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Valle-Inclán nieto desmonta mitos sobre Valle-Inclán abuelo

  • Joaquín del Valle-Inclán repasa la vida de su abuelo en una biografía
  • Retrata al autor de Divinas Palabras como "carlista, fantasioso y genial"
  • Este miércoles se cumplen 149 años del nacimiento del maestro gallego

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Estatua de bronce de Valle-Inclán en Santiago de Compostela,
Estatua de bronce de Valle-Inclán en Santiago de Compostela,

Un periodista preguntó a Don Ramón María del Valle-Inclán en 1932 cómo creía que sería la literatura del año 2000, a lo que el escritor respondió: “No lo sé, si no ya la estaría haciendo”.

La reacción del autor de Tirano Banderas, del que se cumplen 149 años de su nacimiento, es tan solo una pincelada del carácter transgresor y adelantado a su tiempo del padre del esperpento.

Acerca de su personalidad, su modus vivendi y sus obras han corrido ríos de tinta, espoleados en buena medida por su carismática figura, y por una mixtura fantasiosa de medias verdades que él mismo se encargó de propagar.

Retrato del escritor Ramón María del Valle Inclán, miembro de la Generación del 98 (Foto sin fecha. años 30)

Retrato del escritor Ramón María del Valle Inclán, miembro de la Generación del 98 (Foto sin fecha. años 30) EFE

“Gente próxima a él cuenta que era muy reservado pero también muy fantasioso. En las entrevistas que le hacían mentía sistemáticamente, a veces decía una edad luego otra…según Benavente era un tímido pero nunca lo sabremos…”

Es la confirmación de su nieto, el profesor Joaquín del Valle-Inclán, que ha consagrado más de treinta años a bucear en la fascinante peripecia vital de su abuelo, desmontando mitos muy arraigados construidos en base a “cuentos, anécdotas y chascarrillos”, de los que la prensa se hacía eco sin recato.

La biografía, en la que el nieto pone en negro sobre blanco las aventuras del abuelo, se titula Valle-Inclán, genial, antiguo y moderno (Espasa, 414 páginas, precio 22,90). Una pizca de cada adjetivo, y mucho más, bullía en el novelista, poeta y dramaturgo gallego.

Entre la fantasía y la realidad

Sumergirse en el corazón de la intrahistoria del escritor de la Generación del 98 ha supuesto una ardua tarea para su nieto. Valle era muy celoso de su intimidad y no se conservan memorias, ni confesiones íntimas ni apenas correspondencia personal.

A pesar de estos escollos, el profesor Valle-Inclán no ha dejado un milímetro sin rastrear apoyado en la documentación existente, sobre todo artículos y facturas, manejada con mucha precaución para separar las invenciones de la realidad.

Como él mismo afirma, es una aproximación en la que se dejan de lado las “valoraciones psicológicas o personales”. Qué bastante fantasía tenemos ya, podríamos añadir.

En palabras del profesor Valle-Inclán existen falsedades que le ha costado mucho diluir, como la de la publicación de una inocentada en el periódico El Heraldo el 28 de diciembre de 1927, en la que aludía a que el escritor había sido llevado a juicio.

“La gente se lo creyó y el bulo ha perdurado prácticamente hasta 2014”, señala en conversación con RTVE.es.

Fragmento de una carta a Galdós (1898). Foto: Museo Pérez Galdós

Fragmento de una carta a Galdós (1898). Foto: Museo Pérez Galdós

La pretensión del descendiente es aportar un retrato nítido de un abuelo al que no conoció y sobre el que paradójicamente no conversó mucho con su padre en casa. Una actitud que achaca a la legendaria discreción de la familia Valle-Inclán.

“De su relación familiar se sabe que [Valle-Inclán] era muy cariñoso con sus hijos y estaba muy encima de su educación y les insistió para que aprendieran idiomas”, cuenta Joaquín del Valle-inclán.

El autor señala que Don Ramón era más amable y educado de lo que refleja el anecdotario aunque hacía gala de un “carácter mordaz y explosivo”, no en vano era un reputado duelista, no obstante, el “estallido de la tormenta” se le pasaba enseguida.

Joaquín del Valle-Inclán retrata con aséptica distancia que el novelista, que epataba con su indumentaria de dandi, era “católico aunque escasamente ortodoxo, místico, consumidor de hachís, altamente sociable y frecuentador habitual de tertulias”, además de “prolífico autor empecinado en innovar lenguajes y modos teatrales al margen de los gustos del público”.

Sobre la pobreza y la bohemia

Uno de los mitos que desmonta el texto es la filiación política de Valle-Inclán, al que siempre se había achacado ser de izquierdas pero al que el investigador encuadra como carlista convencido.

“Con el Carlismo le une el gusto por el mundo antiguo, para él no existe el mundo industrial. En Luces de Bohemia solo se cita un automóvil y sale de pasada. Sobre si era republicano de corazón, puede que si o puede que no”, añade como ejemplo.

Otro de los tópicos que derrumba el profesor es la supuesta pobreza atribuida a la bohemia, una tendencia en la que se enmarca al autor de Divinas Palabras.

El dramaturgo no pasó calamidades, aunque sí atravesó alguna época difícil, y siempre vivió de su obra que él mismo editaba en un proceso casi artesanal donde compraba el papel y hasta se encargaba de la tipografía, asegura.

Caricatura del diario 'El Sol' (1922)

Caricatura del diario 'El Sol' (1922)

“Al ser su propio editor ganó más que la mayoría pero al carecer de sello editorial apenas tuvo traducción y eso le perjudicó a la larga. Otros autores como Blasco Ibáñez si tuvieron más repercusión internacional pero él [Valle-Inclán] concebía el libro como un objeto artístico”, explica el biógrafo que apunta a que por esta razón apenas hay “valleinclanistas” en Latinoamerica.

Según su nieto, el escritor tuvo una posición relativamente acomodada propia de la burguesía de los años treinta del pasado siglo, con la posesión de dos casas, en Madrid y Galicia, servicio doméstico y un sueldo reseñable para la época.

“Siempre depende de con quién se compare. Un pocero ganaba ocho pesetas al mes y Valle 700. Al final de su vida ganaba el equivalente a 65.000 pesetas al año como funcionario en Roma. Es cierto que alguna vez atravesó dificultades pero también que le gustaba exagerar

La fabulación también ha corrido a raudales sobre cuánto había del escritor en los personajes de sus obras.

Se especuló sobre si él mismo era el Marqués de Bradomín, un título que retuvo hasta la muerte y está insertado en el imaginario social, o acerca de si el personaje de Max Estrella en Luces de Bohemia era el alter ego de Alejandro Sawa; escritor amigo de Valle-Inclán que según el biógrafo no fue tan pobre como se contaba.

Invención o verdad, ciertamente la huella del maestro es única e inclasificable. En lo que pareciera una metáfora de la realidad deformada de los espejos del Callejón del Gato de Luces de Bohemia, su herencia vital nos llega como la de alguien que actuó como le vino en gana y que “decía lo que pensaba y lo que no”. Genio y figura.