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Alejandro Amenábar: "Venzo mis miedos haciendo películas"

  • El cineasta inaugura el Festival de San Sebastián con Regresión
  • Un thriller psicológico con Ethan Hawke y Emma Watson
  • RTVE.es entrevista al director

Por
Amenábar estrena en la apertura del Festival de San Sebastián

Seis años ha tardado el rey Midas del cine español en volver a la cartelera. Amenábar se define como un niño miedoso que va conjurando miedos a base de películas y con Regresión le llega el turno al miedo al demonio y al propio cerebro humano. El estreno mundial de la película abre la edición número 63 del Festival de cine San Sebastián

Regresión es su tercer largo en inglés tras Los otros y Ágora. Después del éxito mundial del primero y el relativo fracaso internacional del segundo, está por ver de qué lado cae la moneda. Ambientada en un pueblo de Minnesota en 1990 y con Ethan Hawke y Emma Watson en el reparto, Regresión es una thriller psicológico que explora abismos como rituales satánicos, abusos sexuales incestuosos, y la perturbadora sensación de vivir una realidad difuminada.

La acogida de la prensa en el primer pase de Donostia ha sido tibia: nadie niega su brillantez formal, pero le reprochan mucha carga discursiva. Está por ver la reacción del público. A Amenábar nunca le ha fallado. En el Hotel María Cristina, atiende a RTVE.es

P.: Antes de hablar de Regresión: ¿Cómo director estrella del cine español sientes la presión del pedestal? Quiero decir, Almodóvar o tú parece que si no hacéis una obra maestra es un fracaso absoluto.

R.: A fuerza de preguntarlo voy a empezar a sentirlo (risas). Siempre está ahí, pero el peso te lo tienes que poner tú como creador: cuándo crees que tienes la historia, cuándo no la tienes y esperas hasta que la tienes… Quiero pensar siempre que tengo la lección estudiada y otra cosa es que luego en el examen apruebe o no. Además es algo inevitable: en el momento que las has presentado, pues ya está.

P.: ¿Te sientes padre de un cine que parece que no existía en España antes de ti? ¿Sientes que iniciaste algo?

R.: Yo quiero pensar en más bien hermano. Está Älex (De la Iglesia), que empezó antes, incluso estoy pensando en Juanma Bajo Ulloa. Fresnadillo y yo hemos ido a la par y luego ha venido Bayona. Ha habido una serie de directores a los que nos ha gustado el misterio, lo fantástico. Ya había pasado en España en los 60 y 70, con películas de terror. Lo que nos une es que ahora hay facturas muy buenas. Se ha tomado el género en serio, sin que eso dé necesariamente lugar a películas serias.

P.-Al ver Regresión recordé que Arthur Miller decía, no sé si a propósito de Las brujas de Salem, que vivimos en un mundo que todavía mama de las tetas del diablo. Es decir, aunque culturalmente parezca que el ser humano evoluciona, en realidad superpone capas y nuestra parte supersticiosa no está tan lejos.

R.: A mí me ha dado por pensar últimamente -aunque esto no tiene nada que ver con la película, estoy pensando más bien en política- que es la misma obra de teatro que se representa una y otra vez. Cambian los nombres, incluso de los conceptos, y al final todo perpetúa. Donde antes se decía ‘sagrada inquisición’, luego ponía ‘gloriosa lucha del proletariado’, pero los tiranos se mantienen en el mismo sitio. Pero volviendo a lo que decías: la película habla de una cultura del demonio y de una obsesión por el demonio que ha estado muy marcada en un mundo absolutamente contemporáneo y, entre comillas, moderno como puede ser EE.UU. Estaba confluyendo desde el miedo a Satán con el miedo a que sectas satánicas estuvieran operando y nuevas terapias psicológicas. Era una combinación casi explosiva.

P.: Como en Abre los ojos, te gusta colocar a personajes y espectador en el umbral entre lo real, lo fantástico y lo imaginario. Jugar con esa sensación de que no hay tierra firme.

R.: Acompaño al protagonista casi a veces por detrás de su hombro y los espectadores están destinados a hacer ese viaje similar al que hace el protagonista. Esta es una historia contada desde un punto de vista. Muy pocas veces me salto al otro lado.

P.: Precisamente la película se inicia con un plano subjetivo del padre de Angela (Emma Watson) entrando en una comisaría para entregarse por haber abusado de su hija. El plano transmite su demencia y extrañamiento. La película es también una descripción de esas sensaciones.

R. Exacto. Ese plano fue muy discutido. A Fernando (Bovaira, productor de la cinta) no le convencía. Para mí tenía todo el sentido porque hay tres planos subjetivos claros en la película: la entrada a la comisaría del padre, el de la presentación del personaje de Angela, y luego el de Bruce, el personaje de Ethan Hawke cuando está conectando con lo que le pasa el primer personaje y entra en esa espiral de locura.

P.: La película parece decir que la mente es más frágil de lo que pensamos.

