'La clausura del amor': guía intelectual para extirpar sentimientos
- Bárbara Lennie e Israel Elejalde son una pareja de actores que entierra su relación
- La obra ha agotado las entradas para sus cinco únicas funciones en Madrid
- El director, Pascal Rambert, y los actores explican a RTVE.es el proyecto
Una treintena de fluorescentes blancos iluminan una tarima inmaculada. No hay focos, tampoco hay música, ningún artificio. Dos actores interpretan a dos actores en una sala de ensayo. “Quería verte para decirte que esto se acaba”, comienza él. Bárbara Lennie e Israel Elejalde, dos actores que son pareja en la vida real, se meten en la piel de un matrimonio de artistas que termina su relación en La clausura del amor, de Pascal Rambert, una intensa obra que solo los afortunados que ya hayan comprado su entrada podrán ver en Madrid hasta el próximo domingo.
“Cuando redacté La clausura del amor, escribí los meandros de la dificultad de decir ‘ya no te quiero’. Dos horas para decir eso, para contar esa complejidad que tenemos en nosotros mismos”, explica el dramaturgo francés en un encuentro con la prensa al que ha acudido RTVE.es. Sin embargo, lejos de lugares comunes, el texto de Rambert, que él mismo dirige por primera vez en español dentro de la programación el XXXIII Festival de Otoño a Primavera en los Teatros del Canal, plantea una amplia reflexión sobre el lenguaje y el uso que hacemos de él.
“Cuando trabajo aquí, en España, junto con Coto Adánez, la traductora que ha hecho la versión de la obra, me sumerjo en la psique de un país a través de su lenguaje. Viajo al interior del idioma y, en el caso español, he encontrado fuerza”, explica el director que dice tener la sensación de haber escrito el libreto en la lengua de Cervantes.
“Ha surgido algo bueno, preciso, entre el texto y este idioma”, asegura poniendo como ejemplo la “intelectualización” de los actores alemanes que representaron la obra en Hamburgo o la transformación que sufrió el título en Corea, donde pasó a llamarse Manual para saber cómo separarse.
Lo cierto es que lo ha logrado. Lennie y Elejalde se lucen en sendos monólogos de una hora de duración que funcionan como un espejo. Él, puro cerebro y raciocinio, ella, todo corazón y vísceras, representan la cara y la cruz del amor de una forma al mismo tiempo íntima y universal.
Palabras para decir lo que no se entiende
“El texto no es realista, hay situaciones que remiten a la realidad pero es solamente una plataforma de despegue para ir a otro sitio”, asegura Elejalde que reconoce no haber encontrado nada igual en otra pieza. “Eso fue lo que me golpeó. Habla de ese vacío brutal, de esa desaparición, de ese precipicio que acaba con las palabras que dicen “no sé cómo decir lo que está pasando”. Creo que Pascal pone palabras a ese abismo brutal”, explica.
Como en un cuadro de Pollock, cada uno a su tiempo, esparce sus miserias sobre la nívea superficie del escenario, salpicando con palabras una pintura abstracta compuesta por charcos de sangre, sémen y pus. “Es un campo de amor”, describe Rambert. “Es una batalla muy dura entre dos seres humanos pero, aunque sea un enfrentamiento, habla del amor, del poder que los une”, aclara.
En ese campo de batalla de bayonetas, el lugar del espectador es el del despellejado. Está en el río y lo transita con los actores, no está confortablemente sentado en su asiento. “Trato de que el espectador no esté en un ambiente sino en el interior de la propia historia y que sea algo que proporcione una experiencia tanto física como sensual”, puntualiza Rambert.
Reflexión sobre la vida y el teatro
La idea del tiempo también es muy importante. “No hago decorados, no hago actos, hago todo lo posible para que se escuche la realidad”, asegura Rambert que explica que su trabajo consiste en darle una forma visible a esa realidad.
“Todas las adaptaciones de La clausura del amor que he hecho son, además, una reflexión sobre el arte del teatro”, explica el dramaturgo que define este arte como una forma de relación amorosa, afectiva sensual y casi sexual entre el público y los actores al tiempo que alaba el trabajo de Lennie y Elejalde. “Hay un maridaje entre su cuerpo, el lenguaje y lo que cuentan que yo, como actor y director, tengo que decir que es realmente único”, asegura.
“No es un drama que alguien no te ame, finalmente es algo que no te concierne”, dice Israel en su intervención. “Somos aparatos desechables con caducidad programada”, corrobora ella más tarde. Y, sin embargo, no pueden dejar de quererse. Habían planteado la vida como una mirada en común unida por un hilo que ahora se rompe en pedazos.
De este modo, el interés de la obra, que podrá verse próximamente en Sevilla, va más allá del qué para centrarse en el cómo. Tiene un factor performático y lo que verdaderamente interesa es el trabajo interior del actor. Esa línea sigue a través del tiempo, avanzando hasta la noche de la función y, si es la correcta, toca algo en lo más profundo del espectador.