Un Depardieu maduro, domesticado y enamorado de Rusia entretiene en la Berlinale
- El actor presenta Saint Amour, dirigida por Benoit Delépine y Gustave Kervern
El actor francés Gérard Depardieu ha montrado en la Berlinale en su versión más madura, armoniosa e incluso tierna, sin ánimo de polémicas, pero decidido a defender su amor por la Rusia del presidente Vladímir Putin.
"Mi romance con Rusia no es un romance, sino un amor", respondió Depardieu a una pregunta sobre el presunto enfriamiento de su pasión por ese país, del que adquirió la nacionalidad en 2013 como fórmula de exilio fiscal.
Hacia Putin siente "admiración", prosiguió el actor, quien acudió a la capital alemana para presentar su película Saint Amour, dirigida por Benoit Delépine y Gustave Kervern, exhibida en la sección oficial del festival aunque fuera de concurso. "Es mejor que las películas a competición. Deberíamos ganar", ha bromeado.
Dépardieu aseguró, por lo demás, que su intención no era hacer política, puesto que este capítulo lo reserva a quienes la ejercen, aunque se permitió añadir, en relación a François Hollande, que "con un presidente como el que tiene Francia, uno no puede menos que sentirse más ruso que francés".
Un Dépardieu menos beligerante
Fuera de reafirmarse en su antipatía a Hollande, el actor francés dio una imagen menos beligerante que en otras ocasiones. Estuvo simpático y hasta comprensivo hacia "colegas que entran en política" como George Clooney, quien aprovechó su paso por la Berlinale para entrevistarse con la canciller Angela Merkel, aunque opinó que "cuestiones serias" como la crisis de los refugiados deben dejarse para los políticos.
Dépardieu repite con el dúo de directores de Saint Amour, con quienes en 2010 presentó en la Berlinale Mammuth, título por supuesto alusivo a su estructura física "volcánica", en definición de Délepine.
En su nuevo filme interpreta a un viudo que no prueba el alcohol desde que nació su hijo, ya adulto, y que sigue "conversando" por teléfono con su difunta esposa, a la que deja mensajes diarios en su contestador.
Emprende un viaje por los viñedos franceses como fórmula de acercamiento a su hijo -un tipo penoso y alcohólico con nulo éxito con las mujeres- que deriva en un "road movie" de reencuentro paterno-filial, acompañados de un taxista (Vicent Lacoste).
El papel del chófer estaba inicialmente diseñado para el escritor Michel Houellebecq, explicó Delépine, pero finalmente las múltiples ocupaciones de este obligaron a reducirlo su intervención a un papel secundario como propietario de un hotel rural de tres al cuarto.
La película va de la comedia grotesca a lo absurdo, con muy buenas escenas -incluido el papel de Houellebecq- y algunos altibajos. Saint Amour es la segunda película en la presente edición del festival con Depardieu de protagonista junto con The End, dirigida por Guillaume Dicloux, proyectada en la sección de cine experimental Forum y de corte muy distinto de la anterior.
Si en la de Delépine y Kervern todo gira alrededor del vino, la comida y el éxito -o no- con las mujeres, en la de Dicloux interpreta a un cazador solitario, que se pierde en bosque sin su arma ni su teléfono móvil, para empezar una búsqueda de si mismo.
Ambos filmes están dominados por la voluminosa presencia de Depardieu. En Saint Amour, como bonachón agricultor que quiere convencer a su hijo de perpetuarle en ese duro trabajo. En The End, como un hombre acabado, desorientado, al borde del derrumbe.