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Los ecos del Lejano Oeste cabalgan en el Thyssen

  • El Thyssen repasa las aventuras de los primeros artistas del Lejano Oeste
  • La exposición exhibe fondos nunca antes vistos en nuestro país

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Retrato del Jefe Dos Cuervos (1832) de George Catlin. Museo Smithsonian.
Retrato del Jefe Dos Cuervos (1832) de George Catlin. Museo Smithsonian.

El pintor George Catlin consagró su vida a plasmar su fascinación por las tribus indias americanas. Fruto de esta profunda admiración visitó durante años poblados y realizó más de 300 retratos y centenares de ilustraciones de escenas cotidianas donde reflejó los ritos ancestrales de los nativos a principios del siglo XIX.

Para su pincel posaron durante horas, ataviados con sus mejores galas, jefes indios nunca antes retratados como Nube Blanca de los Iowas.

El amor de Catlin por la cultura india fue tal que se convirtió en antropólogo y compró durante años utensilios de las tribus, como vestimentas u objetos ceremoniales, con el fin de proteger una forma de vida en extinción por la mano del hombre blanco.

El objetivo que perseguía este pionero era crear una gran zona de protección para los nativos en las Rocosas y salvaguardar sus costumbres y tradiciones.

Baile ligero. Soldado (1844) de George Catlin noticias

Parte del tesoro de Catlin, encarnado en la serie de retratos denominada “Indian Gallery” puede contemplarse en la exposición “La ilusión del Lejano Oeste” que descabalga en el Museo Thyssen de Madrid hasta el siete de febrero de 2016.

Las andanzas de estos primeros artistas del Lejano Oeste, que se movían en un entorno hostil e inexplorado a fuerza de entusiasmo, son recogidas en una muestra muy original, en la que casi, casi, si cerramos los ojos, podemos oir el retumbar de los tambores en pleno centro de la capital, y que nos acerca a una historia desconocida para el gran público pero marcada por la imagen de los indios americanos popularizada a través de la literatura y el cine.

Un conglomerado de tópicos arraigados que también se encarga de diluir y que transitan de la imagen del “buen salvaje” impulsada por el naturalismo de Rousseau, a la del indio como guerrero amenazante y sin piedad que rechaza las normas impuestas por la civilización.

Las aventuras de los artistas de la frontera

Parte de los fondos de la exposición madrileña no se habían exhibido antes en España y pertenecen a la colección de obras sobre el Lejano Oeste que el barón Thyssen, al que siempre apasionó el tema, fue atesorando a través de tiempo. Entre ellas, destaca la carpeta de grabados de Karl Bodmer, así como obras de Henry Lewis, George Catlin o Thomas Cole.

A los gustos de Han Heinrich Thyssen se unen los de Carmen Thyssen, quien en la presentación de la exposición ha recordado que, durante su matrimonio con el actor norteamericano Lex Barker, quien participó en varias películas del Oeste, coleccionó obras de arte y objetos pertenecientes a este capítulo de la Historia del arte.

'El rastro perdido' de Charles Wimar (1856)

La selección de la muestra incluye obras que han sido prestadas por primera vez por instituciones como la Biblioteca del Congreso de EE.UU. o el Museo de Arte Smithsonian de Washington.

La exposición del Thyssen que recibe a los visitantes con un tipi indio montado en su entrada, dedica un prólogo a los exploradores españoles que establecieron los primeros contactos con las tribus en el siglo XVI; en este apartado se pueden observar detallistas mapas con alto valor estético. Cabe recordar que todo lo que engloba del Missisipi al Oeste fue territorio español y los exploradores extendieron su poder por México, Colorado o Texas.

Otra sección del recorrido desemboca en la naturaleza “edénica” del Lejano Oeste, representada a través de los espectaculares paisajes naturales del valle de Yosemite, Yellowstone o el Gran Cañón, cuya asombrosa belleza pintores y fotógrafos contemplaban por primera vez. Una visión marcada por el romanticismo que ha perdurado hasta nuestros días.

