Afganistán, la guerra ha terminado
- Trece años de misión en la que han participado 30.000 unidades españolas
- Durante muchos años no se asumió que los militares estaban combatiendo
- La "guerra de Afganistán" se cierra con 102 víctimas militares
Unos cuantos reflectores alumbran la plaza de España de la base de Herat. Es noche cerrada y alrededor solo hay oscuridad. Trescientos militares españoles esperan la llegada de la vicepresidenta del Gobierno y toda su comitiva. Llega con 14 horas de retraso porque el avión que la trae, un Boeing 737 de AirEuropa ¡se ha averiado en la escala en Turquía!
Tenían preparado un acto solemne con himnos, homenajes y arriado de bandera. Con brindis y vino español, y tiempo para despedidas. Pero de noche no se tocan himnos y las banderas se arrían al atardecer, así que el acto de cierre de la misión española en Afganistán se convirtió en un trámite rápido y casi en penumbra. Rápida despedida, obligada por las circunstancias, para una de las misiones más largas de las tropas españolas, la más difícil y la más asesina.
“Vinisteis a una guerra” les dijo la vicepresidenta, y eso es lo que encontraron, aunque durante años las notas oficiales intentaron ocultarlo. 98 militares, 2 guardias civiles y dos traductores al servicio de las tropas españolas murieron en los 13 años y 9 meses que ha durado la misión.
Los militares españoles llegaron a Afganistán en enero de 2002, los talibanes acababan de ser expulsados del poder, pero pronto comprobaron que la guerra no había acabado. Se instalaron en tiendas de campaña en el aeropuerto de Kabul. En la pista aún había aviones destruidos por los bombardeos y en el edificio destartalado que hacía de terminal alguien había colocado un cartel que decía “Maybe Airlines” porque nunca se sabía si el próximo avión podría aterrizar.
Afganistán es un viaje a la edad Media
Pronto comprobaron también que su viaje, 6000 kilómetros desde España, no era geográfico sino temporal. Porque ir a Afganistán es un viaje en el tiempo, es volver a la Edad Media. A casas de barro, a caminos sin asfaltar, a aldeas sin agua y sin luz y a una sociedad que lleva siglos de retraso.
En el reparto de zonas de responsabilidad, a los españoles les tocó la provincia de Badghis, en el oeste, una de las más pobres de Afganistán. Allí no había nada, salvo piedras y polvo y gente que nunca había visto a un occidental. Y mezclados entre esa gente, talibanes y líderes tribales que no renunciaban a seguir controlando la vida en la provincia y traficantes que venían del norte y tampoco querían testigos. Todo eso es la insurgencia.
Durante todo este tiempo los españoles trabajaron en 3 frentes: la creación y entrenamiento de un ejercito y policía afganos a los que pasarles el testigo de la seguridad, la mejora de las condiciones de vida de la población y el combate a la insurgencia.
Codo con codo con la AECID, la Agencia Española para la Cooperación para el Desarrollo, se construyó un hospital en la capital de la provincia, Qala e Naw, donde muchas mujeres afganas recibieron por primera vez atención médica. Luego vinieron los colegios, los puentes, el asfaltado de calles, el alumbrado y decenas de pozos en las aldeas.
Los medios no hablaban de los combates
De todo ello se daba cumplida cuenta en los medios de comunicación. De lo que no se hablaba era de los combates. Hasta 2012 la prensa no fue autorizada a empotrarse con las tropas. Fue entonces cuando descubrimos las FOB, los puestos de combate avanzados, Sang Atesh, Muqur, Darreh i Bum, Ludina. Unos cuantos contenedores rodeados de sacos terreros donde un centenar de soldados al mando de un capitán recibían fuego enemigo casi a diario. Auténticos ‘Ford Apache’ en medio de la nada.
Y supimos cómo eran esas patrullas a pie, con 50 grados en verano y rodeados de nieve en invierno, aldea a aldea, para advertir a los talibanes que acechaban desde los altos de que no se permitiría su vuelta. Y conocimos la temible ruta Lithium, una carretera de piedras que se construía entre ataque y ataque para que Badghis saliera de su aislamiento. Y nos señalaron los puntos en los que un IED, artefacto explosivo improvisado, había estallado llevandose la vida de un compañero. 13 militares españoles murieron en esos caminos, en esas patrullas.
Las cifras son apabullantes. 30.000 militares y guardias civiles han pasado por Afganistán, se han hecho 28.000 patrullas, 19.000 misiones aéreas, se han distribuido 69.000 toneladas de ayuda humanitaria, y 42.000 atenciones médicas. La misión ha costado 3.682 millones de euros.
No hay datos de enfrentamientos ni insurgentes abatidos
Todo contabilizado al detalle menos una cosa: el número de enfrentamientos, el número de combates que han vivido los soldados españoles. Tampoco hay cifra de los insurgentes abatidos. Cuando preguntamos por esto a un alto mando sobre el terreno nos contestó: ‘imposible saberlo, los combates muchas veces son de noche, y los insurgentes recogen a sus muertos y se van’
La misión en Afganistán ha sido sin duda la que más ha marcado y trasformado a las Fuerzas Armadas españolas. Una misión donde la instrucción machacona de las maniobras se ha puesto en práctica de forma descarnada ante un enemigo no convencional que tenía muy poco que perder. De sus lecciones aprendidas ha vuelto un nuevo Ejército, bien está que aunque sea en el último día, el gobierno de turno les haya reconocido que estuvieron en una guerra.