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Chagall, entre lo sagrado y lo mundano

  • Una exposición en Madrid exhibe 100 obras gráficas del artista
  • Chagall realizó una reinterpretación humanística de las religiones
  • Está considerado uno de los maestros en el dominio del color

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'Muelle de la Tournelle', 1960 © VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall®
'Muelle de la Tournelle', 1960 © VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall®

Reverenció a Rembrandt, dominó el color viajando a lomos de las vanguardias y reinterpretó las religiones incorporando un punto de vista humano. Es el universo único y personalísimo del pintor Marc Chagall (Vítebsk, Bielorrusia, 1887 - Saint-Paul de Vence, Francia, 1985), uno de los maestros del Arte Moderno en el Siglo XX, al que se llegó a denominar el "Picasso judío" por su fantasía y fuerza creativa.

La exposición Chagall: Divino y Humano de la Fundación Canal de Madrid exhibe en una muestra excepcional parte de la ingente obra gráfica del autor-llegó a crear más de 1000 litografías- a través de fondos prestados por el Museo de Arte Pablo Picasso de Münster, en Alemania.

Por primera vez, estas cien litografías, aguafuertes y xilografías salen de la pinacoteca germana para aterrizar en la capital, y llegan al público divididas en tres espacios: “Divino y humano”, “Las almas muertas” y “La Biblia”. La exposición es gratuita y se puede visitar desde el 4 de febrero al 10 de abril de 2016.

Chagall situó su obra gráfica en primer plano de su actividad creadora, realizó numerosas series de pruebas y buceó en la búsqueda de nuevas técnicas para incorporar una de sus obsesiones: colores brillantes, rebosantes, en una auténtica explosión de policromía (llegó a plasmar hasta 25 tonalidades diferentes), que supone seña de identidad en su carrera.

Exposición Marc Chagall

Exposición Marc Chagall

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  • 'Paisaje azul', 1958 © VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall®

    Su pintura es la encarnación de una memoria que funde los recuerdos personales con la imaginería del folclore popular ruso.
  • 'Los tres acróbatas', 1957 © VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall®

    Chagall asemejaba la profesión de acróbatas y payasos con la de artistas, ya que aseguraba que detrás de su comicidad se esconde la profundidad existencial.

Su maestría en el color, que bebía del cubismo y del fauvismo al que estuvo vinculado, fue reconocida por el propio Picasso que en una ocasión señaló: “Cuando Matisse muera, de los pintores sobrevivientes Chagall será el único que entienda lo que realmente es el color”.

Su concepción especial de la intensidad cromática aplicada al arte figurativo, es el vehículo a través del que exhibía optimismo y felicidad. Tonalidades vívidas que se muestran en su esplendor en sus retratos parisinos que reflejan el amor a una ciudad donde fue dichoso y valorado profesionalmente.

Chagall gustaba de colocarse a sí mismo, a veces junto con su mujer, como observador de un mundo de colores, en el que abundan los ecos de su infancia en una aldea bielorrusa y elementos del folclore.

Reinterpretación personal de escenas religiosas

El pintor y artista gráfico también alcanzó la notoriedad con sus obras de temática religiosa, en las que rompió moldes y cosechó múltiples críticas al fluctuar de lo humano a lo divino, y en la que lo profano se abre a lo sagrado, en una amalgama de experiencia personal, mito y religión.

Sus creaciones se alejan del dogma y viajan en pos de la universalidad que subyace en la fe. El factor humano se hace presente con una clara influencia de sus orígenes judíos (creció inmerso en la tradición jasística bielorrusa): la iconografía resultante es completamente original e inédita.

“Tenía una visión muy personal de la religión y de la Biblia. Casi creaba un universo único y la gente tenía problemas con esto. No tenía una interpretación estricta de los textos del judaísmo, del cristianismo, si no que tenía una interpretación personal, y se centraba en las historias humanas de la Biblia y trataba a los profetas como seres humanos por encima de todo”, explica a RTVE.es, Ann Katrin Hann, la comisaria y conservadora jefe del Museo Pablo Picasso de Münster en la presentación de la muestra este miércoles en Madrid.

'David y Betsabé', 1952© VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall® noticias

De este modo, Chagall introduce el ingrediente humanístico en imágenes religiosas como en la escena bíblica de David y Betsabé a los que yuxtapone a amantes de la vida real, otras veces, la corriente funciona a la inversa, e incorpora elementos sagrados en representaciones cotidianas, ejemplo de ello son sus pinturas parisinas en las que dibuja edificios de la ciudad con vírgenes y crucifijos.

La Biblia, fuente de inspiración

En un guiño a esta inspiración religiosa, la exposición madrileña se presenta en un espacio abovedado bañado en luz muy tenue, a semejanza de un monasterio o una sinagoga. En este recorrido en penumbra, el visitante puede apreciar 20 de las 66 litografías y 105 aguafuertes que componen la obra cumbre de Chagall: 'La Biblia'.

Sala de exposiciones de la Fundación Canal.

Son un conjunto de ilustraciones encargadas por un marchante francés, a las que el artista consagró 25 años de su trabajo, en los que viajó a Palestina, Holanda- en pos de los pasos de su adorado Rembrandt, y España, donde quedó impresionado por los claroscuros de El Greco, en busca de influencias, como ha explicado la comisaria.

Fue su proyecto artístico vital y le afectó profundamente, llegando a reconciliar la pintura moderna con las Sagradas Escrituras.

Fiel a su estilo, el creador dejó de lado el contenido religioso y su reinterpretación se centra en la hondura psicológica de los episodios del Antiguo y el Nuevo Testamento en una obra maestra irrepetible, donde Chagall elegía los temas en función de sus predilecciones personales. Él mismo explicó: “La Biblia es, para mí, pura poesía, una tragedia humana”.

Por otro parte, también es destacable el espacio dedicado a las litografías en las que adaptó la novela de Nikolái Gógol Las almas muertas (1842), una de las obras más sobresalientes de la literatura rusa del siglo XIX. Una sátira en la que se describe un sistema feudal rural en el que predomina la crueldad de los terratenientes.

Personajes deformados, a caballo entre la acidez y la irrealidad, pueblan estos aguafuertes, que suponen una crítica a una sociedad arcaica que oprimía la voz de los campesinos. Igual que los terratenientes se consideraban dueños del cuerpo y el alma de los aldeanos, Chagall los caricaturizó -como ocurre con el protagonista de la novela, Chíchikov- y los presentó de forma grotesca, como auténticas ánimas muertas.

'Las almas muertas I', 1948 © VEGAP, Madrid, 2016 - Chagall®