Un viaje a la enajenada mente de 'Hamlet'
- Con Israel Elejalde como Hamlet, la obra se centra en su dolor y tormento
- Miguel del Arco estrena su versión del clásico en el Teatro de la Comedia de Madrid
- La puesta en escena nos sumerge en los pensamientos de Hamlet
"Enfrentarse a Hamlet tiene algo suicida", reconoce el director Miguel del Arco al presentar su versión del clásico de William Shakespeare. El razonamiento es lógico, no solo por la complejidad de la obra y sus múltiples interpretaciones sino por el reto que supone enfrentarse al conocido príncipe de Dinamarca y su eterna duda.
En esta ocasión, la propuesta de Del Arco, que se estrena este jueves 18 de febrero en el Teatro de la Comedia de Madrid, decide centrarse en el espacio mental de Hamlet, interpretado por Israel Elejalde. El resultado es un montaje rápido y vertiginoso, que viaja con el pensamiento del protagonista, desolado por la pérdida de su padre y lleno de ira contra su tío Claudio, el nuevo rey (Daniel Freire).
La obra, que estará hasta el 20 de marzo en la capital, ha levantado grandes expectativas y ha logrado colgar el cartel de "entradas agotadas" para todas las representaciones antes de su debut.
Conocemos la historia porque está presente en el imaginario colectivo: la búsqueda de venganza, el deseo, la rabia, el ser (o no ser). Todo ello está en Hamlet, aunque esta nueva versión, producida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Compañía Kamikaze, pone el foco en el dolor y el tormento del príncipe. En su tránsito del sufrimiento a la locura.
Para ello, el director, uno de los más reconocidos del teatro nacional, apuesta por una puesta en escena dinámica, que cambia de forma constante junto con los estados de ánimo del personaje. A pesar de que la obra dura casi tres horas, casi no hay tiempo para respirar o procesar. Del Arco utiliza el juego espacial para simular la enajenada mente de Hamlet y cómo sus pensamientos se van amontonando.
Sin embargo, el escenario está casi vacío. Solo una cama -el deseo, la pasión, la lujuria-, en el centro, que aparece y desaparece según la escena. Y unas cortinas, que abren y cierran el espacio, en las que se proyectarán extrañas imágenes que nos sumergen en el delirio de Hamlet. Además, destaca el uso de la luz y las sombras: envuelven al personaje y contribuyen a crear una misteriosa y febril atmósfera. En la penumbra, sentimos sus pesadillas y sus fantasmas.
Un cuerdo loco, un humanista violento
Israel Elejalde se deja la piel en Hamlet, un personaje mil veces representado pero que todavía parece indescifrable. Lleno de contradicciones, atormentado y fuera de sí aunque lleno de ingenio y reflexión. Es un huérfano dolorido, un cuerdo loco, un humanista violento, explicaba el propio actor.
La adaptación de Del Arco, que recorrerá a partir de marzo 12 ciudades de la geografía española, mantiene la esencia del protagonista, un ser incomprendido, de pensamiento ágil y lengua incisiva. Es un difícil ejercicio interpretativo pero Elejalde consigue atrapar al público. Al fin y al cabo, su sentir no nos queda lejos: es alguien atrapado por el dolor de perder a un ser querido.
La necesidad de fingir (el mundo es un teatro y todos somos actores, dice Hamlet) y el debate entre lo cuerdo, lo prudente y lo cobarde son las otras líneas por las que discurre el protagonista. En la oscuridad, se dirige al patio de butacas para mostrar su rabia, sus ansias de venganza y su pesar. Junto a Elejalde, destacan también sobre las tablas la enamorada Ofelia (Ángela Cremonte) y su hermano Laertes (Cristóbal Suárez) que protagoniza un intenso y desgarrado duelo final contra Hamlet.
Adaptar Hamlet quizás es un suicidio, como dice el director, pero es sin duda una apuesta arriesgada. Y más cuando se añaden a la trama guiños y objetos actuales -pistolas, micrófonos, 'reggaeton'- que en ocasiones descuadran al espectador. Aunque recuperar y profundizar en el inmortal texto del dramaturgo inglés siempre es una buena manera de homenajear el 400 aniversario de su muerte.