La noche y el día del mundo
- 40 años después de la última Dictadura Militar argentina siguen apareciendo fosas
- Este documental da voz a los familiares de los desaparecidos
- "Es una especie de ausencia que lo contamina absolutamente todo"
- La Memoria Histórica en España se encuentra al borde del desaliento
Hay recuerdos que duelen, ausencias que perduran y añoranzas que se comparten. Y hay ideas que surgen repentinamente de un momento, de una conversación, y se convierten en testimonio de una memoria colectiva.
Carolina Meloni, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Europea, nació en Argentina De hecho, apenas hay rastro de acento en sus palabras, aunque confiesa que cuando cruza el charco reaparece de forma automática.
Su familia sufrió varios exilios. Originaria de la provincia norteña de Tucumán, donde la dictadura desencadenó un vasto aparato represivo, emigró a España en el año 82. Pasados unos años, hubo billete de vuelta, pero tendrían que huir de nuevo. Fue ya a principios de los 90. Por motivos económicos.
"Una ausencia que lo contamina absolutamente todo"
Su tío, Hernán González, no pudo formar parte de ninguno de aquellos viajes. Secuestrado en el 76, acabó engrosando la lista de desaparecidos. 38 años después, en mayo de 2014, el reconocido Equipo Argentino de Antropología Forense les comunica que sus restos han sido encontrados a unos 30 metros bajo tierra, junto al de otros, en una fosa común localizada en el llamado "Pozo de Vargas", en Tucumán.
"La figura de mi tío siempre fue una ausencia presente. .. Aunque parezca contradictorio", cuenta Carolina. Y se explica: "Siempre estaba presente en las fiestas que no pudimos compartir. Siempre fue una foto en blanco y negro. Una lágrima de mi abuela. Una especie de ausencia que lo contamina absolutamente todo".
Su historia sale a colación en una conversación con varios colegas de la universidad. Dos de ellos, Nacho Sacaluga y Fernando Ávila, son los que hoy firman el documental La noche del mundo, presentado hace unos días en Madrid y que recoge testimonios similares de familiares de desaparecidos. Y, también, de expertos, como el juez Baltasar Garzón.
Le pregunto qué es lo que puede aportar de nuevo este documental a otros que ya hemos visto: "Lo principal, para mí, es que este trata casi por primera vez la figura del aparecido, más que del desaparecido. Cómo una familia se enfrenta al hecho de la aparición de un ser querido después de 40 años".
Los militares argentinos se inspiraron en Hitler
Los militares argentinos se inspiraron en las metodologías de desaparición de personas detalladas en el decreto Noche y Niebla de Hitler. De ahí, el título.
Carolina Meloni, como tantos otros familiares de desaparecidos, considera que es "una infamia que haya muertos sin cuerpos y cuerpos sin identidad" y da importancia al hecho de dar sepultura "porque es una mochila muy pesada el hecho de que una persona no tenga derecho a ser enterrada en una tumba. Que esté tirada en una fosa. Prácticamente desde Antígona, desde los griegos, que puedas enterrar a tu ser querido, que puedas hacer ese ritual, significa que lo estás insertando en una comunidad política, en una comunidad de significado".
Argentina, España y los duelos compartidos
Son duelos que se comparten a un lado y otro del Atlántico. Pero desde que en España se restringieron las causas sujetas a justicia universal, es Argentina la que ahora mismo abandera la persecución de los delitos de lesa humanidad. De hecho, la demanda colectiva por crímenes del franquismo de la que se encarga la jueza argentina Servini de Cubría no sólo sigue adelante, sino que continúa sumando casos desde ambos lados del océano. Fue la judicatura de aquel país la que logró, este pasado mes de enero, que se abriera una fosa en el cementerio de Guadalajara.
"Es una situación lamentable", opina Carolina. Cree, simple y llanamente, que "enfrentarse a ese pasado hace que consigas superar las heridas"
La Memoria Histórica en España, al borde del desaliento
La situación, en España, la sufre en crudo la "Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica". Nació con vocación de instrumento público, con el objetivo de que sus trabajos de investigación y recuperación de restos siempre fueran asumidos por el Estado. Sin embargo, desde el año 2011 le faltan recursos y decir que han estado al borde del desaliento es, probablemente, quedarse cortos.
Durante cuatro años, entre 2007 y 2011, el gobierno les había destinado 60.000 euros anuales en base a la Ley de Memoria Histórica. Desde el 2012, ninguna ayuda pública ha llamado a su puerta. Así que el único sustento les ha llegado de la mano de los reconocimientos y de los galardones que han ido recibiendo. Las cuantías económicas, tímidamente generosas, les han permitido sobrevivir. Ellos han seguido haciendo el trabajo.
Si se me permite la licencia, diré que soy de El Bierzo, una tierra con heridas abiertas desde hace 75 años. En Ponferrada, está la Calle de la Memoria Histórica y, ahí mismo, en unas instalaciones cedidas gratuitamente por la Universidad de León, se ubica uno de los laboratorios de la ARMH donde se documentan las fosas y se analizan las exhumaciones.
En una pizarra, antes de informatizar los datos en su propia base, se van apuntando -además de los casos pendientes y en marcha- los hallazgos en las cunetas, en los campos y en los cementerios, donde -en ocasiones- hay que excavar justo afuera o de espaldas al camposanto. Así es. Así fue.
Tareas por hacer nunca faltan. Están acostumbrados a que suene el timbre y sea el inicio de otro expediente. Sin tener en cuenta, aparte, lo delicado de su labor. Pero, en Ponferrada, han estado a punto de echar el cierre. Hace un año, el premio ALBA/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos les dio un respiro. A ellos, siempre incansables ante un trabajo que no está pagado: Marco González, vicepresidente de la asociación, Alejandro Rodríguez, historiador, y Nuria Maqueda, auxiliar de arqueología.
El sueño de devolver la dignidad a tu padre
Siendo corresponsal en Argentina, tuve la oportunidad de conocer de cerca muchas historias relacionadas con la recuperación de la memoria, pero siempre recuerdo -con especial cariño- la del español Constantino Fernández.
Él y su hermano llegaron a Argentina siendo adolescentes. Huérfanos. Y a su padre apenas le conocieron porque le mataron cuando tenía tan sólo 24 años. Constantino en persona me contó que, antes de cruzar el charco, pastoreaba en los alrededores de su pueblo, Villanueva de Valdueza, y que muchos vecinos le decían mirando hacia un terreno cercano: "¡Qué buenos frutos da tu padre! ¡Qué buen centeno!". Aquella frase le quedó incrustada a fuego: se referían al lugar sembrado en el que su progenitor había sido colocado bajo tierra.
Antonio Fernández, "El Cesterín", fue fusilado en el 36 por un grupo de falangistas cuando iba a avisar al alcalde de San Esteban de Valdueza que lo andaban buscando. El sueño de Constantino siempre fue devolverle la dignidad a aquel padre. Volver algún día a aquellas tierras bercianas y poder enterrarle debidamente. Gracias a la ARMH, lo consiguió en otoño del 2011, justo 75 años después del asesinato.
Él, Constantino, con los achaques propios de la edad, junto a su hermano Antonio y su hija Adriana -que es parte demandante en la querella argentina-, pudo asistir en su pueblo a la exhumación y al posterior entierro.
Volvería a Argentina, a su otra patria, con la misma actitud ante la vida y con el reto cumplido. Falleció en marzo de 2013, "rodeado de sus nietas y del cariño de todos", me diría entonces Adriana. Y como todos pensamos: en paz. Como, por fin, también, su padre.