María Ke Fisherman se desmarca en MBFWM
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- Todos apuestan por lo hecho a mano, por lo tradicional
- Juana Martín celebra que lleva diez años de desfiles
- Etxeberria y Teresa Helbig firman trabajos de autor
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Maria Ke Fisherman han cerrado la jornada y, como era de esperar, su propuesta se ha desmarcado de todo lo visto hasta ahora en esta sexagenaria pasarela (cumple 62 ediciones) tan daba a los vestidos de corte fiestero y festivalero.
Su colección lleva prendas de factura artesanal, realizadas por las monjas carmelitas de Huelva que, entre misa y misa, tejen vestidos de infarto. “Bueno, hacen oídos sordos, todo les parece bien”, dice Víctor Alonso.
Se juega con la mezcla de tradición y tecnología. Vemos tejidos reflectantes que llevan un trabajo de nido de abeja o piezas en 3D de crochet hechas con cinta técnica. El punto es el protagonista y lo vemos en un amplio surtido de siluetas y acabados.
Todas las prendas encierran un secreto, como las hojas de un diario que cuentan la historia de sus vidas pero también la historia de la moda, homenajeando a los grandes, desde Paul Poiret a Miucca Prada.
Tienen la menta, y la caja, enfocada a Milán y a París, y venden en Tokio, Los Ángeles y Nueva York, donde han presentado las dos últimas colecciones. En EE.UU. les ha ido bien, y no solo por haber vestidos a Miley Cyrus o Linsay Lohan.
Ahora toca pasar página y no quedarse en las anécdotas. Lo suyo no son los escenarios, más bien es el asfalto. “Por eso no hemos visto vestidos de fiesta, al revés, queremos hacer ropa de calle, vestir a la gente en su día a día”.
Ion Fiz ha colocado un piano en su pasarela para acompañar el movimiento de caderas de sus modelos que han lucido prendas de la línea de lencería que acaba de lanzar. Un trabajo que se ha ido adueñando de la colección de calle.
Sus prendas llevan transparencias, plisados de satén, texturas líquidas y sinuosas y encajes, a veces en tono perla. El negro decora vestidos pegados al cuerpo con escote palabra de honor y vemos diseños en amarillos que refrescan una propuesta de fuerte carga estética, con un cierto aire de sofisticación vintage.
Si alguien pensaba que Teresa Helbig no podría superarse, llega ella y lo logra. Su colección, como en las anteriores, tiene un aire relajado, adolescente, tierno pero no se equivoquen, es un bello ejercicio de costura, con permiso de los franceses, de alta costura.
Su colección tiene varios referentes. Por un lado el estilo chinoiserie que ella traslada a prendas que parecen de porcelana, con motivos de peces y flores acuáticas de clara inspiración decorativa.
Esa influencia oriental se nota en las mangas de los vestidos, eternas, y se entrelaza con guiños a los años 20. Las perlas abandonan su carga ´aseñorada’ y se unen para adornar costuras y remates, enmarcando bellos vestidos de texturas.
Destacan las chaquetas kimono, los vestidos muñeca y sobre todo la piel. Helbig la rebaja hasta el extremo para que quede liviana y ligue con el tul, pero también la trabaja con la técnica del trenzado y la decora con la ayuda de un tatuador, dibujando sobre ella hermosas flores.
Corría septiembre de 2015 cuando Juana Martín desembarcó en esta pasarela, entonces llamada Cibeles, con una colección de sentimiento andaluz que hasta ahora solo habíamos visto en Victorio &Lucchino.
“Fue un revuelo grandísimo”, recuerda. “La primera mujer gitana en la Cibeles, ¡Imagínate!”. Diez años después Juana Martin dice que es “menos inconsciente” y que ha ganado en “profesionalidad, ahora sé lo que quiero y la manera de presentarlo”.
Hablamos rodeados de la colección, una propuesta de patrones envolventes en la que destacan las piezas de vinilo aplicadas a mano como si fueran estampados. La carta de colores es concisa. Negro, blanco, lima y un toque de dorado.
Además, lunares, pero desestructurados, y volantes, un elemento que hoy hemos visto en muchos desfiles. “Mira, no estaría yo muy equivocada cuando empecé a hacer volantes”, señala.
Su deseo, tras una década de trabajo intenso, es mantenerse, consolidarse y “reivindicar lo que hacemos”. Y ella, lo que hace, sobre todo, son vestidos de fiesta y novia. “Ahora el diseñador solo se alimenta de esto”, dice.
