Viaje al planeta de Max Bill, el gran 'configurador de formas'
- La Fundación Juan March exhibe la primera retrospectiva de su obra
- Bill fue pintor, escultor, arquitecto, diseñador y creador polifacético
- Está considerado como un genio y uno de los autores más completos
A semejanza de un moderno hombre del Renacimiento, Max Bill (Winterthur,1908-Berlín,1994) articuló su universo artístico a través de múltiples talentos. Fue pintor, escultor, orfebre, diseñador,-industrial y de objetos- artista gráfico, arquitecto, teórico, profesor, publicista e incluso coqueteó con la política.
El creador suizo, que se consideraba a si mismo como un “configurador de formas” que invitaban a la reflexión, es valorado como uno de los genios más completos del siglo XX, aunque el grueso de su obra no es tan conocido para el gran público.
Resumir las caras de su poliédrico mundo es una labor casi inabarcable, aunque el propio autor concibió su prolífica carrera como un todo. Sin distinciones entre sus facetas.
Este sentido de la unidad es una de las perspectivas que ofrece la exposición de la Fundación Juan March, que en su sede madrileña exhibe de manera concentrada la primera retrospectiva completa de la obra de Max Bill en España (Del 16 de octubre al 17 de enero de 2016).
La muestra engloba 170 piezas indispensables, que incluyen cuadros, libros, revistas, cartelería de gran calidad, escultura monumental o diseño de objetos cotidianos, procedentes de instituciones públicas y privadas de Europa y EE.UU.
“Max Bill tuvo unos intereses muy variados y fue capaz de gestionarlos desde una central de ideas”, explica a RTVE.es Manuel Fontán del Junco, director de exposiciones de la Fundación Juan March y uno de los comisarios de la muestra.
Las creaciones han sido cuidadosamente seleccionadas por Jakob Bill, hijo del autor, protector de su legado y también artista. Cada una de las obras ha sido situada en el amplio y diáfano espacio de la sala de forma milimétrica, para que el espectador pueda “sentir” a través de la perspectiva, la interacción y los guiños que emanan de las mismas.
Esta puesta en escena era ineludible. Max Bill también ejerció como diseñador de exposiciones y reflexionó sobre su razón de ser:
“He llegado a la conclusión de que la mayoría de los visitantes esperan recibir una sensación que exceda el ámbito de la vida cotidiana. La visita a una muestra- añadía- es una ocasión para interrumpir la vida diaria con un día festivo”.
El maestro del arte concreto
La exhibición integral de la fundación madrileña abarca desde los años 20 a los 70 en su carrera, de forma cronológica y temática. Arranca con unas primeras obras de orfebrería y pintura-casi primitivas-, orgánicas e influidas por el surrealismo.
El recorrido tiene una parada obligatoria en algunos de los cuadros de su estilo más representativo: pinturas geométricas y minimalistas, en las que predomina la forma, sobre todo de múltiples cuadrados, frente a los colores planos.
Son exponentes del calificado como arte concreto del que Bill fue el máximo precursor. Esta expresión artística se inspira en ideas que no existen en la realidad natural y se aleja de asociaciones simbólicas. Un canto a la fantasía pura de los autores.
Mediante una proyección visual también se repasa su labor como arquitecto y escultor, que ha despertado el interés de numerosas publicaciones y expertos. El trabajo de Bill está muy vivo en la actualidad. Las huellas de su mirada pueden percibirse en el arte abstracto geométrico latinoamericano y en la arquitectura española.
Sin embargo, la explosión de arte multidisciplinar del creador no puede concebirse sin su paso por la Bauhaus, la mítica escuela de diseño fundada por Walter Gropius, de la que fue alumno entre 1927 y 1928. De este centro de experimentación, Bill salió fuertemente influido por dos de sus profesores: Klee y Kandisnky. Siguiendo su estela, el polifacético suizo creó en 1951 la Escuela de Diseño de Ulm.
Envuelto en esta vorágine creativa Max Bill realiza a partir de los años cuarenta sus primeras incursiones en el campo del diseño industrial y de mobiliario.
Fruto de esta etapa es el icónico reloj de cocina de aluminio de estética racionalista para la marca Junghans. Un objeto de máxima sencillez que ha permanecido inalterable al paso del tiempo.
“Sus trabajos de diseñador son muy actuales y modernos, a pesar de que son de los años 30”, señala Manuel Fontán del Junco.
Los relojes de pulsera "Max Bill" se siguen fabricando y son objeto de deseo de los coleccionistas. Prueba de la profundidad de su huella es que uno de ellos se expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y otro de los relojes de pared, en perfecto estado y hora, también puede observarse en la muestra de Madrid.
El célebre reloj se sitúa en el espacio orientado al mundo del mobiliario casero, en el que también se expone una mesa, una máquina de escribir, lámparas y la famosa banqueta minimalista Ulmer Hocker (1954).
Un asiento funcional y multiuso que podía servir para “sentarse, como mesilla de noche, o incluso para transportar libros”. Tal y como reflexionaba el creador: "El buen diseño depende de la armonía entre la forma de un objeto y su uso".
“Max Bill decía que para que un artista pudiera preservar su libertad también debía tener un trabajo alimenticio, y esto para él es el diseño”, afirma el comisario Fontán del Junco.
En cualquier caso, la intensa trayectoria de Bill es una celebración de las formas en todas sus acepciones; la de aquellas que tienen un uso en el día a día- aquí se englobarían la arquitectura y el diseño-, o la de las obras de arte que no tienen funcionalidad concreta-al margen de la contemplación de su belleza- y a las que definió como “objetos configurados para el uso espiritual”.