principal rival político, y en su ánimo no está gobernar los próximos cuatro años, sino poner en marcha un “proceso de desconexión” con España que, en sus planes, supondría su propia disolución para celebrar elecciones constituyentes.
Para mayor excepcionalidad, Artur Mas, el líder que se juega su ser o no ser político con esta apuesta, no encabezará la candidatura con la que quiere hacer posible su meta, Junts pel sí. Será el número cuatro, por detrás de un político independiente y dos activistas ciudadanas. No será cabeza de lista, no irá a los debates pero sí será el aspirante a la presidencia y el blanco de sus adversarios electorales.
La mayoría se contará en clave independentista
Estos son los ingredientes de una complicada epopeya política con la que desde esta medianoche, cuando arranque la campaña, se convoca al pueblo de Cataluña -un total de 5.510.798 personas podrán ejercer su derecho a voto- para que, nunca mejor dicho, decidan su futuro. Y lo hará, después de la tradicional pegada de carteles, con una manifestación, en la Diada, tenida por el día nacional de los catalanes.
La crisis económica, la corrupción o la regeneración política serán actores previsiblemente muy secundarios. La habitual dimensión ideológica de izquierda, centro y derecha se diluye a favor del eje del independentismo, sobre el que a la fuerza girará toda la campaña como ha venido girando la legislatura entera.
Ni siquiera la aritmética, la suma natural de votos y mayorías, se aplicará con normalidad en el escrutinio en la noche del 27 de septiembre. Mas, artífice de un proceso político que ha desembocado en las urnas por tercera vez en cinco años, ha sido quien ha fijado las reglas del juego e interpretará si gana o si pierde sumando no solo los escaños de Junts pel sí -que integra a CDC, ERC, diversas asociaciones entre las que destacan ANC y Òmnium Cultural y ciudadanos independientes- sino los que aporte el soberanismo en su conjunto.
La CUP podría tener la llave
Mas ha dicho que si tras las elecciones, para él plebiscitarias, del 27S no surge una mayoría de diputados favorables a la independencia, el proceso quedará "parado".
De esta manera, si las encuestas no se equivocan, el protagonismo vira hacia la CUP, que podría tener en sus manos los escaños que permiten rebasar la cifra mágica de 68 diputados. No se antoja fácil, porque su nuevo cabeza de lista, Antonio Baños, ha negado de forma tajante que piense apoyar la investidura de Mas.
La CUP se alza con la llave en detrimento del socio de toda la vida de los convergentes, Unió, que ha roto con su pareja política de los últimos 37 años y está en riesgo de desaparecer del próximo Parlament. El secretario general de los democristianos, Ramon Espadaler, antes conseller de Interior, es ahora un contendiente de Mas que lucha para que su partido no salga del Parlament y por representar a los votantes de la excoalición que no desean la independencia de Cataluña.
El punto de apoyo de CDC para impulsar el proceso es ahora ERC, hasta hace poco su rival político natural y la principal amenaza a su hegemonía. Sin embargo, el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, ha preferido aparcar sus diferencias (incluidas las pasadas denuncias por la corrupción en torno al polémico tres por ciento, otro tema que también sobrevuela la campaña) para ponerse al lado de Mas en aquello que ahora tienen en común: una hoja de ruta para la independencia de Cataluña.
Los desafíos de los no independentistas
En este clima, aún caben más novedades. Una, la candidatura de Cataluña sí que es pot, la confluencia de izquierdas que, siguiendo el ejemplo de BComú en Barcelona, reúne a Podemos, ICV, EUiA y Equo bajo la candidatura del veterano activista Lluís Rabell.
La otra, Ciudadanos, aspira a crecer, pero no cuenta con su estandarte, Albert Rivera, que emigra a Madrid como candidato a La Moncloa tras casi una década en el Parlament y deja las riendas a Inés Arrimadas, una joven candidata con tres años de experiencia como diputada.
Como en las elecciones andaluzas de marzo o en las municipales y autonómicas de mayo, se medirá también en las catalanas la pujanza de Rivera y del líder de Podemos, Pablo Iglesias, en un espacio político que disputan con PP y PSOE.
Estos dos últimos partidos viven asimismo sus propios desafíos para mantener su statu quo en Cataluña, plantar cara al independentismo y mandar un mensaje de fuerza a nivel nacional en su pulso particular.
El PSC lleva tiempo posicionado en una tercera vía que no aboga ni por independencia ni por continuismo, sino por reconocer la singularidad catalana y por una reforma federal de la Constitución sometida a referéndum. Los socialistas se han encomendado a sí mismos tender puentes y entablar diálogo mientras llaman a "cerrar el paso al independentismo". Y para ello ponen en el ruedo electoral a un veterano, Miquel Iceta, un reconocido muñidor de consensos, con 30 años de experiencia pero que nunca ha liderado una lista.
Y el PP ha sustituido a su líder, Alicia Sánchez Camacho, pese a haber logrado en 2012 los mejores resultados de su historia en el Parlament, y ha nombrado en su lugar a Xavier García Albiol, ganador de las elecciones en la tercera ciudad catalana, Badalona, pero desbancado de la alcaldía por un pacto de izquierdas.
A Albiol, que llega con la vitola de no haber perdido nunca, no solo le corresponderá ser el defensor de los principios del Gobierno de Rajoy ante el desafío de Mas y apuntalar la unidad de España y la soberanía nacional, apoyándose si es necesario en el Tribunal Constitucional. En el plano electoral, también ha de ser el dique ante el ascenso de Ciudadanos porque, no hay forma de olvidarlo, estas elecciones no terminan el 27 de septiembre.