La increíble historia de los rescatadores del arte rupestre español
- Un grupo de artistas reprodujo decenas de pinturas rupestres en España
- Las láminas se conservan en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid
- Son calcos excepcionales que se reúnen en una exposiciòn única
“Consérvase unas treinta (figuras), a cual más perfectas y bellas, ejecutadas con gran maestría”
Son anotaciones del dibujante e investigador Juan Cabré al contemplar el esplendor de las pinturas paleolíticas de la Cueva del Pindal (Cantabria) en 1914.
Cabré fue uno de los expedicionarios de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Arqueológicas que entre 1912 y 1930 peinaron la geografía española para copiar en calcos, fotografiar y dibujar los tesoros de arte rupestre escondidos en cuevas y salientes, con el objetivo de documentarlos.
En la mayor parte de los casos, los pintores acudían a los montes avisados por los maestros de escuela de los pueblos. Los incipientes arqueólogos acarreaban pesados equipos con placas fotográficas en mulas hasta las cuevas donde acampaban en condiciones muy precarias.
Su labor era minuciosa en extremo. Los artistas calcaban directamente con papel vegetal sobre el dibujo rupestre (en algunos se puede observar aún sedimentos pegados), aunque a veces eran necesarios varios calcos para completarlos.
Pintaban sin descanso durante las horas de luz, y registraban al detalle en sus diarios de campaña todos los hallazgos para su posterior estudio en el laboratorio.
Los miembros de la Comisión, entre los que también se encontraba el pintor Francisco Benítez, que fue discípulo de Sorolla, reflexionaban con asombro durante su trabajo de campo sobre el significado de este arte bañado en misterio:
“Estas pinturas no fueron ejecutadas con un motivo decorativo, sino más bien con fines mágicos o religiosos”, afirmaban los expertos Obermaier y Vega del Sella en 1919.
Interpretación sobre el significado de las obras
El legado de estos pioneros, a caballo entre el Arte y la Ciencia, puede contemplarse en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid en la exposición “Arte y Naturaleza en la Prehistoria” (Hasta el 19 de mayo de 2016), que atesora estos fondos excepcionales.
Una muestra única, original y de alto valor histórico que engloba un centenar de láminas y calcos que representan la primera expresión artística del ser humano hace 40.000 años.
Ante nuestros ojos cobran vida escenas de caza o una peculiar recolección de la miel, ritos mágicos o la propia imagen que tenía el ser humano de sí mismo en relación a la naturaleza, a la que se suman enigmáticos símbolos como puntos o espirales de los que solo nos queda adivinar su sentido.
En palabras de la comisaria de la exposición, Begoña Sánchez Chillón, algunas teorías señalan que el hombre prehistórico pintaba lo que veía, como los animales, en otras, se interpretan las estampas como representaciones de algún deseo de tipo religioso. “Es una especie de canto a su dios al que le piden que les proporcione caza o sol para sobrevivir”, explica.
La experta afirma que los trazos esquemáticos que evocan a lo simbólico corresponden al arte más moderno y evolucionado.
Pinturas desaparecidas de las cuevas
El trabajo de los exploradores del siglo pasado tiene además un valor adicional. Muchas de las escenas plasmadas ya han desaparecido de las cuevas, bien por el desgaste de la naturaleza, bien por actos de vandalismo o descuido de la mano del hombre. Entre los dibujos que se han desvanecido están los de la Caverna del Bullón (Cádiz) que solo pueden contemplarse en la exposición.
En las más de 2.000 copias que se conservan en el Museo hay calcos a lápiz, tinta china o carboncillo, en los que se utilizaron diferentes tipos de papel y soporte. Casi todos han sido restaurados para la exhibición que tendrá un carácter itinerante, y en la que el visitante recorre una especie de cueva blanca diseñada para que la luz permita disfrutar de los dibujos.
Entre las escenas más peculiares, porque raramente aparecen pájaros en las pinturas rupestres, están las de la Cueva del Tajo de las Figuras, cerca de la laguna de la Janda en Cádiz, donde aparecen familias enteras de aves, en lo que debió ser un paso migratorio similar a las marismas de Doñana, y del que en la actualidad no quedan restos acuáticos.
En este mural de dos metros se pueden distinguir grullas, garzas, lo que parece un pájaro dodo e incluso tres cisnes perfectamente trazados.
Entre las composiciones más reseñables tambièn está la de la Cueva de la Vieja (Albacete); una de las representaciones más complejas del arte rupestre levantino, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En esta lámina aparece un heterogéneo grupo humano de arqueros en lo que parece una ceremonia relacionada con la caza guiada por los chamanes.
Son miles de copias que encarnan la herencia de unos investigadores, cuya labor fue apoyada por personalidades científicas de la época como Ramón y Cajal y que quedó truncada por la Guerra Civil. A fuerza de tesón y entusiasmo nos aproximan al bello arte de los pintores prehistóricos, tal y como ellos mismos no se cansaron de loar:
"Son pasmosas lecciones de seguridad en el trazo, de sencillez en la línea, de justeza en la expresión realista...”.