R.: La mente y la memoria. Es una de las cosas que me he sorprendido al documentar la historia. Pensamos que nuestra mente funciona como un ordenador y en muchos casos es así. Pero es un ordenador voluble y maleable que se adapta a nuestros miedos y deseos. A veces nos tuerce el camino, nos pone piedras, nos pone puertas, nos oculta cosas, nos muestra cosas que no son. Quería mostrar cómo la mente juega con nosotros.

P.: Porque la mente es un ordenador cuya programación no entendemos.

R.: Es un ordenador hecho de gelatina.

P.: Sin desvelar nada, en la película juegas con imágenes que pueden ser los mayores tabúes cinematográficos.

R.: Me apetecía hacer una historia de misterio, como hice en Tesis y Los Otros. Y busco lo que Hitchcock llamaba McGuffin, la excusa argumental. Pensé que podía hacerlas de vampiros, fantasmas, psicokillers… pero como hay varias películas del demonio que me han entusiasmado -El exorcista y La semilla del diablo me parecen de las mejores que he visto nunca-, pensé ‘voy a picar por ahí’. Me compré una biblia satánica y un par de libros, pero todo me resulto todo muy farragoso y no conseguí profundizar en lo que era la realidad del satanismo. No fue hasta que encontré el fenómeno del abuso ritual satánico y su conexión con la psicología donde vi la oportunidad perfecta para retomar mi película sobre el satanismo, con un enfoque realista, y también hablar de la exploración de la mente.

P.: El personaje de Ethan Hawke explicita en un diálogo las conclusiones de esa exploración ¿Temes que el resultado sea demasiado cerebral o discursivo?

R.: Sí y no. Es verdad que habrá espectadores para los que no quede todo cerrado o no hayan entendido las cosas de la manera que yo quería. He dado la información justa para que el espectador que entienda lo que ha pasado. Ethan Hawke, que venía de hacer dos películas de terror con bastante éxito, me dijo que no le gusta que las películas metan miedo a la gente y que esta película le gustaba porque, lo que hace en el fondo, es quitarle miedo a la gente y desactivarlo de alguna manera. Soy consciente de que en ese viaje al película empieza siendo una cosa, luego otra y luego otra. Y nunca sabes cómo va a reaccionar el espectador medio

P: Lo has expresado como si, en cierto modo, la película matara al género de terror y suspense. ¿Significa eso que el género se acaba para ti?

R.: No, el género me gusta. Acabo de ver La visita, que me ha gustado muchísimo. Vale la pena volver a intentarlo porque hay muchas películas, pero es difícil encontrar las buenas. Parece que el cine más serio, sesudo, o que tiene más significado, está destinado a los dramas e incluso a las comedias. Y parece que el terror, el misterio, está condenado a ser serie B. Me gustaría picar un poco más en el género del misterio.

Sí que es verdad que con las películas, no solo con las de misterio, también con Mar adentro y Ágora, voy desterrando miedo. Yo fui un niño muy miedoso, tenía miedo al diablo, a los fantasmas, a la muerte. Y con las películas los voy venciendo.

P.: ¿Y qué miedos te quedan? Por saber el tema de las películas que vendrán…

R.: No lo sé (risas). Igual tengo que buscarme nuevos miedos.

P.: Si en Ágora había una oposición ciencia-religión, en Regresión hay un aviso de que la ciencia puede ser falsaria.

R.: Por un lado, es verdad que la relación de cómo la religión se ha opuesto a la ciencia está clarísimamente en mi anterior película. Lo que me resultaba interesante de este fenómeno en Regresión es que la ciencia y la fe, que están representados a través de psicólogo y el sacerdote, están intentado resolver lo mismo. Incluso parece que van hermanadas. Y eso me gustaba: ver cómo el error no es patrimonio de uno solo. Todos estamos sujetos al error.

P.: ¿Has tenido que morderte la lengua filmícamente con la religión después de los problemas de distribución de Ágora en EE.UU.?

R.: Digamos que la presencia de la iglesia en la América profunda, no estoy pensando en la católica sino en la evangelista, es algo que está muy enraizado y forma parte de su cultura. Lo he intentado juagar con perfil bajo. Está ahí y es un personaje importante, pero una de las cosas que hice cuando fui a Minnesota fue ver iglesias. Y digamos que la opción que hemos mostrado en la película es bastante suave. Se ha intentado no ofender. Incluso Emma Watson me pidió cambiar una frase para no herir sensibilidades.

P.: Han pasado seis años desde Ágora. ¿Tienes sensación de tiempo perdido?

R.: Me gustaría sacar una película cada año, como Woody Allen o Almodóvar. El otro día pensaba, y no me estoy comparando más que en lo poco prolífico, en George Miller. Tiene una carrera superextraña, pero absolutamente coherente. Está bien espolearme, pero para hacer una película tengo que expresar algo. No las hago para hacer dinero, o hacerse lo perder, a los productores

P.: A George Miller le puedes saludar ahora. Acaba de llegar a San Sebastián (recibe el Premio FIPRESCI por Mad Max: Furia en la carretera.)

R: ¿Está aquí? (risas) No tenía ni idea. ¿Ves la coincidencia? Es Satán.