'¡Ave, César!', los Coen parodian los entresijos del viejo Hollywood
- Su última película homenajea los años dorados de la meca del cine
- Está protagonizada por George Clooney y Josh Brolin en un reparto coral
¡Ave, César!, la última criatura de los hermanos Joel y Ethan Coen, es un canto de amor al glamour del viejo Hollywood, pero a la vez muestra la opresiva maquinaria de los grandes estudios que imponían condiciones leoninas a sus estrellas. Todo envuelto en una delirante parodia marca de la casa.
La comedia que llega a las pantallas este viernes, tras abrir la Berlinale fuera de competición, cuenta con un reparto coral encabezado por George Clooney, Josh Brolin, Scarlett Johansson, Channing Tatum o Ralph Fiennes.
La cinta es una obra menor de los Coen pero ofrece muchas risas y una sátira bañada de ironía con transfondo reflexivo, donde ya se apunta la caza de brujas del mcarthismo en el mundo del celuloide, y la oposición comunismo-capitalismo y sus consecuencias en la sociedad.
¡Ave, César! sirve una sucesión de escenas bien armadas en homenaje a diferentes géneros del cine de los 50 como el western, las películas musicales de marineros- con un teatral Channing Tatum en un simpático número de baile-, o los espectáculos acuáticos con una Scarlett Johansson en una inspiración libre de Esther Williams, o epopeyas bíblicas con miles de extras. El resultado es una mezcolanza de guiños cinematográficos, en la que se echa en falta un poco más de la mordacidad habitual de los directores de Minneapolis.
El cuidador de las estrellas descarriadas
La historia tiene como hilo conductor a Eddie Mannix, en una interpretación perfecta de un mimetizado Josh Brolin, a la sazón jefe de producción de un gran estudio, y de facto, eficaz “fixer” o “solucionador de problemas”. La referencia es un reflejo del cine dentro del cine, ya que Eddie Mannix fue un alto cargo real de los estudios de Los Ángeles.
El personaje de Mannix se encarga de arreglar los estropicios de los artistas descarriados, y lo mismo apaña una boda ficticia para tapar un escándalo, que solventa un rescate para que su actor principal vuelva al redil, o lidia con patriarcas religiosos en defensa de la moralidad del estreno del año.
“Hoy en día estamos acostumbrados a saberlo todo de las estrellas y las celebridades, a escarbar en los oscuros pozos de sus vidas privadas”, asegura en las notas de producción Scarlett Johansson, que interpreta a DeeAnna Moran, una virginal actriz acuática que se mete en un buen lío.
“Pero entonces, el público quería creer que las estrellas eran ideales como las imágenes que se daban de ellas. Los estudios hacían todo lo posible para proteger “sus posesiones”. Los actores eran una propiedad: firmaban contratos que les ataban para toda la vida a un solo estudio, que podía “prestarlos” a otro estudio. El sistema tenía un lado bueno y uno malo. Por una parte, los estudios cuidaban de sus actores pero podían ser sofocantes”, añade Johansson.
El “cuidador” oficial de las celebridades, Eddie Mannix, es un tipo duro, que trata como un padre “a sus chicos” en un estilo puramente mafioso. El “apagafuegos” se toma muy a pecho su trabajo en el que está disponible “30 horas al día”.
Camina por esta doble moral con la fiereza de un fiel a la industria pero a la vez se fustiga por haber fumado un cigarrillo de más mientras acude a la iglesia a confesarse compulsivamente.
El rapto de Clooney
Las cosas de pondrán feas para él cuando su atolondrada y superficial estrella, Baird Whitlock, encarnada por George Clooney, sea raptado por un grupo de comunistas mientras rueda un largometraje de romanos.
Clooney repite con los Coen después de O Brother, Crueldad intolerable y Quemar después de leer, en un nuevo papel de “tonto”, como el mismo ha señalado. El actor se sumó de inmediato a un proyecto que llevaba circulando desde hace una década.
La película arranca la carcajada y deja una serie de gags memorables como los de un hilarante Ralph Fiennes, en el rol de un refinado director europeo de oscuro pasado, en una especie de trasunto del realizador Laurence Olivier, que tendrá que adiestrar a “Hobie” Doyle (Alden Ehrenreich), un famoso protagonista de western, en su actuación en un melodrama en el que el acrobático vaquero no es capaz de hilvanar un diálogo correctamente.
Muy divertidos también son los momentos en los que el jefe de producción “torea” a dos periodistas de cotilleos gemelas, en un doble papel de Tilda Swinton, a las que tiene que “sobornar” con sabrosas exclusivas para que no comprometan el honor del estudio con sus publicaciones.
En definitiva, una reverencia al brillo de la edad dorada de Hollywood, que hacía soñar al público, pero que a la vez comenzaba a resquebrajarse y a mostrar su lado más cínico, en el que los Coen no han querido ahondar excesivamente.