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Ingres, la incansable búsqueda de la perfección en la belleza

  • El Museo del Prado acoge la primera retrospectiva en España de Ingres
  • Es uno de los artistas que ha dejado más huella en la pintura moderna

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El Museo del Prado acoge la primera retrospectiva en España de Ingres

Las crónicas de la época desgranan que el pintor Jean Auguste-Dominique Ingres (Montauban,1780, París,1867) fue retratista de éxito a su pesar, aunque paradójicamente sus bellísimas semblanzas, sus transgresores desnudos y sus cuadros históricos lo han elevado como uno de los grandes maestros de la Historia del Arte en el siglo XIX.

Obras como La gran Odalisca, valorada como el primer desnudo moderno no sujeto a ataduras temáticas, El baño turco, La condesa de Haussonville o los imponentes retratos de Napoleón se mantienen como iconos de fama universal.

Ingres tuvo la habilidad de desmarcarse de todas las escuelas y en esta suerte de ostracismo y rabiosa independencia en la que militó, supo moldear su propio lenguaje que inspiró por igual al impresionismo y a las vanguardias.

De sus fuentes bebieron intensamente Picasso, Matisse o un joven Dalí, en una seducción que alcanza a los autores más reivindicativos de la actualidad.

Ingres, en el Museo del Prado

Ingres, en el Museo del Prado

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  • 'Ruggiero libera a Angélica' (1819) Museo del Louvre.

    Ingres no fue "un artista estático, académico o frío, a pesar de las apariencias, sino que era alguien apasionado".
  • 'La Sra.Moitessier' (1856) Nationall Gallery, Londres

    Sus semblanzas encajan en el ideal que Baudelaire definió como “verdadero retrato” considerado como una “reconstrucción ideal de los individuos”.

“Es uno de los artistas que más huella ha dejado en el arte contemporáneo. Es un pintor central y universal. Es un error considerarle neoclásico o romántico porque [Ingres] solo se define con su propio nombre y ahí radica su poder de atracción. Su arte solo se sujeta a sus propias normas”, analiza Carlos Navarro, comisario institucional de la muestra "Ingres", con la que el Museo del Prado repasa de forma integral la figura del genio francés.

La exposición reúne por primera vez en nuestro país 60 obras del artista apenas prestadas, procedentes del Museo del Louvre parisino y de instituciones belgas, inglesas, americanas e italianas. La selección de la pinacoteca madrileña ofrece un repaso cronológico y temático por la trayectoria de Ingres y puede disfrutarse del 24 de noviembre al 27 de marzo de 2016.

'Napoleón en el trono imperial' (1806) Museo del Louvre

En el recorrido, se aprecia la admiración del maestro por el mundo clásico con evocaciones a La Eneida de Virgilio y pinturas heroicas de grandes formatos, como el célebre retrato de la coronación de Napoleón que recoge la esencia de la grandiosidad del Imperio, aunque no fue muy bien acogido por la crítica.

"Debido a estas críticas que le consideraron demasiado audaz, decidió en los años 30 no volver a exponer en el Salón de París", ha recordado Vincent Pomarède, el comisario francés de la exposición.

Otra de las obras maestras que se contemplan en el recorrido es Edipo y la Esfinge, en la que el artista quiere modernizar el gran desnudo masculino "y va más allá de las corrientes y de su imagen habitual" en una obra en la que la figura principal se presenta en relieve, como si se tratara de un friso, anticipándose al simbolismo.

Por contraste, en el espacio dedicado a sus pinturas románticas “Troubadour” (Trovador), pergeñadas por encargo en su larga etapa italiana, se exhiben obras de pequeño tamaño con episodios anecdóticos del Renacimiento próximos a la pintura holandesa, a los que imprime melancolía y gran limpieza de planos como en Rafael y la Fornarina o Francisco I asiste al último suspiro de Leonardo da Vinci.

El arte del retrato exquisito

El pintor siempre tuvo vocación de trascender en la Historia, en este sentido, fue un gran devoto del maestro Rafael del que siempre se consideró “el primer discípulo” y ferviente seguidor. El renacentista fue su principal referencia y "su dios".

No obstante, Ingres pronto se percató de que con la pintura histórica no colmaría sus aspiraciones por lo que se volcó en el retrato, con el que obtendría reconocimiento y una leyenda de artista que captaba con psicología la personalidad de sus retratados del mundo de la nobleza.

Sus semblanzas engrandecerían el género y encajan en el ideal que Baudelaire definió como “verdadero retrato” considerado como una “reconstrucción ideal de los individuos”.

'La condesa de Haussonville' (1845), Nueva York, Frick Collection (Multiple values)

Ingres demostró gran celo al dibujar los más mínimos detalles relativos a la moda de la época como joyas y vestidos, en sus pinturas de las damas de la alta sociedad parisina. Entre estas señoras nobles, seleccionaba como modelos a las más bellas y elegantes y pactaba milimétricamente con ellas las poses al ser retratadas.

El resultado es muy sofisticado como se aprecia en el exquisito retrato La condesa de Haussonvile, en el que se inspiró Madrazo, y que plasma la fascinación de Ingres por el confort, y cierto lujo, aparejado a la vida moderna. Un paso más en su carácter visionario.

Tuvo encargos del poder desde muy joven pero también afrontó muchos críticas. Al final de su vida ya estaba cansado y no quería hacer más retratos, pero le llegaban muchas peticiones, cada vez más", indicó Pomerède, tras destacar el Retrato de Louis-François Bertran, y recoge Europa Press.

Los primeros desnudos modernos

En el apartado dedicado a los desnudos, que siempre situó en ambientes exóticos, el visitante puede disfrutar por primera vez en España de una de sus obras más icónicas.

La gran Odalisca es una representación suntuosa del cuerpo femenino, copiada de forma constante por autores posteriores por su impacto y modernidad. La odalisca de Ingres es libre. Se desnuda sin atenerse a mitos ni a canónes estéticos en una invitación pura al placer sensual que la ha hecho célebre, pero que a la vez desató el escándalo en la época.

"Esta obra permite comprender otro de los temas capitales para Ingres como fue el renovar el género del desnudo femenino, con obras llenas de luz y movimiento. Con estos desnudos quería crear melodías", explicó el comisario francés.

La búsqueda de la belleza en el cuerpo de la mujer fue una constante en la vida artística del francés. Una devoción que alcanza su cima en la mítica El baño turco, de la que un Ingres crepuscular dibujó cientos de bocetos.

Una escena de exuberante carnalidad, matizada y elegante, que remite al amor lésbico y es exhibida en un formato circular que subraya la voluptuosidad de las curvas femeninas.

El armónico conjunto es un trabajo de luz "muy refinado" en el que el pintor se dirige hacia el pasado pero comienza a vislumbrar un futuro, creando obras de una originalidad muy especial. Es la sensibilidad del que fue un incansable buscador de la perfección formal en la belleza.

'El baño turco' (1862) del Museo del Louvre