Traficantes de personas, el negocio de la vida y la muerte para llegar a Europa
- Turquía combate el tráfico ilegal de refugiados que intentan llegar a Europa
- Los contrabandistas de personas se lucran con un negocio imparable
- Varios países han pedido a la OTAN que se implique para controlarlo
"Turquía tendría que poner soldados en todas las playas", explica Dursun, de 30 años, un rudo traficante de personas turco. Desde la localidad de Esmirna, en la costa de Turquía pegada al Egeo y a poco más de 100 km de Lesbos, Dursun relata sus andanzas a la periodista y justifica así su escepticismo sobre los esfuerzos de las autoridades para controlar a las mafias que trasladan ilegalmente a los miles de migrantes que quieren cruzar a Europa.
El traficante confiesa que lleva en el negocio más de una década, que la demanda no ha sido nunca tan alta como ahora. Más de un millón de personas han llegado a Europa en 2015 huyendo de Siria, Irak y Afganistán principalmente, la mayoría ilegalmente, tras pagar desorbitados precios a estos oportunistas de la desgracia.
Para las autoridades turcas, el control de esta marea humana y la crisis humanitaria que arrastra es imposible, incluso con la ayuda de sus aliados occidentales. A principios de febrero, a petición de Alemania, Turquía y Grecia, la OTAN ha aprobado el envío buques al Mediterráneo para ayudar a controlar el flujo de refugiados y contener a los traficantes de personas.
Miles de soldados en las playas serían inútiles
"Tendrían que poner miles de soldados en las playas", insiste Dursun, que se niega a dar su apellido. El contrabandista ha cumplido tres condenas de prisión en Grecia por conducir embarcaciones a motor repletas de migrantes hacia Europa.
Tras recibir en 2015 más de 3.000 millones de euros en ayudas desde la Unión Europea, el gobierno turco intenta contener sin éxito el flujo de refugiados. Los miles de muertos en la travesía pesan sobre una gestión que no ataja el problema, y los cientos de miles de vivos que logran cruzar empiezan a poner sobre las cuerdas los sistemas de amparo social y sanitario de los estados miembros de la UE.
Este impacto en las infraestructuras sociales, así como las controversias generadas tras algunos roces interculturales, ha alimentado además un apoyo creciente entre la ciudadanía a los grupos radicales xenófobos de ultraderecha.
Tráfico de personas: un negocio imparable
Cuando Dursun empezó, solo un pequeño número de refugiados procedentes de Eritrea y Somalia alimentaba su clientela. No había sirios y el negocio se reapartía entre un puñado de traficantes.
Ahora, cientos de sirios atestan el patio de una mezquita del populoso barrio de Basmane en Esmirna, donde tiene su base de operaciones. Allí, a pocos metros de la comisaría de policía, cierran sus tratos con los contrabandistas que les transportarán en precarias condiciones a Grecia.
Aunque se estreche la vigilancia, Dursun afirma que no pueden hacerles nada a menos que les atrapen en la playa con un grupo de migrantes. Mientras habla, señala a otros traficantes que caminan por las proximidades. Los vecinos comentan que esta actividad se ha popularizado y que ahora también se dedican a esto los antiguos narcotraficantes del barrio.
Endurecimiento de las penas
Aún así, este contrabandista nacido en la costa turca del Mar Negro, reconoce que se ha vuelto más cauto, y que ya no patronea los barcos, a pesar de los lucrativos 2.000 euros que gana por viaje. En vez de eso, Dursun transporta en minibus a los migrantes que intentarán la travesía hasta los puntos de salida, en coordinación con el resto de la cadena necesaria para reunir los grupos y cerrar el negocio.
"Si el conductor está solo cuando es arrestado, y nadie le ha visto transportando refugiados, y no hay refugiados en el coche, estará en la calle automáticamente", dice. Y recuerda que los castigos se han endurecido, mencionando a dos cabecillas sentenciados a 15 y 20 años de prisión respectivamente.
Ankara ha desplegado patrullas a lo largo de sus 2.600 km de costa en el Egeo, incrementando el número de agentes y las penas contra los traficantes detenidos, especialmente si sus delitos implican muertes de migrantes.
Turquía, entre la guerra y el amparo a los migrantes
Desde Occidente se hacen cargo de las dificultades que implica vigilar una costa imposible, llena de escondrijos y puntos ciegos. A pesar de ello, existe la idea de que Ankara no hace todo lo posible para gestionar el problema del tráfico ilegal de personas, tanto en presencia policial como en el seguimiento de los delincuentes.
La detención de los migrantes tampoco es eficaz en tanto que vuelven una y otra vez a ser interceptados en plena travesía. Tras la identificación, muchos quedan libres para volver a intentarlo.
"Cuando las medidas para interceptarlos se acentúan, los traficantes de personas y los migrantes intentan buscar otras vías", explica a Reuters Abby Dwommoh, de la Organización Internacional de Migración. "Los números son apabullantes para cualquier país que tenga que afrontar el problema".
Turquía ha recibido en su territorio a más de dos millones y medio de refugiados desde que comenzó la guerra en Siria. Su ministro para asuntos europeos, Volkan Bozkir, dijo hace una semana que resolver la crisis de los refugiados no solo era tarea de Ankara, sino que necesitan la cooperación de Europa.
En un día de tormenta, difícil para navegar, los hoteles de Cesme, a una hora en coche de Esmirna, se llenan de migrantes que aguardan una tregua de los cielos para afrontar la travesía. Uno de los gerentes, que prefiere mantenerse en el anonimato, sentencia: aunque la OTAN "cierre los mares" para detener a los traficantes, no podrán hacer nada contra la determinación de los migrantes para llegar a Europa.