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Egipto es un país más pobre y violento cinco años después de la Primavera Árabe

  • La represión y la violencia policial coartan los derechos y libertades civiles
  • La dependencia de las importaciones y la falta de divisas empobrecen al país
  • El turismo sufre por la amenaza del terrorismo
  • Los últimos cinco años dejan dos expresidentes en prisión y un golpe de estado

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TERCER ANIVERSARIO DE LAS PROTESTAS PREVIAS A LA PRIMAVERA ÁRABE EGIPCIA
Agentes antidisturbios egipcios durante una manifestación cerca de la plaza Tahrir, en El Cairo

Cinco años después del comienzo en Egipto de las revueltas ciudadanas que supusieron el derrocamiento de un dictador, Hosni Mubarak, el país continúa sumergido en una ola de violencia y la nación tan solo ha vivido dos años con un Gobierno elegido democráticamente hasta el golpe de estado de Abdelfatah Al-Sisi en 2013.

No ha mejorado la situación para la población con el nuevo líder, anterior ministro de defensa de Morsi, contra el que se rebeló, y general del Ejército. La represión y la violencia de las fuerzas de seguridad del Estado a los opositores y manifestantes siguen siendo uno de los grandes problemas, junto con la economía, cuyos niveles se remontan a los anteriores a 2011.

Cronología política desde las revueltas

Egipto fue el segundo país, después de Túnez, en sumergirse en el movimiento ciudadano de la llamada Primavera Árabe, una serie de revueltas que comenzaron en el país el 25 de enero de 2011 y que se han consolidado a través de las manifestaciones en la plaza Tahrir, la plaza de la Liberación. Las multitudes de hasta 15.000 personas reclamaban al gobierno Hosni Mubarak los derechos que hasta entonces les habían sido negados.

ANTI-GOVERNMENT PROTESTS IN CAIRO

Una multitud de manifestantes en la plaza Tahrir, El Cairo, contra el gobierno de Mubarak KEF LB

Corrientes de protestas como el ¡Kifaya! (¡Basta!) pedían la democratización del país, el fin de la corrupción, un sistema económico justo y que se respetasen los derechos fundamentales de las personas.

La presión ciudadana logró que se convocaran las primeras elecciones democráticas en 2012, con una victoria clara para los Hermanos Musulmanes, el Islam hecho partido político, que contaba con una masa importante de votantes que veían cómo los islamistas se habían ocupado de la educación, la sanidad y muchas necesidades básicas que el gobierno de Mubarack no había ofrecido a los ciudadanos más humildes.

Vencieron los Hermanos Musulmanes de Mohamed Morsi y poco después, el 2 de junio de 2012, Mubarak era condenado a cadena perpetua. El nuevo gobierno religioso no fue bien visto por Estados Unidos y las potencias de la Unión Europea. Sin embargo, Morsi redactó una nueva Constitución a favor de los derechos civiles inspirada en la ley islámica (sharía).

El ex presidente egipcio Hosni Mubarak y su exministro del interior son condenados a cadena perpetua, mientras que los dos de sus hijos son absueltos. Los abogados defensores dicen que recurrirán una sentencia, que ha desencadenado incidentes en la sala y celebraciones en la calle.

Pero las promesas no cumplidas de Morsi a la ciudadanía y el empeoramiento del país provocaron un nuevo levantamiento de la población en julio de 2013. El entonces general del Ejército, Abdelfatah Al-Sisi, dio un golpe de Estado el 3 de julio tras un ultimátum de 48 horas para que Morsi abandonase el poder y declaró una guerra abierta a los Hermanos Musulmanes, a los que declaró grupo terrorista.

Finalmente, Morsi fue detenido y se encuentra en prisión con varios juicios abiertos que reclaman para él 20 años de prisión y pena de muerte, aunque la sentencia aún no es firme.

Tras el golpe de estado, Al Sisi y las fuerzas políticas que le apoyaron elaboraron una nueva Constitución, que fue aprobada en referéndum en enero de 2014 y que ha reforzado el papel de las Fuerzas Armadas y otorgado más poderes al Parlamento, como aceptar al primer ministro propuesto por el presidente del gobierno o elegir a otro si no es de su agrado.

