Moda, una lección de historia
- 67 vestidos de alta costura, prêt-à-porter y de modistas
- Manuel de Rocamora atesoró más de 4.000 piezas de textil
- Blog: El Palacio de Rocamora y la memoria de la costura
Decía Hubert de Givenchy que la moda que se hace ahora no le interesa porque es triste. “Cada vez que veo una revista me da la impresión de que las mujeres que salen están tristes y eso es porque la ropa que llevan es triste”.
En la exposición que alberga el palacete Rocamora la tristeza no existe. Todos los vestidos desprenden un algo especial, una sutil fragancia que mezcla varios ingredientes: costura, historia, talento y amor.
Amor y pasión es lo que siente Josep Casamartina, director de la fundación Montpalau, y lo que le empuja a coleccionar vestidos y complementos de moda. No son vestidos de pasarela. Son vestidos utilizados que la fundación guarda en un almacén en Sabadell.
Ahora ha escogido 67, los necesarios para forman una colección coherente que el público pueda disfrutar y entender. La muestra se articula en torno a tres ejes: alta costura, prêt-à-porter y modistas.
Diseños de Balenciaga, Pedro Rodríguez, Asunción Bastida, El Dique Flotante, Santa Eulalia hablan de una forma de entender la moda única. Ellos formaron la ‘Cooperativa de la Alta Costura’, tras la Guerra Civil, y luego vinieron agujas como Roser, Carmen Mir, José Badía...
Diseños de los años 50 que mantienen intacta su juventud reciben al visitante va pasando de sala en sala mientras viaja en el tiempo. Así se descumbre el vestido de María Estalella, inspirado en un Balenciaga, que la madre de Coqui Malagrida llevó a la boda de Don Juan Carlos y Doña Sofía, o el vestido de novia de una de las costureras de Pertegaz realizado en 1958.
Moda que habla varios idiomas
Junto a la obra de maestros de la costura española se ven etiquetas de grandes de la moda como Valentino, Hubert de Givenchy, Moschino, Louis Féraud, Azedine Alaïa, Paco Rabanne, Romeo Gigli, Dries Van Noten... También de modistos en activo como Sybilla, Josep Font.
Pero además hay piezas increíbles de agujas menos conocidas para el gran público y algunas con anéctoda. Casamartina no lograba saber de quién era uno de sus vestidos hasta que lo vio en la portada de un ejemplar de la revista Vestirama de 1971 que inocentemente le entregó un amigo.
“Fue una increíble casualidad que fuera el mismo vestido y en la portada”, cuenta aun emocionado. “Era de Pedro Rovira, pero es que antes a los vestidos de pasarela no se les ponía etiqueta”.
La delicadeza del textil
Muchas de las piezas llegan a través de donaciones pero no siempre se reciben en buen estado. Y es que hay tejidos muy sensibles que necesitan muchos cuidados. Los que fueron retocados pasan por las manos de la modista para que recuperen su forma original y se conservan a una temperatura constante de 20º y con un 60% de humedad.
“Restaurar el textil es carísimo”, revela Casamartina. “Tenemos muchos en pleno proceso de reparación.Mi intención es consolidar la colección y sacarla fuera". Todas las exposiciones que ha hecho han contado con el apoyo del público, desde la primera en Sabadell en 2008, hasta las más recientes en el Palau Robert de Barcelona, en el Museo del Traje de Madrid o el Museo Balenciaga, en Getaria.
"Las dos del Palau Robert tuvieron más 300.000 visitantes, todas han tenido buena respuesta y hacen que entren otras donaciones”. Los vestidos expuestos se limpian cada día para evitar el polvo que se elimina con sumo cuidado por microaspiración. Todo se hace con respeto.
Se trata de piezas únicas, del archivo de la moda. Pero también son un libro abierto para empaparse de historia, costumbres, hábitos sociales… Cada vestido cuenta mucho de su autor pero también de la persona que lo llevó.