Giorgio Armani, la elegancia de las flores
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Las flores son el motivo estrella de las colecciones de primavera y verano. Giorgio Armani bebe de su néctar y se inspira en ellas para la propuesta de 2016. Lo hace observando sus colores, sus formas pero también sus texturas y su diversidad.
Las prendas juegan con los volúmenes y los patrones oversized, intentando parecerse a las corolas de las flores, conjuntos de pétalos de formas redondeadas que proyectan siluetas de lo más diverso.
Los estambres y los filamentos de los tallos que se entrelazan a capricho marcan prendas de trazo arquitectónico, siempre con un estilo orgánico, muy pegado a los caprichos de la naturaleza.
La gama de colores es fría. Azules, rojos y rosas suaves tiñen todo tipo de prendas, dejando que el negro adorne vestidos de cóctel y fiesta. La noche, el reino de la fantasía, se viste de diversión con diseños de falda larga que vuelan al caminar, y al bailar.
El poder en la industria de la moda que ha adquirido Nueva York en los últimos años y la gran influencia de los diseñadores de París hacen que Milán esté a la cola de la lista de las grandes capitales de la moda. Aunque por encima de Madrid, claro está.
Italia intenta mantener su identidad y lo hace apelando a su adn, al lujo bien entendido. Al lujo interior. Los creadores hacen colecciones con tejidos de gran calidad e intentan alejarse del culto al logo del que, durante tiempo, fueron abanderados firmas como Fendi, Dolce&Gabbana, Versace, Roberto Cavalli, Emporio Armani y Dsquared2.
Gucci se salva de la quema y además se ha convertido en el buque insignia del resurgimiento de la moda italiana. Las dos colecciones que hasta ahora ha presentado Alessandro Michele han sido recibidas como un soplo de aire fresco.
No tienen nada novedoso, ni revolucionario; pero llama la atención el look, la imagen que se vende ahora. El feísmo impulsado por Prada vuelve con fuerza a la pasarela y ahora se intenta vender con modelos afeadas por los estilistas.
No todo, por suerte, es así. Missoni recurre a reinventar sus clásicos y Trussardi, con acierto, reinventa el folk con prendas que llevan detalles artesanos, patrones muy cómodos y colores intemporales.
Marni y Prada recurren, de nuevo, a la estética arty. La primera insiste en sus mezclas de color y texturas, a veces con diseños ya vistos en sus colecciones anteriores. Prada juega a los bloques de color y apela a una imagen cosmopolita, muy estudiada, que a veces cuesta digerir.
Peter Dundas se estrena en la casa Roberto Cavalli y lo hace rebajando la intensidad sensual de la firma. Propone ahora prendas de colores lavados que contrastan con la sofisticada factura de los vestidos que llevan estampados salvajes, de leopardo y cebra. Eso sí, ahora se muestran urbanos, diurnos, menos festivos. Comienzan los cambios en Cavalli; Dundas tiene, por ahora, otro discurso.
Bottega Veneta necesita un cambio. Los desfiles son aburridos, repetitivos. Tomas Maier lo sabe e intenta hacerse el moderno con prendas de corte deportivo que no encajan en el estilo, de un lujo clásico renovado, de la casa.
Versace no se desprende de los vestidos valkiria, sensuales y atrevidos, pero apuesta además, con acierto, por trajes de pantalón ancho que tienen gracia y un tono vintage de lo más interesante.
Jil Sander, sinónimo de diseño elegante, se muestra más rebelde con prendas que presumen de tijeretazos atrevidos, rotos, asimetrías, deshilachados… Una colección de aires inconformistas pero, como siempre, con muy buen gusto.
Dolce&Gabbana rinden homenaje a su tierra, por enésima vez. Ahora se inspiran en las postales de las tiendas de souvenirs y estampan o bordan en sus vestidos los nombres de las ciudades más turísticas, escenas vacacionales y famosos edificios.