Estas estampas de tesoros naturales sirvieron para que se declararan posteriormente como Parques Nacionales de EE.UU. , y de esta forma asegurar su protección ante un incipiente turismo de masas.

Heredero de este espíritu “ecológico” fue el pintor europeo Thomas Hill, que plasmó en 1865 Vista del valle de Yosemite, cautivado por estos legendarios parajes.

Vista del valle Yosemite (1865) de Thomas Hill noticias

Este cuadro, que puede disfrutarse en el Thyssen, hizo que Rooselvet declarara Yosemite Parque Nacional. Asimismo, la obra fue escogida por su simbolismo por el presidente Obama en 2009 para que presidiera el banquete inaugural de su mandato.

Prueba del carácter aventurero y de la minuciosidad con la que trabajaban estos artistas del Far West eran los equipos que transportaban, ya que en el mejor de los casos instalaban sus estudios en carretas o torretas del ejército.

El fotógrafo Watkins llegó cargar con un equipamento especial, que pesaba una tonelada, acarreado por dos mulas y un caballo a través de escarpados valles. Las imágenes que retrató su objetivo llamado “mamut” por sus grandes dimensiones son de una belleza intensa y de una calidad sorprendente.

Muchos de estos “frontier men” acompañaban a soldados y exploradores o formaban parte de expediciones científicas como es el caso de suizo Karl Bodmer, que viajó junto a un extravagante príncipe alemán estudioso de la antropología. Bodmer remontó el río Missuri retratando en grabados las costumbres de las tribus y dejando un importante legado histórico y artístico. Mixtura de fascinación y ciencia.

'Un oasis en las Badlands' (1905) de Edward S. Curtis noticias

“Entre lo autores están los que tenían pasión por las tribus. Eran llamados captores de sombras porque sabían que recogían una cultura que se estaba diluyendo y entregaron su vida a ello”, explica el comisario de la exposición, el artista plástico Miguel Ángel Blanco, que explica que los pintores admiraban las forma que tenían los indios de integrarse en la naturaleza: “Lo llamaban caminar en la belleza”, señala.

En este sentido, la figura del Jefe Indio capturó la atención de los maestros. En las últimas décadas del siglo XIX fueron los propios jefes los que se ofrecieron a ser inmortalizados; así lo hicieron los míticos Toro Sentado o Gerónimo en el curso de sus viajes por EE.UU. para acudir a negociaciones o encuentros, estando ya sus tribus confinadas en reservas

“Se presentaban ante el artista varias horas y decía Catlin que no había visto gente en el teatro con tanto gracejo como el que tenían en su preparación estética los jefes indios”, afirma Miguel Ángel Blanco.

A esta sección corresponden las controvertidas fotografías de Edward S. Curtis seleccionadas de la serie El indio norteamericano, en las que hacia posar a los jefes de las formas más insospechadas.

Ministerio de Cultura

Espectaculares trajes, objetos cotidianos y rituales, armas, adornos que ilustran la forma de vida de las tribus, incluida una gigantesca cabeza de bisonte del Museo de Ciencias Naturales, animal del que los nativos aprovechaban absolutamente todo, se exhiben junto a carteles de cine, películas, libros o la colección particular del editor Alfredo Lara, en este viaje a territorio comanche.

La guinda a esta muestra la ponen los trabajos del comisario Miguel Ángel Blanco (Premio Nacional de Grabado en 1995). Blanco es un devoto del Lejano Oeste,- “me considero un forájido”, afirma- y también un creador de la naturaleza que admira la comunión de “cielo, tierra y espíritu” de los indios americanos a los que ha estudiado durante años.

"Libro- Caja" con obsidianas de Arizona llamada "Lágrimas de Apache" de M.A.Blanco

Cerrando la exhibición, se presenta una selección de trece “libros-caja” de la llamada Biblioteca del Bosque elaborados por el autor durante treinta años con dibujos, imágenes y composiciones que reflejan sus experiencias místicas en la naturaleza. Una obra única a semejanza del legado de aquellos primeros artistas de la frontera.