Las huellas de la crisis migratoria (que continúa)
- El periodista de TVE cuenta la difícil travesía de miles de refugiados en Croacia y Hungría
- Relata, a través de los objetos que la gente deja atrás, ese éxodo forzoso
- Los migrantes han ido dejando su huella a través de 3.000 kilómetros de recorrido
¿Qué te queda en la cabeza después de recorrer más de 3.000 kilómetros, de frontera a frontera, por carreteras secundarias de tres países, siguiendo los pasos de miles de personas -miles de historias- que buscan un lugar, un refugio, sin saber -a veces- dónde se encuentran exactamente?
Pues, sus caras. Sus gestos. La expresión reflejada en sus ojos, espejo de días de espera y noches de incertidumbre, a disposición de lo que uno u otro país improvisaban de la noche a la mañana. Su dignidad.
Y lo que iban dejando tras de sí...
En primer lugar, algo que les es ajeno: la red de concertinas tejida por el gobierno húngaro a lo largo de 175 kilómetros de su límite geográfico con Serbia (y que sigue extendiendo en su frontera tanto con Croacia como con Rumanía. Recordemos: países dentro de la UE).
En el plano general, una frontera cerrada a cal y canto. La resaca, un día después de que los antidisturbios húngaros cargaran contra todo lo que se movía (niños y prensa, incluidos), llegando -incluso- a detener a varias personas en pleno territorio serbio (Belgrado protestó). Una extraña normalidad. Una quietud inquietante. Muchos refugiados obligados a cambiar el curso de su camino: hacia el sur, hacia Croacia.
Caminos, en hora punta. Una estación de tren, como la de la localidad croata de Tovarnik, abarrotada. Y, luego, de un día para otro, vacíos. De gente, no de recuerdos. La chaqueta que sobraba. El abrigo perdido en el fragor de la batalla por subir al vagón con destino incierto. Los potitos y las cáscaras de plátano donde se improvisó un campo de refugiados. El carrito para bebés que sirvió para pisar asfalto o andar por pistas de tierra, pero que dejó de ser práctico...
En su periplo europeo, sirios (la mayoría), iraquíes, afganos, paquistaníes... se encuentran con la decisión (desesperada y unilateral) del gobierno croata de devolverles a Hungría a través de otra esquina del territorio. Un corredor que Zagreb calificaría de "humanitario" y que pretende, todavía hoy, que sirva como ejemplo para el resto de socios comunitarios...
“Muchos no se creían que un país les cerrase las puertas definitivamente“
Los niños, mostrados por sus padres como bandera, como garantía de futuro... sin mucho éxito para los que se cierran en banda. "¡Abran esta frontera!", claman las pancartas, los mensajes colgados en la valla. Sin apenas información, sin más autoridad que la policial, muchos no se creían que un país les cerrase las puertas definitivamente (sabiendo que sólo iban de paso, que no querían quedarse).
Son señales que siguen dejando a su paso. Porque la travesía continúa.