Gilady rompe estereotipos sobre discapacitados con 'Boda de papel' en la Seminci
- El director israelí compite en sección oficial con su primer largo de ficción
- La realizadora india Deepa Mehta compite con Beeba Boys
- El rumano Tudor Giurgiu habla de corrupción en De ce eu? (¿Por qué yo?)
No hace tanto tiempo que la minusvalía psíquica representaba con frecuencia un baldón familiar, remitía a un cierto pudor y prácticamente confinaba a los afectados por las carencias de una sociedad que, décadas más tarde, aún guarda algunas de estas prevenciones, como plantea el realizador israelí Nitzan Gilady.
Su primer largometraje de ficción, Hatuna MeNiyar (Boda de papel), proyectado este miércoles en la sección oficial de la 60ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), resume ese sentir a través de la protagonista, Hagit, una joven con una leve discapacidad intelectual cuya actitud pone a cavilar a todos.
"He querido romper alguno de los estereotipos que rodean a los discapacitados", entre ellos la difícil inserción laboral, el sexo, el amor, la independencia y autonomías personales, e incluso la belleza que atesora la actriz Moran Rosenblatt, protagonista de un filme que ha sido muy bien acogido por el público asistente.
Con su actitud de superación y ansia de normalidad, Hagit delata a una madre sobreprotectora y con un gran sentimiento de culpa, denuncia el egoísmo de un hermano que poco o nada quiere saber de ella, y pone al descubierto la falta de aprecio social más allá de una conmiseración inicial.
"Como sociedad, a veces me preguntó si nosotros somos más discapacitados que ellos", ha explicado Gilady durante una rueda de prensa en la que ha reconocido que construyó su personaje a partir del síndrome postraumático sufrido por un hermano suyo al regreso del Líbano.
Por esta razón, entre otras, el director ha admitido la "especial sensibilidad" hacia los minusválidos psíquicos, muy parecida a la que dispensan a la protagonista de su ópera prima el jefe de la empresa que la emplea y el hijo de éste, víctima de un amor frustrado y reprimido hacia Hagit por las convenciones sociales.
Beeba Boys mezcla códigos de Bollywood y americanos
Por razones de salud, no ha acudido a Valladolid la realizadora india Deepa Mehta para presentar Beeba Boys, una producción canadiense que también ha recibido una buena acogida en esta 60ª Seminci, en la que ha combinado códigos del cine Bollywood, reflejados en la estética colorista y la música de comedia, con señas de identidad propias del norteamericano y visibles en el trato narrativo.
El resumen es un thriller que Mehta ha ambientado en la lucha de bandas urbanas de Vancouver (Canadá) por imponer su supremacía dentro del tráfico de drogas y de armas, "con una violencia salvaje y disparatada" como ha observado el actor iraní Alí Momen en la rueda de prensa posterior a la proyección.
"Allí donde hay grupos minoritarios de cualquier cariz, marginados o empequeñecidos como sucede en casi todas las ciudades portuarias, suelen hacer algo para hacerse notar, ser más visibles. Siempre se corre el riesgo de violencia cuando alguien se siente inferior", ha resumido Momen.
La mayor parte de los episodios reflejados responden a hechos reales, en el caso de Beeba Boys a una banda de adolescentes indios de la secta sij que se enfrenta a otra encabezada por un punjabí. Lejos de provocar el rechazo, el estreno en Canadá de la cinta ha suscitado una corriente de simpatía, especialmente en la comunidad sij, una secta "muy progresista, donde las mujeres no están excluidas", cuyos dogmas "se pueden practicar sin una adhesión total" y que, a pesar de lo que refleja el filme, "está absolutamente en contra de la violencia", según Momen.
La corrupción en el sistema
Ha visitado finalmente Valladolid el realizador rumano Tudor Giurgiu para hablar de De ce eu? (¿Por qué yo?), donde la corrupción del sistema abarca a todos los sectores, desde la política hasta la justicia, los medios de información, los servicios de inteligencia, el ejército y las finanzas.
Sucedió en la Rumanía de los años posteriores a la caída del dictador Ceaucescu y aún perdura como sugiere Giurgiu en su segundo largometraje, el homenaje a un fiscal que se atrevió a investigar con honestidad y a delatar entramados turbios hasta que, depurado y aniquilado por el sistema, decidió quitarse la vida como el protagonista de su película.
Algo parecido le ocurrió a él, forzado a dimitir como director general de la Televisión Nacional de Rumanía (TVR), cargo que desempeñó entre 2005 y 2007.