Un gobierno autoritario contra los derechos y libertades civiles

Desde entonces, el gobierno de Al-Sisi se ha caracterizado por una política de violencia y represión contra los Hermanos Musulmanes y sus opositores gubernamentales, lo que incluye a los ciudadanos, que volvieron a salir a las calles. Una de las más brutales respuestas del gobierno en este sentido se la conoce como la Masacre de Rabaa, que se cobró 817 vidas y 4.000 heridos. La violencia no ha terminado a día de hoy.

El último informe de Amnistía Internacional sobre la situación en Egipto del año 2014-2015 revela un “persistente y agudo deterioro de los derechos humanos a raíz del derrocamiento del presidente Mohamed Morsi en julio de 2013”. El gobierno se ha encargado de restringir “severamente” la libertad de expresión, asociación y reunión.

Miles de personas han sido detenidas durante la represión general de la disidencia, y el organismo internacional denuncia también desapariciones forzadas. La Hermandad Musulmana sigue proscrita y se detiene y encarcela a sus dirigentes.

"La tortura y otros malos tratos bajo custodia", prosigue el informe, siguen “siendo prácticas habituales y quedan impunes”. Cientos de personas han sido condenadas a prisión o a muerte en juicios manifiestamente injustos. Las fuerzas de seguridad han hecho uso excesivo de la fuerza contra manifestantes y han perpetrado “homicidios ilegítimos impunemente.”

Las mujeres sufren discriminación y violencia y se ha retornado a personas refugiadas. Continúan también los desalojos forzosos y decenas de personas han sido detenidas en el último año y procesadas por su orientación o identidad sexual. Los tribunales han impuesto cientos de condenas a muerte. De hecho, en junio del año pasado se llevaron a cabo ejecuciones por primera vez desde 2011.

El pasado mes de agosto el gobierno egipcio ratificó una polémica ley antiterrorista para blindar aún más las fuerzas del orden, crear tribunales especiales e imponer nuevos límites a la libertad de prensa. El texto se redactó como represalia tan solo unos días después del asesinato del fiscal general por un nuevo movimiento insurgente de la población.

Economía: dependencia energética, falta de divisas y caída del turismo

Egipto continúa sumergida en la dependencia energética, uno de sus puntos débiles desde antes de las revueltas. El sistema energético egipcio está aún pendiente de un proceso de liberación, ya que se encuentra en manos estatales tanto la electricidad, como el gas, y el país requiere de importaciones constantes de petróleo para cubrir sus necesidades.

Más allá del petróleo, uno de los principales problemas del país es que importa más de lo que exporta, lo que afecta principalmente a productos textiles, dulces, lácteos y electrodomésticos. Arabia Saudí y sus aliados han tenido que rescatar económicamente al país en distintas ocasiones en estos últimos cinco años.

El nuevo Canal de Suez, promovido por el presidente e inaugurado en agosto del año pasado para potenciar la economía del país no está dando el resultado esperado, a pesar de la enorme inversión (unos 7.500 millones de euros) y del tiempo récord en el que ha sido construido (un año).

Los medios locales informan de que, aunque el canal recibe más tráfico de comercio que años anteriores, está generando menos ingresos. Tradicionalmente, por el Canal de Suez pasa el 7% del comercio mundial basado en la navegación y es una de las principales fuentes de divisas para Egipto.

Mientras, el Banco Central del país debe hacer frente a la escasez de dólares y al debilitamiento de la moneda nacional, devaluada varias veces en los últimos años.

En cuanto al turismo, la amenaza del terrorismo ha frenado la llegada de extranjeros. En europa ya se considera un peligro viajar al país, especialmente a raíz del ataque a un avión Metrojet el pasado 31 de octubre, en el que murieron 224 personas. Este hecho supuso unas pérdidas mensuales durante noviembre y diciembre de 300 millones de dolares. Un mes antes, por error, las fuerzas de seguridad del país asesinaron a ocho turistas mexicanos al ser confundidos por terroristas.

Tampoco inspiran confianza para viajar a la nación los ataques a turistas en el país vecino, Túnez. Por eso Egipto está mirando ahora hacia los mercados emergentes como China, Japón y el Sudeste asiático, para reavivar el turismo en 2016.