Narciso Rodríguez da una lección de moda, diseño y elegancia
- El modisto apuesta por el 'menos es más' de los años 90
- Peter Copping firma una triste propuesta en Oscar de la Renta
- Rodarte se inspira en la estética de la saga El Padrino
Hartos de tantas revisiones de los 60, 70 y 80 recibimos con alegría la colección de Narciso Rodríguez, una de las agujas más importantes de la moda. De la moda, no del espectáculo.
Discreto y amable, como su trabajo, se arriesga ahora recuperando el minimalismo elegante de los años 90. Su trabajo ha cambiado tras unos años de experimentación con los tejidos y tonteando con otros estilos pero se mantiene fiel a su musa, esa mujer elegante, moderna y urbana.
Un ser especial, encarnado en la figura de Carolyn Bessette-Kennedy, que fue el símbolo de la nueva mujer neoyorquina, la viva imagen del chic de Manhattan que luego han hecho suya actrices como Rachel Weitz o Claire Danes.
En su pasarela se mezclan vestidos de un minimalismo brutal y otros más complicados con asimetrías o con un patchwork de texturas realizado al más puro estilo arty. Los abrigos, envolventes y atrevidos, se llevan sobre vestidos ligeros, algunos de finos tirantes que parecen prendas íntimas.
La elegancia de Rodríguez contrasta con el barroco demodé de Peter Copping que intenta mantener viva la llama de Oscar de la Renta pero no lo consigue. Su colección es triste. Mucho.
Los tejidos, en tonos apagados, no ayudan a vestidos complejos, a veces aparatosos. Un desfile que más que mirar al pasado, parecía antiguo. Una pena para la casa, y para el nombre del que fuera sinónimo de elegancia y buen hacer.
Ya nos lo decía el señor Hubert de Givenchy: "No veo los desfiles ni las revistas de moda porque las mujeres parecen tristes, y lo parecen porque la ropa que llevan es triste". Palabras de un maestro.
La casa Rodarte se inspira en la película El Padrino, de Francis Ford Coppola, e intenta plasmar la estética de la cinta y el carácter de los personajes en una colección de contrastes, tanto en los tejidos como en el color. Vemos diseños en blanco, virginal y nupcial, y otros en negro, el tono del luto que llevan las viudas.
En la pasarela, una mezcla entre Givenchy y Alberta Ferretti, vemos prendas masculinas y oscuras que se cruzan con otras muy femeninas, con encajes y transparencias o con flores bordadas. La mezcla de tejidos e ideas llamativa, en la que se aprecia el aire ladytrash que tanto gusta a las diseñadoras de la firma.
Zac Posen utiliza tejidos nobles, como el cashmere y los terciopelos de lana para vestir a una mujer intelectual, aventurera y elegante, que se viste con prendas cercanas al estilo masculino.
Una mujer que él identifica con la princesa Elizabeth de Toro, una mujer que en los años 60 brilló con un estilo propio y una fuerte personalidad. Posen dibuja un armario con asimetrías y escoge una paleta de color que parece un joyero repleto de jades, rubíes, granates y ópalos.
Los años 20 y30 marcan la propuesta de Thom Browne, un tremendo ejercicio de costura que apuesta por prendas construidas con otras que antes deconstruye. Casi siempre en tonos grises, con efectos inacabados, aportando un aire improvisado. Nada más lejos de la realidad.
Sus diseños son casi un tratado de confección. Vemos prendas asimétricas compuestas por medio abrigo y medio vestido, o vestidos cuya falda es un abrigo que nunca llega a caerse.