'Techo y comida', Natalia de Molina pone voz al drama de los desahuciados
- Juan Miguel del Castillo debuta con un intenso relato sobre la devastación de la crisis
- La actriz deslumbra en una de las interpretaciones del año en el cine español
Si hubiera que escoger la zona 0 de la crisis económica en España, probablemente sería Jerez de la Frontera, la ciudad de más 200.000 habitantes con más paro del país. La tasa se duplicó desde 2006 a 2011 hasta que, en 2013, alcanzó el 40,4% de paro registrado.
Las cifras son la suma de multitud de vivencias. Al cineasta jerezano Juan Miguel del Castillo una de esas historias le llamó a la puerta cuando una vecina que solía pedirle a veces huevos y leche, desapareció de la noche a la mañana. Poco después se enteró de que había sido desahuciada.
En 2012 se ejecutaron en España 46.408 desahucios. Dar voz a ese drama es el objetivo de Techo y comida, el debut de Del Castillo en el largometraje tras varios cortometrajes. Techo y comida es la película de la crisis. En mayúsculas. Tras su crudo título se esconde un artefacto de empatía duro y necesario. Y Natalia de Molina firma la interpretación del año como una joven madre soltera angustiada ante su falta de recursos y oportunidades.
“Es verdad que, con la que ha caído, ha habido muy poco cine social”, dice la actriz en una entrevista para RTVE.es. “Hay cineastas que lo han querido contar, pero parece que el público está demandando otro tipo de cine. Había que ser muy valiente y Juan Manuel lo ha sido”.
Cuando el director escribía en 2012 el guion pensaba que quizá quedara desactualizado en el largo tiempo que el proyecto tardó en hacerse realidad. Nada de eso. “La realidad es que está igual, aunque en las noticias no salga tanto. Hay gente hoy en día que se está quedando sin casa y no tienen ni cómo dar de comer a su hijo. Es realmente aterrador: está pasando”.
Favorita para los Goya 2016
De Molina obtuvo el Premio a la mejor interpretación femenina del Festival de Málaga de este año y es una de las favoritas para los Premios Goya de 2016. “Es lo más difícil que he hecho en mi vida. No sé si volveré a hacerlo porque tampoco es fácil que te lleguen personajes tan complejos emocional y mentalmente. Era la primera vez que tenía un papel con tanto peso, que iba a tener el 98% del tiempo la cámara encima”, dice la actriz.
Techo y comida describe el doloroso proceso en el que su protagonista se siente tan humillada que no es capaz ni de pedir ayuda. “Hay dos caras en la gente que sufre esta situación. Hay gente que lucha, sale a la calle, se asocia. Y en muchos otros casos lo llevan escondidos, la gente sufre mucha vergüenza. El mayor miedo de mi personaje es que le quiten su niño pequeño. Son muchas cosas que suman para que ella no sea capaz de pedir ayuda. Por un lado está la dignidad y el orgullo, y, por otro, el miedo y la vergüenza”.
El niño debutante Jaime López acompaña a la actriz como su hijo. Gracias a su talento natural, la relación entre madre e hijo es verdad desde el primer fotograma. El desosiego tras el visionado es inmenso, pero tan honesto que honra a la película. “Toca tanto porque reconoces todo: hay gente que está pasando por esto”.