Etxeberria vuelve a sorprender. Si antes nos dejó con la boca abierta con su enorme talento para moldear y trabajar la piel ahora decide prescindir de ella y demostrar que su aguja abarca mucho más. Y en su caso, además, lo borda.
Su colección nace con vocación masculina pero muchas de sus prendas se desarrollan en patrones femeninos. Se aprecian guiños a la sastrería inglesa, con detalles de los años 20 del siglo XX, como "los cortes japo, las pinzas en los pantalones, los volúmenes", dice.
Los colores, azules y marrones tranquilos, evocan el joie de vivre de la Riviera Francesa pero también del País Vasco. Destaca un vestido confeccionado con más de 300 piezas de cerámica, engarzadas a mano. Una pieza de alta costura.
Todos los tejidos van muy trabajados, algunos para que tengas volúmen y ofrecan una caricia en 3D. Destaca el uso del seersuker en abrigos, chaquetas y pantalones, un tejido masculino, singular, elegante y perfecto para dejarse trabajar por Roberto Etxeberria. Perfecto para vestir al hombre, y a la mujer, en un verano que ha imaginado muy fresco. ¡Ojo, nos referimos a los tejidos!
Davidelfin es una esponja. Todo lo que ocurre a su alrededor lo absorbe y lo mezcla después con lo que siente en su corazón. Sus colecciones son mensajes, estados de ánimo. Ahora, cerrada la trilogía de catarsis y dolor, vuelve al color, o al menos lo ha intentado.
“Quise hacerlo pero la cabra tira al monte y me han salidos los negros”. Negros tinta para escribir una nueva etapa que sin embargo viaja a su orígenes, a su Málaga natal, a su Andalucía. “Y eso que yo no soy nada andaluz típico que no sé bailar sevillanas ni nada”.
Sus referentes ahora son Marisol y Lola Flores, y por eso vemos volantes. Pero no unos volantes sencillos. Delfín los idea de quita y pon con cremalleras a vestidos asimétricos o los añade a un traje para lograr un esmoquin de gitana.
Otra de sus referencias, más fuerte quizá, es el deporte. Vemos camisas por encima del ombligo, como los tops de atletismo, pantalones de chándal con un noble trabajo de sastrería y sandalias con los mismos materiales del calzado para el agua.
El malagueño siempre cierra los desfiles con una canción de Fangoria y en esta ocasión ha escogido ‘Dramas y comedias’ pero en versión flamenca versionada por Jorge Calvo. ¡Casi ná!
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Granada”. No es un error, es la inspiración de Leandro Cano, que rebusca en su memoria para rescatar recuerdos y plasmarlos en sus prendas.
La colección, la primera de verano que presenta aquí, habla de sus abuelos, de la vida en el patio de la casa, de los aromas, de las texturas. Con tela de saco, de arpillera, construye prendas de tacto aspero que se adornan con delicados bordados en punto de cruz.
Algunos vestidos, con colores lavados, parecen cogidos de las cuerdas de tender la ropa pero otros, más trabajados, llevan forman orgánicas y aplicaciones, detalles del talento de Cano.
Destacan los vestidos lienzo, en los que ha pintado a mano jardines maravillosos. “Llevan muchas horas de trabajo, ¿cuántas?, uf, ni te cuento”, nos dice. Otros vestidos llevan círculos grandes, “megatopos”, que son ventanas a esos mismos jardines.
El desfile, con 37 salidas -“se me ha ido un poco la cabeza”, dice-, se tiñe de rosas empolvados, salmón, crudo y burdeos. Estos dos últimos colores sustituyen al blanco y al negro. “Huyo del negro, esta colección es alegre y optimista, un reflejo de la etapa que vivo”.
La música es lo que inspira a Esther Noriega. Para este segundo desfile en MBFWM la vallisoletana propone vestidos sofisticados, en exceso, realizados en gasas y organzas, envolventes, que provocan mucho movimiento.
Destaca todo el trabajo realizado con la piel, recortada a mano, para hacer delicadas hojas teñidas después en oro que se aplican a las prendas provocando un efecto de estampado.
La silueta evasé y los pantalones en distintos patrones dominan la colección, que ha saltado a la pasarela acompañada por cuatro cuerdas y una flauta de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.